Por: Marco Enríquez-Ominami
«Thomas Stearns Eliot escribe:
«El hipopótamo de grandes ancas
reposa sobre la panza en el fango.
Si bien parece muy sólido
es meramente carne y sangre.»
El Capital es ese hipopótamo. Sobre su panza en el fango parece muy sólido. Inexpugnable. Pero los progresistas sabemos que es meramente carne y sangre. Que es solamente mercado. Simplemente intercambio. Para los progresistas el Mercado es parte de lo social y la historia es siempre historia humana, porque nada hay más allá de la voluntad de los hombres. Esa es la gran definición del progresismo. El Capital supeditado a la voluntad y a los intereses de lo social, y esa es la definición que agrupa las voluntades que se articulan hoy en el Grupo de Puebla.
Porque el análisis de sus miembros es interesante. Probablemente ninguno se parece entre sí, pero todos se parecen, en su utopía, a ese desenlace progresista. El Foro de Sao Paulo nació también bajo un influjo similar, pero en un contexto distinto. Era 1990 y la izquierda y sus movimientos sociales veían caer el muro de Berlín, la instalación sin contrapesos del neoliberalismo, y un camino lleno de ripios para pasar de una dictadura que se enfrentaba con las armas, a una democracia que se construía con acuerdos y partidos. El foro, entonces, permitió a la izquierda volver a modular un horizonte de integración latinoamericana.
En defensa de idiotas útiles y estúpidos progresistas
Hoy el contexto es otro. Luego de un lustro de derrotas electorales y asedios judiciales, el progresismo vuelve a brillar como una esperanza en el horizonte político latinoamericano, sin embargo, en ese brillo hace falta, esta ausente, la reflexión sobre Latinoamérica. El Grupo de Puebla quiere reconstruir la articulación política latinoamericana como parte indispensable de la práctica política transformadora del progresismo. El progresismo pensado localmente debe, para ser exitoso, necesariamente, pensarse de manera articulada en el contexto latinoamericano.La derecha lo hace muy bien. Articula medios de comunicación y fiscales, y con el lobby articula los intereses de las grandes corporaciones en decisiones que parecieran ser tomadas por el Estado.La izquierda, en cambio, parece haber arrancado la unidad como parte de su identidad.
Y esa unidad que es, probablemente, una de las grandes lecciones de la década progresista ganada, es la que propone reconstruir, nuevamente, el Grupo de Puebla, pero actualizada, porque se plantea ya no como la famosa nube de mosquitos que quiere derrotar al hipopótamo. Lo que el Grupo de Puebla propone no es vencerle, sino que, más bien, domarlo, entre todos,a ese hipopótamo.
Fuente: Perfil