Marco Enríquez-Ominami
El presidente de China, Xi Jinping, declaró hace algunos meses ante los gobernantes de la CELAC que su país invertirá unos US$250.000 millones en América Latina en los próximos 10 años para aumentar su presencia en la región. Para el crecimiento chino, la materia prima latinoamericana (petróleo, soja y nuestro cobre, ente otros) es indispensable. Sin embargo, el principal socio comercial chileno hasta ahora no muestra demasiado interés en ampliar su esfera de influencia más allá de la extracción de recursos naturales y ampliar el mercado para los productos chinos.
Frente a esta realidad, unido a la depreciación del yuan la semana pasada y el riesgo que esto significa para nuestra producción, cabe cuestionarse hasta qué punto la íntima relación comercial chileno-china pasa de ser una oportunidad a una amenaza. Si con la devaluación, China busca ganar mayor competitividad para sus exportaciones, resulta evidente que nuestro mayor socio pone en aprietos parte de la producción chilena y que la diversificación de los mercados resulta vital.
Lo ocurrido con la industria del acero es muy sintomático de los desafíos que enfrentan las economías latinoamericanas. La importación de acero chino en México aumentó en un 85% durante el último año, generando el despido de miles de trabajadores de la industria acerera mexicana, lo que ahora debiese verse intensificado con la caída en el precio del yuan. En Chile, la cotización de la Compañía de Aceros del Pacífico (CAP) cayó dramáticamente y en la actualidad se tramitan doce demandas latinoamericanas contra China por el precio del acero.
Si consideramos que aproximadamente un tercio del cobre chileno se vende a China, y que esto no significa necesariamente para Chile un retorno en tecnología o conocimientos, cabe cuestionarse la calidad de esta alianza. Es claro que el principal desafío chileno, y también latinoamericano, es superar el esquema de economía extractiva, pero a pesar que esto aún no ocurre, resulta indispensable mejorar desde ya la calidad de nuestros vínculos comerciales, otorgándole también un contenido científico y tecnológico que estimule la adquisición y generación de conocimiento.
Superar un esquema fundamentalmente extractivista y rentista, casi siempre asociado a empleos precarios y deterioro del medio ambiente, supone una política integral de fomento a la investigación científica que tome en cuenta también la política de alianzas comerciales y su conveniencia a largo plazo para el desarrollo del país. La preocupación derivada de la devaluación china debe llevarnos a discutir no sólo las medidas a través de las cuales minimizar su impacto en la economía chilena, sino al debate de fondo acerca del tipo de productos que queremos exportar, el conocimiento que necesitamos adquirir y la tecnología que debemos desarrollar.
Una nueva política integral de alianzas comerciales y culturales que generen conocimiento, permitan el desarrollo de ideas innovadoras y el uso de tecnología de vanguardia, permitirá no sólo compensar los desajustes provocados por los vaivenes de la economía mundial en la que nos encontramos insertos, sino también ir cambiando de manera definitiva la matriz productiva nacional.