Por Rafael Luis Gumucio Rivas.
El historiador Alberto Edwards Vives – dicho sea de paso, el fundador del INE – autor de importantes obras La fronda aristocrática, Historia de los partidos políticos, y muy entretenidas novelas policiales – describe, a las maravillas, la corrupción del parlamento y de los partidos políticos de la época en la cual vivió. Baste citar algunos párrafos de La fronda aristocrática, para comprobar que nada ha cambiado desde 1913 hasta hoy, un siglo de historia, incluso, se implementaba el mismo sistema binominal, invención de este autor. Todos los cargos parlamentarios tenían un precio en metálico; los sillones de las Cámaras se compraban como, antiguamente, los títulos nobiliarios. La mezcla entre los negocios y la política era total – uno de los más “pillos” era don Jorge Pedro Alessandri, hermano de don Arturo, presidente del Sindicato de Obras públicas y, como tal, ganaba todas las concesiones – y cualquier comparación con los “negocios”, en la actualidad, es una mera coincidencia.
En ese entonces, el desprestigio del parlamento llegó a tal grado que Edwards Vives decía:
“El que estas líneas escribe fue ´aliancista´ durante el corto tiempo en que figuró en política activa (1909-1912), sin que con ello creyese servir una idea doctrinaria o social específicamente diversa a las de los coalicionistas (no muy diferente al duopolio actual). Nadie puede imaginar entonces que la Coalición representaba la conservación del orden existente, ni la Alianza su reforma revolucionaria o no. Por otra parte, yo estimaba que aquello n o podía durar: pero no tenía la noción fija del modo como se derrumbaría: Me voy del Congreso, dice mi amigo Carlos Balmaceda: en materia de palizas prefiero no estar entre aquellos que las reciben” (Edwards, 1928:197).
Estoy convencido de que la mafia de los partidos y el parlamento han hecho más méritos para recibir palizas y algo más, que aquellos de comienzos del siglo XX: a la primera oportunidad, en forma casi suicida, eligen como vicepresidente a una persona que ha defraudado al fisco, se suben el sueldo – que ya es de varios millones, suma muy ofensiva para los pobres de Chile – se aumentan los gastos de representación a su gusto, además de creerse dueños de sus curules cuando en realidad no representan a nadie y el 90% de la población los rechaza.
Los partidos políticos son aún más rechazados que el parlamento. Es cierto que no hay democracia sin partidos políticos, pero cuando se corrompen, terminan por destruir el sistema político – fue el caso de Italia, de Venezuela, de Ecuador y de Bolivia, entre otros países y, actualmente ocurre en Chile. La DC, el PS, el PPD y el PR constituyen mafias corruptas, cuyo único objetivo es el reparto del poder. Todos sabemos que la Democracia Cristiana y su representante, Claudio Orrego, van a perder por paliza en las próximas primarias, pero sólo les interesa conservar algunos pitutos, muy bien pagados – presidencia de CODELCO, INDAP y algunos ministerios importantes.
Con el reciente descalabro de las primarias de la Concertación se demostró que aquello de “las nuevas mayorías” era otra de las mentiras del comando de la candidata Michelle Bachelet, al fin y al cabo son la misma Concertación más los comunistas. Bachelet demuestra su incapacidad para enfrentar las situaciones difíciles – como el triste espectáculo de su reciente declaración en que, como Poncio Pilatos, se lava las manos diciendo que es candidato del PS-PPD y no del conjunto de toda la Concertación. La mala memoria nos traiciona, pues olvidamos que tuvo la misma actitud con el problema del Transantiago y con los “pingüinos”. Simplemente, el liderazgo de Michelle Bachelet es una invención de sus asesores, aprovechando: “ su indudable simpatía.
Los partidos políticos, hoy convertidos en verdaderas mafias, se reparten los cargos parlamentarios como si fueran sus propios fundos, y están convencidos que loa ciudadanos son carneros, fáciles de comprar, pero si se abstienen, poco les importa, pues tienen el sillón asegurado, aunque sea conquistado espuriamente.
Asistimos al peor espectáculo de nuestra casta política y se consolida la hegemonía de las malas prácticas, cuya expresión más significativa es representada por los presidentes de los partidos de la Concertación, así como los senadores Guido Giraldi, Camilo Escalona, entre otros, porque no quieren soltar “la teta”, pues de lo contrario tendrían que trabajar – como lo expreso la diputada Rosa de Arica cuando perdió la elección, al ser interpelada por un periodista: “ahora ¿qué piensa hacer?” Responde: “ a trabajar, po”.