Si se aplicara un límite de la pobreza por un ingreso de $ 102.000, la pobreza aumentaría fácilmente al 33%, es decir, un tercio de los chilenos sería pobre, lo que corresponde a la realidad de hoy.
NO ES NINGUN secreto, todos lo admiten en voz baja, pero nadie hace algo para cambiarlo por no pagar el costo correspondiente: la Encuesta Casen miente con las cifras de pobreza y sirve para mostrar que el rostro monstruoso de la extrema miseria y la pobreza disminuye año tras año gracias a las políticas de los gobiernos antes de la Concertación y hoy de la Coalición por el Cambio.
Churchill decía, con razón, que no hay nada más mentiroso que las estadísticas y en el caso de la Encuesta Casen este aserto se confirma plenamente. Veamos algunos trucos que convierten a este espejo virtual en un falsificador de la realidad: la línea de indigencia, según esta encuesta 2011, es de $ 36.049, esto es, el valor de una canasta básica de alimentos para la subsistencia de una persona. Según un consenso regional y estadístico de fines de los 80, la línea de la pobreza se establece en dos veces la canasta básica (para zonas urbanas y de 1,75 veces para zonas rurales). Esto supone entonces que las personas, al duplicar el valor de una canasta de necesidades básicas de alimentos, pueden satisfacer el resto de sus necesidades básicas, como transporte y alimentos. Es decir, se establece una línea de pobreza para zonas urbanas de $ 72.098, con el convencimiento que por sobre esa cifra, de forma automática, las personas pueden satisfacer sus necesidades a piacere.
Con estos parámetros arbitrarios, basados en una canasta básica y que no da cuenta de los cambios en los patrones de consumo, al usar una canasta de alimentos básica de subsistencia calculada en 1987, no es extraño que la Casen actual arroje una cifra del 14,4% de pobres y de un 2,8% de indigentes. Si se aplicara un límite de la pobreza por un ingreso de $ 102.000, la pobreza aumentaría fácilmente al 33%, es decir, un tercio de los chilenos sería pobre, lo que corresponde a la realidad de hoy. Y en este punto ni siquiera entramos a hacer ajustes que creo necesario en términos regionales (el costo de la vida no es el mismo en Aysén o Antofagasta que en Santiago).
De aplicarse una justa medida respecto a la pobreza inmediatamente se develarían las erróneas políticas públicas dirigidas a combatirla. Estoy convencido de que para enfrentar esta plaga que corroe el alma de Chile, se necesita al menos conocer a fondo la realidad de la pobreza. Es un lugar común que los pobres no son sólo un número, sino seres humanos de carne y hueso cuya vida corta y precaria es una realidad gris y marginada.
El Presidente Sebastián Piñera y su ministro de Hacienda miran la pobreza como un asunto estadístico, y por consiguiente, tienen derecho a complacerse ante la baja del 15,1% al 14,4% en el índice de pobreza. Discrepo de esta manera de ver la política: a mí me duele la pobreza, como diría Miguel de Unamuno. Los pobres no son un dato estadístico, son chilenos, personas con dignidad, que están sometidos a un monstruoso y caro sistema de transportes, al precio del kilo de pan a $ 1.000, alimento muchas veces único en el día a día; ni hablar del vestuario, ni mucho menos enviar los niños a la escuela; ni pensar en salud, donde son tratados como un número.
Fuente: latercera.com