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Columna | ME-O, el muñeco diabólico – por Ignacio Bustos

ME-O Chucky

Hay mucho en juego, pero el sistema político chileno se ha esforzado, consciente o inconscientemente, por hacernos creer lo contrario. Desinflan las elecciones, vuelven indistinguibles a los candidatos, peor aún, han vuelto indistinguibles sus banderas, sus valores y posiciones. Están convirtiendo la historia en el sueño de Frías-Valenzuela, un suceder de anécdotas elitarias: gobiernos intrascendentes, proyectos constitucionales irrelevantes y primarias sin participación, para que después llegue a la papeleta alguien que no era bueno para la política, sino que, para manejar sus partidos, y, por tanto, con el deber de representar gente que él no conoce y que tampoco lo conocen a él. O, ya en la pesadilla máxima, para que termine llegando al poder, alguien desde afuera de la política, sin saber de qué se trata esto y que acabe, queriendo o sin querer, regalando el país, como en Argentina.

Frente a ese devenir de la política como lo indistinguible, hay un personaje que se esmera por hacer dentro de ese caos, distinciones. Por fuera de los partidos, los puestos y de las instituciones, Marco Enríquez-Ominami, sigue ahí, de porfiado, poniendo sobre la mesa sus valores, sus posiciones, sus estrategias y los cambios en esas estrategias.

Lo han tratado de matar a Marco muchas veces, pero él es como Chuky, el muñeco diabólico, a quién todos tratan de matar durante toda la película -la película se trata de eso-, pero al final, cuando creen que por fin lo han logrado, y cuando nadie está mirando, salvo el público, el muñeco, que sigue vivo, abre un ojo. Marco también, pese a las decenas de trampas de los políticos de siempre, a través de fiscales y medios de comunicación corruptos, hasta en los peores momentos, Marco siempre ha logrado abrirle un ojo a la gente, y comunicar, usando cada espacio, cada pedacito de pantalla que le presten, para hablar, para explicar.

¿Por qué lo quieren matar? porque muestra las banderas, no tira la pelota al córner en los temas en los que no hay consenso, y al revés, se concentra en ellos, porque es un animal de la política y eso hacen los políticos cuando son animales, construir acuerdos sobre los disensos: distinguir. La vieja y la nueva concentración se felicitan por haber tomado siempre el camino fácil: acordar políticamente aquello en lo que ya estaban de acuerdo, y el resto abultarlo debajo de la alfombra. Como muestra un botón; Ya son tres los gobiernos que le han arrastrado el poncho a la reforma al sistema de pensiones.

Cuando la gente deja de entender las diferencias entre uno y otro proyecto político, lo que se le presenta es el caos. El caos es la indiferenciación. Marco lo que propone es identificar el disenso, y poner la mesa para el debate, haciendo un llamado a la cultura histórica del país, que en simple es lo que llamamos patria. Ese es el acuerdo básico. Es por la patria que tenemos que resolver el problema de salud pública que significa que las mujeres no puedan abortar con seguridad en Chile. Es por la patria que tenemos que resolver los problemas de Educación, de salud, de la crisis del agua, de los derechos indígenas, de una reforma constitucional. Es por la patria porque de lo que se trata la patria es del bien común, de que vivamos bien todos juntos.
En las encuestas Marco siempre aparece, sigue marcando entre 3 y 4 puntos en mención espontánea. Los programas de TV populares lo adoran y lo invitan constantemente, pero la prensa tradicional parece renuente a darle el mismo espacio. Ante esta contradicción, Marco no se ha dado por vencido. Ha tomado las redes sociales por asalto, y en TikTok es un fenómeno. Los analistas han dicho: “Chile quiere ver a Marco en el debate pero no de Presidente”, puede ser. O También puede ser que las circunstancias, que cambiaron radicalmente durante los últimos años, dicten otra cosa. Un liderazgo popular, que comunica por Tiktok con naturalidad, en un contexto de voto obligatorio, que ha sabido resistir y que sigue siempre ahí, porque es un animal de la política, tal vez, se convierta por fin, como AMLO que fue primero candidato tres veces, o como Lula que fue cuatro, en una sorpresa. Pero claro, en una de esas sorpresas buenas, de esas que se esperan.