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Marco Enríquez Ominami: “Veo una América Latina incendiada y con contradicciones”

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Al momento de dar definiciones sobre el panorama en la región, Marco Enríquez-Ominami no ahorró palabras: “Veo una América Latina incendiada y con contradicciones”, dijo en entrevista con El Destape. En un recorrido de izquierda a derecha y de Norte a Sur, habló sobre la “provocación genocida” de los movimientos extremistas actuales y de lo que llamó la “ola impugnatoria del Estado y la democracia” por parte de la sociedad, en medio de la crisis de seguridad latente en toda la región y que explotó con especial fuerza en Ecuador.

Ominami, que es ex diputado, ex candidato a la presidencia de Chile y fundador del Grupo de Puebla, aportó claves que sintetizó en confrontación, insolencia, disputa y audacia. “Hay que volver a empujar los límites de lo posible”, sentenció tras analizar las posiciones y lecturas de los progresismos y de la izquierda latinoamericana.

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En un breve, pero intenso paso por Buenos Aires, Enríquez-Ominami mantuvo encuentros con legisladores y referentes políticos. Trabaja desde hace cinco años en lo que se convirtió en su “top 2” de prioridades desde su lugar de coordinador de la articulación de líderes progresistas que es el Grupo de Puebla: la integración latinoamericana y caribeña, un objetivo que, aunque se alimenta o se bloquea en función de los vientos políticos, aún persiste. Con ese andar que lo antecede, analizó las perspectivas para este año y reconoció que pone su esperanza en el ex metalúrgico y presidente brasileño, Luiz Inácio Lula da Silva.

– ¿Cómo ve el panorama en la región de América Latina y el Caribe para este año, que comenzó con la fuerte crisis de seguridad en Ecuador y que estará marcado por varias elecciones presidenciales?

– En América Latina y el Caribe retrocedimos previo a la pandemia con la llegada de los gobiernos conservadores. Eso es factual, no es una opinión. En crecimiento, en inflación, retrocedimos. Nos llegó un golpe, que fue la pandemia; y después nos llegó la inflación, incluso a países sin tradición inflacionaria. Eso se mezcla ahora con una crisis, que es aguda y que ya existía, de seguridad e institucional. Para decirlo en simple, creo que América Latina y el Caribe volvimos al infierno y, al mismo tiempo, voy a contar hechos: somos la región probablemente más rica en biodiversidad, en recursos naturales y somos inaudibles en el mundo. En el G20 no somos invitados permanentes. África, en cambio, sí lo es. Creo que el ex presidente de Argentina Alberto (Fernández), ahora encabezado por Lula y otros presidentes habían permitido que se escuchara y que la guerra en Ucrania, más lo de Hamas (N de R: la guerra con Israel), reinstaló a América Latina en un lugar nuevo. Veo a América Latina incendiada y con contradicciones. (El presidente de Argentina, Javier) Milei en Argentina, Lula en Brasil; y podríamos jugar sin parar con los opuestos. Los países con elecciones este año como Venezuela, México, República Dominicana, Panamá y Uruguay, creo que van a tener resultados más bien favorables a las ideas humanistas. Dicho en simple, es raro el escenario. No es tan evidente…no es que puedas decir “hay un ciclo de derecha”, ¿no?

– Hizo referencia a una crisis institucional que se vive y en otra entrevista reciente también habló sobre una ola impugnatoria hacia el Estado y hacia la democracia, de la fragilidad del Estado y de la fragilidad de la seguridad. ¿Podría explicar de qué se tratan esos conceptos y cómo se llegó a este escenario?

– Creo que el Estado no resuelve los temas básicos de la seguridad en muchos países de América Latina y que la democracia es muy difícil de valorar porque es lenta, gris, mientras la sociedad de consumo va mucho más rápido que la democracia. Y los más jóvenes, con toda razón, dicen, se demoran un siglo en aprobar una pinche ley a la vez que creen que en un minuto empujan los límites de la sociedad, que es cierto en la tecnología, pero no es cierto en lo social. Dicho esto, creo que hay una crisis con el Estado y la democracia. La democracia es un voto que se expresa con una fuerza muy ruda. Entonces, hay un error a mi juicio en el mundo de izquierda o progresista -con el peronismo soy más cuidadoso porque tiene sus particularidades- en afirmar que la votación de nuestro plebiscito constitucional o de Milei son votaciones basadas en un voto de gente ignorante o que está desinformada. Al contrario, creo que es una sociedad mucho más informada, otra cosa es que sea con información de calidad. La palabra que define es frustración. Creo que hay una gran frustración en la sociedad, que no es lo mismo que desinformación. Hay una izquierda que plantea que es un tema de educación cívica. No estoy tan seguro…Creo que hay una ola impugnadora que explica los triunfos, hay que saber entender por qué ganas. ¿Ganó Milei porque los argentinos son ignorantes? No creo que haya ganado por sus ideas, sino por una fuerte identidad de cambio y de insolencia, a mi juicio, sin rebeldía. Una insolencia vacía. Si uno va en aguas más profundas, hay un hambre de cambio muy radical. Eso es todo. Que no es poco, pero hay que saber representar ese cambio.

– ¿Es posible revertir ese proceso de desencanto, de frustración, de crisis de la ciudadanía con respecto al Estado y a la democracia?

– Primero que los que gobiernan empiezan con promesas, después empiezan las explicaciones. Le pasó a (el expresidente republicano de Estados Unidos Donald) Trump, le pasó a (el expresidente brasileño Jair) Bolsonaro, les pasa a todos los jefes de Estado que llegan con ola impugnatoria y terminan teniendo que gobernar dentro del Estado y con la democracia. Lo que quiero decir es que la promesa de destruir al Estado se cae en dos minutos, porque el mercado necesita al Estado para pagar las facturas, para cobrar las deudas. Se hace una discusión muy primitiva, pero no me parece que sea el debate. Creo que el problema, a mi juicio, de esa extrema derecha, Bolsonaro, Milei, (el excandidato a la presidencia de Colombia Rodolfo) Hernández en Colombia, (el líder del Partido Republicano, José Antonio) Kast en Chile, es su provocación genocida, de admirar genocidios, de admirar la tortura, es de una violencia…Bolsonaro llegó a justificar la violación a los derechos humanos de (la ex presidenta del Brasil) Dilma (Roussef). En el fondo, son de un odio… Aquí hay una vicepresidenta que, entiendo, ha justificado las violaciones a los derechos humanos y en Chile igual. Mi adversario, Kast, fue a homenajear a un tipo que está condenado a mil años de cárcel, que mató a mi padre, entre otros, que le puso ratones en la vagina a las mujeres para la tortura. Eso es el fondo de la discusión con ellos. Las ideas se van a caer solas, no se van a sostener esas ideas, no se sostienen.

– En este contexto, además de las elecciones que ya se mencionaron, también habrá en Estados Unidos y en El Salvador, con dos figuras representativas del surgimiento de estas extremas derechas, como Donald Trump y Nayib Bukele, que también son aliados de Milei y Bolsonaro, ¿cómo piensa que pueden llegar a impactar en la región?

– Bueno, todos pensaban que el triunfo de Milei iba a incidir en el plebiscito chileno e inmediatamente perdió Kast. Aguas más profundas podríamos discutir por qué ganamos, pero eso es otra discusión. En la superficie, la evidencia nos demuestra que no hay una lógica implacable. En Estados Unidos, las encuestas dan de vencedor a Trump, pero los demócratas han ganado en los estados. Entonces tampoco es tan evidente. Las encuestas dan lo que dan, pero la votación la han ganado los demócratas. Creo que hay una gran demanda de cambio y de autoridad y creo que cuando hay escasez o percepción de escasez, se pide autoridad. Y cuando hay abundancia se pide distribución. Y creo que estamos en un momento de escasez. Otra pregunta es si la economía latinoamericana va a crecer. Está previsto que lo haga 2 puntos y, el mundo, 3. Chile va a crecer 1 punto, el año pasado crecimos 0,1. Si estas previsiones se cumplen, va a seguir una gran demanda de cambio con autoridad. ¿Quién representa la autoridad? Bukele en El Salvador; aparentemente, Trump en Estados Unidos. Hoy pareciera que representa a Milei más que (Sergio) Massa. Hay una demanda contradictoria que es no más Estado ni más democracia, es más orden. No quiero más democracia, quiero orden sin democracia. Quiero menos Estado, pero quiero más orden.

– ¿Cómo le parece que tienen que responder la izquierda y el progresismo latinoamericano a esta situación?

– Creo que nosotros nos hemos vuelto conservadores, por buenas razones. Nos ponemos a defender al Estado y a la democracia. Entonces, la insolencia son ellos. Toda esta entrevista he hablado como conservador. En vez de nosotros ser los grandes transformadores, dijimos: se requiere el brazo del Estado y democracia, mientras ellos dicen que no. Dicen barbaridades como “se puede vivir sin democracia”. La frase más estúpida que he escuchado en mi vida es “la libertad libre”, pero esa formulación aparece más insolente que el que te dice “la libertad debe ser formal y regulada”, entonces yo soy conservador y él es el insolente, ese es un primer problema. El segundo es que también somos los que defendemos el brazo del Estado. Nos volvimos defensivos, mientras el Estado, efectivamente, tiene insuficiencias. Por poner un ejemplo, en estos días extraditaron de Argentina a la esposa de un narcotraficante ecuatoriano que también pasó por Chile. Lo tercero, hay una discusión nuestra, interna y estratégica: la confrontación o no con ellos. Nuestro adversario ya no es (Mauricio) Macri, no es (Sebastián) Piñera, no es (José María) Aznar. Es Vox, es Milei, es Kast. América Latina tiene un problema: Bolsonaro se depredó a la derecha clásica, Vox a la derecha al Partido Popular, Milei a Macri, Kast a Piñera. Ese es el problema. Hay un sector que te dice que “hay que proponer”. Yo he escrito 10 libros con políticas públicas, ese es un camino. Otro es la confrontación, es enfrentar a Kast. Pero de frente.

– ¿Y en cuanto a la crisis de seguridad, qué herramientas hay, si es que existen, para enfrentarla? De un lado, aparece el modelo autoritario planteado por las extremas derechas y, del otro, ¿sería un modelo más interdisciplinario?

– Depende, en toda América Latina es distinto. Lo primero, lo factual: en sociedades sin maras, más o menos occidentales, la derecha fracasó. Ahora, uno asocia a la derecha a ofertas de autoridad y nosotros de distribución, ¿de acuerdo? Ese debate lo perdemos, porque la derecha trata la seguridad como un tema complicado y nosotros como un tema complejo. Complicado fue llegar hasta acá en taxi. Complejo es resolver la seguridad, son dos universidades distintas. La derecha lo trata como un tema complicado y pone militares en la calle y listo. Lo hizo (José Luis) Calderón en México, ya sabemos cómo terminó. Y la complejidad es lo que hizo en Ecuador Rafael Correa con más cárceles, rehabilitación. Lo que tú dijiste, es más interdisciplinario, que es injusto, pero está bien. Es una discusión infinita, pero las peores crisis político-institucionales las tuvieron las derechas, no las tuvo la izquierda. Diría que tenemos algún terreno que recuperar, que hay que incorporar a los derechos sociales la seguridad, que no está, para decir que llegar a tu casa también es un derecho. Nosotros no lo hemos puesto en el top 3 de prioridades. Y, una cosa más, en materia de seguridad, todo crimen organizado se trata de globalización. ¿Cuántas veces se va a reunir Milei con (Nicolás) Maduro a hablar de seguridad? Yo creo que nunca. Este es uno de los grandes temas, ahora, Interpol se volvió esencial, ¿y la Ameripol (N de R: la Comunidad de Policías de América, creado en 2007)? Hay un tema con la coordinación, encuentro muy rico el ejemplo que pasó ayer: la mujer (N de R: del líder de la organización narcotraficante del Ecuador) está acá y pasó por Chile. Parece una obviedad, pero eso se enfrenta con integración, con bases de datos, servicios de inteligencia que conversen. Y, es obvio, la desintegración afecta a la seguridad, si hablamos sobre el crimen organizado. Me parece, ahí sí, que la derecha va a perder. En el crimen organizado nosotros tenemos mucho mejor respuesta que ellos.

– La integración de la región es un tema que Lula intentó instalar desde el principio de su mandato, incluso con la reinstitucionalización de la Unasur, pero pareciera no haber resultado mucho, ¿cuán posible ve que se siga impulsando ese proceso?

– El voluntarismo, la esperanza me lleva a decirte…Ha estado muy complicado. He trabajado cuatro años a tiempo completo en esto. Hay que distinguir tres cosas: la Unasur, que efectivamente lamento que haya costado tanto. Ha sido muy difícil, por explicaciones jurídicas, por torpeza, por vanidad…presidentes nuestros han dicho que quieren que sea de otra manera, otros han dicho que no todavía. Lacalle Pou de manera astuta dijo sí, pero, calma. Entonces es una especie de pesadilla. Todo el mundo dice es fundamental, pero… La segunda es la no institucionalidad. Eso es un fracaso. Una derrota de todos los gobiernos de derecha e izquierda. Y, la última, me preocupa algo más concreto. Ordenar y armonizar lo que se llaman los organismos subregionales. Aladi, Mercosur, ProSur, Unasur, ALBA, CARICOM, la Comunidad Andina. Son diez en total los organismos. Cuando construimos el grupo de Puebla en mi top dos de tareas estaba la integración, no se pudo.

– Entonces, con este panorama, ¿cómo debe pensarse desde los progresismos, desde la izquierda, de ahora en adelante, en este año?

– Creo que hay una insolencia vacía que representan los proyectos de extrema derecha y que el error ha sido no confrontarlo. El error es creer que es un producto de la ignorancia y que es un fenómeno del 10%. Me impresiona mucho cómo al progresismo le cuesta anticipar que la insolencia ya no nos pertenece, la tenemos que disputar. Éramos los insolentes del continente y ahora somos los conservadores. Lo paradojal es que el mayor de todos los presidentes es, probablemente, el más sólido: Lula. Lo interesante es que tiene 78 años, que es su séptima campaña a la presidencia y la quinta vez que está en un gobierno, éste es finalmente el más sustantivo en su rebeldía o el que tiene hoy día mejores condiciones. Hizo audible América Latina de vuelta. Tengo la esperanza de que el 2024 sea el gran año en que pueda liderar todas estas pendientes. El Congreso de Brasil es una prueba enorme de poder de Lula, logró convocarlos a todos. Y yo, con mi grano de arena, seré un soldado del camino que ellos recorran, porque creo que ellos tienen la legitimidad, el tamaño, la fuerza y la lucidez. Cuando creamos el Grupo de Puebla fue, justamente, cuando había un vacío y perseveramos con cero recursos ante el Grupo de Lima, que ya casi no existe y el ProSur, por poner ejemplos. Discutíamos largamente y hemos ido corriendo el cerco. Hay que volver a empujar los límites de lo posible. Estoy convencido que el progresismo es eso. Es crear riqueza, distribuirla. Como dice un francés, audacia, siempre audacia.

Fuente: El Destape