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Carta abierta a las y los militantes del Partido Progresista de Chile

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Queridos y queridas compañeros y compañeras. Les escribo para interpelarlos. El horizonte de la democracia ha llegado a nuestras manos, y nuestro partido debe estar a la altura. Se ha firmado un acuerdo de nueva constitución a través de un mecanismo mezquino que deja sin representación a la ciudadanía, y limita gravemente su poder soberano. Nuestro deber como progresistas es hacer que las cosas pasen. Cambiar con justicia al mundo, y debemos para eso mejorar a como de lugar ese acuerdo, y lograr que entre sí o sí, a la Constituyente, el Pueblo. Por eso quiero proponerles que transformemos al PRO en un caballo de Troya para la representación de independientes y de los movimientos sociales que han estado batallando desde hace meses por un nuevo contrato social con justicia social.

Lo que pasa es que las élites -de izquierda y de derecha- tienen un punto ciego, que lo han aplicado al movimiento de octubre, pero también contra nosotros. Ese punto ciego es la incapacidad que tienen para ver liderazgos allí donde no hay élites. Dicen que el movimiento social no tiene líderes, así como decían de nosotros que éramos un partido personalista. Pero ni lo uno ni lo otro. El PRO y el movimiento social tienen muchos líderes y lideresas, y lo que propongo es simple: poner, sin condiciones, nuestro partido a disposición de ellos y ellas, para que puedan acceder -electoralmente- a la Convención Constituyente.

Sé que lo que les pido es un sacrificio, porque muchos de nosotros y nosotras que querríamos tener la posibilidad de postularnos no lo podríamos hacer, o nos será más difícil porque nuestra casa estará, por un tiempo, más llena, y deberemos competir en igualdad de condiciones, militantes e independientes. Sin embargo, creo también que la disposición a renunciar al poder es fundamental para empujar los límites en política. El 2009 renuncié al cómodo puesto de diputado y a la posibilidad de mi reelección, para ser candidato Presidencial por una Asamblea Constituyente. Prometí en mis tres campañas presidenciales que, si ganaba, renunciaría a mi poder para servir de árbitro de una asamblea constituyente, porque quería que por fin fuera el pueblo el que gobernara. Hoy, les propongo que hagamos lo mismo. No que nos restemos, sino que apoyemos y abramos la cancha constituyente a los compañeros y compañeras que hacen política sin militancia, haciendo del PRO una plataforma de inclusión y formación de liderazgos. Porque somos Progresistas es que debemos hacer que el nuevo Chile que comienza sea el de la inclusión y del reconocimiento de las diferencias. Porque mi convicción es que ese debiera ser el único pregón del progresismo: el otro.

El acuerdo de paz y nueva constitución se diseñó engañosamente para que cualquiera que quiera representar políticamente a la gente, sin pertenecer a partidos, no pudiera hacerlo. Para subirles las murallas. Desgastarles en la entrada. Y sabemos de esto muy bien nosotros y nosotras que, cuántas veces tuvimos que juntar firmas, para nuestras candidaturas primero, y para inscribir y reinscribir nuestro partido a nivel nacional, después. Sabemos en carne propia que eso que llamábamos duopolio, y que no era más que nuestras élites, siempre que vean andar al pueblo arriba de la bicicleta de la democracia, intentarán meterle un palo en las ruedas. Nuestro deber es impedírselos. Nuestro deber es subir y mantener arriba de la bicicleta de la democracia a las y los representantes del pueblo.

Primero, tenemos que apoyar a todos y todas los y las parlamentarias que están peleando en el Congreso por mejorar ese acuerdo. Por dar paridad y espacios de representación al pueblo. Unámonos a ellos y ellas. Segundo, no dejemos de pelear porque la futura Convención Constituyente pueda ejercer plenos poderes soberanos. Nuestro pueblo se ganó el derecho a ejercer su soberanía luchando y resistiendo la represión, el abuso y la mentira. Dejemos a la historia que evalúe las consecuencias. Porque sabemos lo que se viene. Las élites, de nuevo, van a apostar a nuestra anomia. A frustrar emocionalmente a la movilización. A adormecernos en el sin sentido de la democracia de los procedimientos. Nos van a tratar de desmovilizar y van a fomentar, como lo han hecho en Latinoamérica, la aparición de posiciones de derecha radical. Ya lo están haciendo. Nuestro deber como progresistas, es, frente a su nacionalismo de exclusión, responderles con patriotismo de inclusión. Por eso es que da lo mismo si es o no la Constitución de Pinochet la que se cae. Esa es historia pasada. Ahora se trata de un nuevo pacto social. Y si el acuerdo sale del congreso sin representación, no es una discusión, es una epopeya política lo que se viene. Odiseo mandó a hacer el caballo de Troya para meter ahí adentro a los y las más valientes, y son esos y esas los que deben llegar a dar la batalla en la Convención Constituyente. No somos un partido populista. Somos un partido popular. No tenemos vocación de pueblo. Simplemente somos pueblo.