La primera vuelta de las elecciones presidenciales en Francia nos entrega varias lecciones: la primera se refiere al hecho de que las encuestas tienen bajo poder predictivo; la segunda dice relación con que la primera vuelta tiene poco que ver con la segunda – en esta última, es donde los verdaderos clivajes políticos entran en juego, en lo personal siempre he creído que en una primera vuelta los electores eligen y en la segunda vuelta dirimen -; una tercera lección es que se expresa un rechazo creciente a la hegemonía política del Banco Europeo y el Fondo Monetario Internacional, a la Europa del Euro, como también a las políticas restrictivas y paralizantes impuestas por estos poderes.
En Europa, a diferencia de Chile por ejemplo, se da una relación entre la crisis económica y los resultados electorales. La izquierda socialdemócrata europea, que se ha caracterizado por dejar de lado los fundamentos ideológicos que le dieron sentido para convertirse en gestora de una democracia bancaria, fue condenada a perder, una a una, todas las elecciones: el Partido Socialista Portugués, el Obrero Socialista español y el laborista inglés; esta “izquierda rosada”, al igual que la Concertación en Chile, ha perdido todo sentido político y, arrepentida de su falta de coraje y convicciones hoy pretende defender los intereses populares, cuando antes hicieron todo lo contrario.
El triunfo estrecho de François Hollande, o la reciente caída del gobierno Holandés, muestra un cierto rechazo a una idea de Unión Europea. Si analizamos, tanto la votación del Frente Nacional (extrema derecha francesa), como de la izquierda no socialdemócrata, que sumados obtuvieron un tercio de la votación, podemos constatar que, sociológicamente, representan sectores sociales ubicados en los suburbios de París y en las grandes ciudades francesas que desde hace varios comicios electorales vienen rechazando la Unión Europea, el multiculturalismo y la inmigración. Cualquier estudioso que siga la intención de voto en los suburbios podrá verificar el traspaso de comunas otrora comunistas al Frente Nacional.
Un Diario francés tituló un artículo escribiendo que “el peligro no era Hollande, sino Holanda”, es decir, que estos dos hechos – la caída del gobierno holandés¿ presionado por los dos extremos del escenario político y el triunfo de Hollande en la primera vuelta-, anticipan la expresión del clivaje central que puede dominar la política europea en los próximos años: un sistema parlamentario proclive al Banco Europeo y/o una democracia con elementos plebiscitarios que superen las limitantes de una forma de representación política que ha demostrado un alejamiento creciente de los ciudadanos.
François Hollande es la antítesis de un líder carismático, sin embargo, por los azares de la historia, le va a corresponder la presidencia de Francia en un momento en que se juega el destino de Europa. El desafío para él y su Partido es el de seguir a la socialdemocracia “rosada” y hegemonizada con ideas neoliberales en lo económico o atreverse a desafiar las instituciones de la democracia bancaria.
Marco Enríquez-Ominami