por INÉS ENRÍQUEZ Y ANDRÉS LÓPEZ DEL ALCÁZAR:
La angustia de las cúpulas por encontrar o contratar un candidato presidencial “competitivo”, flexible y carismático –preferiblemente, tal vez, sin mucho tinte partidista–, les dificulta resolver el obscuro crucigrama desarrollado por sus propias obsesiones esquizofrénicas y en un ámbito donde no faltan los profetas y dictadores de cátedras: tener que pedirle al electorado, ignorado e ignorándolos como ciudadanos; burlando leyes en general, como ya lo hemos vivido ampliamente, y en especial las de tipo electoral que son clave en estos momentos, mal hechas astuta e intencionalmente por ellos mismos, y así anunciando un grandioso y prometedor futuro, mientras se hunden en el presente.
Los dirigentes políticos y los aspirantes-suspirantes presidenciales presumen conocer el país y el sentir de la ciudadanía chilena como la palma de sus manos, pero la realidad es que se les escurre entre los dedos. Presumen contar con fantásticas fórmulas de solución a los problemas, aun cuando no tienen claro los problemas, o sea, “no saben que no saben”. Critican, atacan y desprestigian a sus posibles adversarios pero, sin embargo, calcan lo que aquellos están haciendo. Aseguran que en sus organizaciones o en sus partidos todos caben, pero repudian a quienes les compiten desde dentro de sus organizaciones. Temen un incendio, pero les tienta iniciar un fuego local. O sea, estamos en un momento político en que los líderes tienen un gran vacío de liderazgo, los dirigentes no dirigen, los gobernantes no gobiernan, los servidores no sirven, y los altos funcionarios no funcionan, y lo que es más grave, los suspirantes candidatos no son para nada estúpidos, pues todos ellos se declaran estadistas “encubiertos”. Ya lo sabemos, la diferencia entre ellos es minúscula, de matiz, y no de grado. Confiar en que quienes han denigrado y denigran diariamente con sus corruptelas y falta de ideas la vida política van a llegar a rescatar la política digna, ética, grande y decente, es como pedirle a un pirómano que no apague su cigarro en un bosque marchito y seco; buscar entre pares a alguien que sea distinto es elegir donde no hay que hacerlo, salvo muy raras excepciones.
La crónica de cuanto sucede hoy en Chile en estos días es una nota cronológica de un régimen insepulto. «¡Pero aún hay patria ciudadanos!». En el panorama político actual tenemos un candidato que a todas luces es el más preparado y con proyecto político a la altura de la situación chilena. Marco Enríquez-Ominami presenta un programa bien estructurado, notablemente delineado, con propuestas sustanciales; Enríquez es el candidato de centroizquierda mejor preparado para la actual coyuntura de caos y desorden político que se perciben claramente en Chile. Candidato bien formado y de gran capacidad intelectual, Marco Enríquez-Ominami se encuentra haciendo gran política, lejos del espectáculo circense de las descalificaciones y falta de ideas y propuestas de envergadura, y a la altura de las enormes necesidades de Chile en donde hoy el sistema induce sencillamente a que únicamente se trata de ganar, y luego ¿Qué sigue?. Pues Enríquez-Ominami no está en ese plano ni forma de actuar como candidato a la presidencia; ha entrado al terreno de resignificar la política con una visión moderna y de envergadura de las relaciones internacionales, con propuestas económicas originales, pensadas y en ocasiones, obscenamente copiadas por los otros candidatos aspirantes, unos en forma oculta, otros en abierto descaro. Marco y las bases de su partido (Partido Progresista, PRO) han entrado de lleno, en una posición de gran apertura, a conformar alianzas, llamados a apoyar su candidatura a las bases de los partidos tradicionales, y a acordar apoyos para los candidatos al parlamento de los diferentes partidos y frentes políticos y organizaciones sociales, en un proceso parecido al que realizó, atrás en la historia, Martin Lutero, en el sentido de abandonar la tiranía de las burocracias. Esta postura de Marco le ha ganado las iras, como es de esperar, de los dirigentes que luchan por no perder sus privilegios y la posibilidad de continuar en la corrupción en su calidad de empleados menores de las empresas transnacionales. Su programa, el del PRO, diseñado y organizado con base en consultas ciudadanas realizadas sistemáticamente sobre temas fundamentales para la vida social del país – en el clima de paz y armonía tan anhelado por la sociedad chilena – es coherente, sólido, inclusivo, respondiendo a las necesidades económicas, sociales, culturales, de justicia en cuanto a su viabilidad e implementación para alcanzar los objetivos que se ha propuesto. Lo más relevante del discurso de Enríquez-Ominami es el estar enterado de cómo llegar a esos objetivos a partir de saber cuál es la situación actual y con qué cuenta; es decir, ha diseñado una estrategia para cumplir los anhelos que la ciudadanía exige.
En suma, Marco Enríquez-Ominami presenta una verdadera avalancha de nuevas propuestas generadas en conjunto con su Partido Progresista y en consultas ciudadanas, que han significado hacer gran política, como, por ejemplo, en política exterior, el encuentro de Marco con Evo Morales en Bolivia, que en el caso de ser elegido presidente, abriría un mundo muy promisorio para el norte de Chile, la propia Bolivia y Perú, y que podría significar un gran ejemplo sobre cómo rediseñar y llevar a cabo la política de relaciones exteriores con el resto de América Latina. Esta postura implicaría relaciones de paz, armonía y colaboración a niveles superiores e insospechados entre todos los países de la región; que se traducirían en convenios de venta de gas, mejores acuerdos comerciales, y de amistad, solidaridad y colaboración entre sus pueblos y gobiernos, entre otros beneficios. Podríamos estar en los albores de nuevas relaciones con nuestros vecinos, hoy tan abyecta y torpemente manejadas, pues Chile se encuentra enemistado con la mayoría de ellos, y con otros países de la región en relaciones absolutamente frías o francamente congeladas. La propuesta del PRO podría implicar una renovada y transparente forma de hacer política exterior, sin dobleces ni cartas ocultas, sin recurrir a amenazas ni a intermediarios, como lo son las cortes internacionales cuyos fallos, si son adversos, le pueden significar altísimos costos monetarios a nuestro país. Otra de las propuestas de Marco y el PRO de hace unos días fue la de llevar una lista parlamentaria única, que reuniera a todos los partidos de la centroizquierda y la izquierda; actualmente, debido a los vaivenes de la política y sus actores, el PRO varió su postura inicial, proponiendo llevar dos listas dentro de la centroizquierda, (excluyendo al Frente Amplio, que es uno de los partidos de la izquierda recientemente formados). Igualmente sigue habiendo un llamado del PRO a las bases de los partidos, al pueblo chileno a que participe en las elecciones con su voto y/o sus candidatos. Es un incipiente giro hacia la democratización de los partidos u organizaciones sociales, que significa terminar con el verticalismo y obediencia ciega a los mandatos de las directivas burocráticas, que impiden a cualquier costo la unidad de una izquierda auténtica. (Vale recordar que Allende demoró más de 40 años en lograr ese mismo objetivo). Es un paso que puede ir más allá de la vida política partidaria y expandirse a los ámbitos de la vida social y alcanzar incluso a la vida privada, pues la política define la vida individual. Todo en aras de una sociedad más democrática, igualitaria, segura y feliz.
Sin adelantarnos a posibles éxitos, pues no podemos asegurar que haya un alumbramiento, el sólo hecho de que Marco Enríquez-Ominami y el PRO hayan planteado esta idea de unir fuerzas en el ámbito electoral-parlamentario dentro de la centroizquierda y la izquierda es ya un avance, pues remueve las conciencias receptivas cual semilla que inicia su camino hacia el crecimiento. Se trata entonces de hacer que un aparato ineficiente e indiferente esté dispuesto a sentarse frente a la ciudadanía, escuchar sus demandas, sus necesidades urgentes, y a dar respuestas claramente satisfactorias. Puede ser un paso “urbi et orbi”, ya que no solamente la élite gobernante ha estado en una guerra verbal y mediática por mantenerse en el poder y defenderse de acusaciones que han cuestionado su esencia misma como gobierno democrático y comprometido con las metas planteadas a toda una nación, sino que la sociedad en su conjunto se ha visto afectada por los conflictos de intereses dentro y fuera de sus esferas políticas, sociales y familiares. La gran tarea colectiva urgente ahora es no sólo detener la corrupción y satisfacer las necesidades del pueblo, sino que además darle un sentido hacia la reparación y reconstrucción de Chile. Y en esta misión, Marco, el PRO y sectores de la sociedad civil están indiscutiblemente en primera línea.