Mientras se acerca raudamente el día de la primera vuelta presidencial, ha surgido una natural preocupación política acerca de qué estrategia y/o comportamiento asumirán los candidatos -y sus colaboradores cercanos- que no pasen a segunda vuelta.
Beatriz Sánchez, candidata del Frente Amplio, ha esquivado esta necesaria y trascendente discusión señalando que “hay que terminar de jugar la semifinal antes de pensar en la final”.
Este aplazamiento es claramente un error. Se puede (y en este caso se debe) mascar chicle y caminar a la vez: Cada candidato debe marcar sus diferencias con sus contrincantes políticos –en esto, no hay que perderse–, pero eso no significa que deban ocultar u omitir cuál sería su (dis)posición en un escenario de segunda vuelta en el que hipotéticamente haya quedado afuera. Eso, entre otras cosas, otorgaría información valiosa a los votantes, respecto del liderazgo que pretende ejercer tal o cual candidato dentro del mundo de centro izquierda. Y entrar en esa discusión no significa –como bien han señalado en este mismo medio los frenteamplistas Sharp y Ruiz– asumir “una derrota de antemano, sino plantear de forma transparente orientaciones y prioridades”.
Quizá esto último ha complicado al diputado Gabriel Boric, quien ante esta discusión ha dado declaraciones algo erráticas o confusas. En efecto, en agosto de este año señaló que en una segunda vuelta Piñera-Guillier simplemente no votaría; mientras que la semana recién pasada matizaba señalando que, en definitiva, defendería la decisión que colectivamente pudiera tomar el Frente Amplio a este respecto.
Por su parte, Marco Enríquez-Ominami -a quien apoyo como independiente, principalmente porque pienso que es el candidato mejor preparado para enfrentar a Piñera y el que ha mostrado más convicción para enfrentar este desafío– señaló el mismo día en que inscribió su ya tercera candidatura consecutiva: “No cometamos el error que cometimos con Frei, yo los nombro e invito a Alejandro Guillier, Carolina Goic y Beatriz Sánchez a debatir, porque el que pase a segunda vuelta necesitará del otro”.
En este contexto, existen principalmente dos situaciones que me interesan resaltar. La primera es efectuar un llamado a toda la ciudadanía a votar en primera y segunda vuelta, porque claramente NO da lo mismo quién gobierne. Quien diga, por ejemplo que la Nueva Mayoría y la derecha son lo mismo, es, o un ignorante o un inmaduro, ambos en términos estrictamente políticos. Con esto obviamente no quiero decir que ambos conglomerados sean el Ying y el Yang, es decir, polos opuestos que representan el bien y el mal cristalinamente. Eso solo es una caricatura tan errónea como decir que son (han sido) lo mismo. Existen matices y diferencias, tenues en algunas cosas y más marcadas en otras.
Acá enlazo con lo segundo que deseo destacar: Se ha planteado –principalmente lo ha hecho el diputado Boric– que no se debe caer en el “chantaje del mal menor”. Sobre este concepto quiero detenerme, pues creo que es un profundo error soslayar la importancia de los matices y/o diferencias entre una u otra candidatura.
Es cierto que muchas personas pueden sentir que en primera o segunda vuelta no tienen a su candidato ideal. No ven a alguien que los represente fielmente en sus luchas, ideales y sueños de país. No obstante, como ya señalé, existen matices que pueden hacer una diferencia en las vidas de muchas personas, principalmente las más vulnerables.
Probablemente las vidas de los mismos candidatos –solo por citar un ejemplo– no se verán afectadas mayormente si ganan o pierden esta elección, pues todos ellos tienen un nivel de vida que les permitirá seguir adelante sin mayores sobresaltos. Pero, ¿podemos afirmar lo mismo respecto de una familia que tiene hijos en la universidad? ¿O de una persona de provincia que tiene la desgracia de contraer una enfermedad grave? ¿O de un jubilado de recibe una pensión miserable? ¿O de una familia que tiene una hija trans? ¿O de una niña que producto de una violación queda embarazada?
Sobre esto último quiero detenerme brevemente, pues viví muy de cerca el proceso discusión y aprobación de la ley que despenalizó el aborto en tres causales (ley N° 21.030). En este proceso –principalmente en su fase final en el Tribunal Constitucional– tuve la oportunidad de compartir ideas y luchas con muchos hombres y mujeres de diversas sensibilidades políticas (salvo de la “sensibilidad” de derecha, claro está). Y en esta ardua pelea democrática, el mundo de centro izquierda se mantuvo unida aun cuando algunos pensaban que Chile debía aprobar de una buena vez una ley de aborto sin apellidos. Esa unión contingencial tiene beneficiarias con nombre y apellido: Mujeres que de ahora en adelante podrán optar por el aborto en caso que lamentablemente deban transitar por alguna de las trágicas causales que regula la citada ley. Sin esta ley, a esas mujeres las condenaríamos –como lo hicimos como país todo este tiempo– a un sufrimiento indecible. ¿Mal menor? Depende de cómo se interprete. ¿Un avance en justicia? Sin lugar a dudas.
Hago esta reflexión para que los que hablan del “mal menor” se salgan de la comodidad de sus aposentos y piensen que una simple diferencia programática entre Piñera y el candidato que lo enfrente, puede significar mucho en la vida de una persona, principalmente una de escasos recursos y nulas redes de apoyo.
¡La política afecta principalmente a los más vulnerables! Eso es lo que no deben perder de vista nuestros líderes políticos. Nadie dice que los candidatos que no logren pasar a segunda vuelta deban transformarse, sin más, en acérrimos defensores y partidarios de quién sí logre erigirse como contrincante de la derecha en segunda vuelta. Tampoco sería correcto asumir que los votos le “pertenecen” al candidato que los obtuvo. Y claramente sería un error negociar cupos o cargos en el Estado, a cambio de votos (ese sí que sería un harakiri para cualquiera).
Pero más allá de esto, todos debieran entender que la unidad será fundamental para derrotar a Piñera y la ultraderecha que lo acompaña.
Será necesario entonces, explorar conversaciones y acuerdos programáticos (por ejemplo, una convergencia en torno a la necesidad de una nueva Constitución vía Asamblea Constituyente). Y esa apertura debería vislumbrarse lo antes posible (no es necesario “pasar a la final”), pues una vez que se conozcan los resultados de primera vuelta, no habrá mucho tiempo para improvisaciones o declaraciones confusas.
Fuente: El Desconcierto