Por Pedro Romero y José Romero
Las continuas pantallas de la cuarentena pusieron en escena una relación conflictiva entre salud y economía. Para algunos la confrontación es histórica y no muy distante de los conflictos que la economía suele tener con la educación, la vivienda, el trabajo o directamente con la política.
Después de muchas décadas, economistas -mediáticos o no- soportaron una pléyade de azotes académicos ante un razonamiento básico y contundente: «El PBI se puede recuperar, una vida no».
La economía jamás soñó con un enemigo tan obstinado y acérrimo como las ciencias de la salud en su nueva versión pública. Junto a explicaciones sobre curvas de contagio y consejos de cuidado se reconfiguraron los límites de lo público, una nueva forma de entender la común y hasta una re-constitución de la solidaridad.
Debemos ser sinceros, de la mano del discurso científico de la vida, el Estado recuperó un olvidado poder de convicción sobre lo común. Volvió a ejercitar, como hace mucho no lo hacía, sus posibilidades de persuasión colectiva.
Miles de muertos resultaron la paga de la desobediencia en las catedrales de las finanzas globales como lo son Nueva York o Londres. El desconcierto fue tan grande que hasta el Financial Times clamaba en una de sus tapas por un nuevo Plan Marshall. ¡La prensa heredera de Adam Smith rogando por desagravio a Lord Keynes!.
Ahora bien, este dato tan sencillo como evidente, se nos antoja el eje estructural sobre el que se han de trazar las prospectivas políticas de los nuevos escenarios. Las preguntas son claras: ¿cuál es el contenido irreductible que la bio-medicina aportó a la política permitiéndole reconstruir su mandato? ¿Cuál es el nudo imbatible que pudo con el hegemónico discurso económico?
Comenzaba la década del ’80 y Margaret Thatcher respondía a un periodista con una frase, luego convertida en slogan político: «¿Sociedad? ¿Qué es eso?». Al año siguiente su socio americano Ronald Reagan lanzaba su campaña política con otro interrogante y una fulminante respuesta: «¿Cuál es la peor frase que usted ha escuchado en idioma inglés? «We are the State and we come to help you»
Se hacía palpable con ellos una instancia política y económica global que penetró como un dogma todos los ámbitos de la vida común. El largo recorrido de las formas políticas colectivas había dejado un cierto gusto amargo y una fuerte sensación de frustración. Las cosmovisiones ya no eran suficientes para estructurar lo común. Las dimensiones de Espacio y Cantidad que contenían las expresiones de la Razón y el Pueblo mutaron en Tiempo y Diversidad que abarcarán a la multitud y el individuo.
Así, sin ataduras ni contenedores colectivos contundentes, el amo individual era invitado a disfrutar de la revolución de las comunicaciones, el mérito y el entretenimiento. Pronto la economía terminó su disputa con la política de la mano de una implacable lectura de lo individual, lo privado, la eficacia y la eficiencia. Los conceptos tradicionales de lo colectivo sufrirían un arrinconamiento paralizante y ocasionarían «resistencias» ardientes pero solo reservadas a los excluidos del banquete y tambien del brindis.
Finalizando en siglo XX y en los inicios del XXI aquel modelo llamado orden neoliberal comenzó a mostrar signos de agotamiento. En distintas zonas del globo nacieron diversas conformaciones políticas populares junto a otras preexistentes, consiguieron el acceso al poder. La memoria moderna dividió el escenario entre fuerzas de derecha o neoliberales y fuerzas de izquierda o populares. La acción política de las izquierdas vivió la impronta de tres lógicas que construyeron su propia identidad :
a- «La lógica de la resistencia» fruto del método, las circunstancias y los impedimentos en el acceso al poder.
b- «La lógica de la reparación» producto de los valores de su propia prédica en el encuentro con realidades adversas una vez alcanzado el gobierno.
c- «la lógica de la interpretación descendente» que acompañaba la intervención estatal como portadora de igualdades sociales.
Más allá que los matices y diferencias de contexto son amplios y admiten lecturas puntuales en cada Estado nacional, América latina resultó una de las regiones más homogéneas en la consolidación de una alternativa. Sin embargo, estas tres logicas señaladas (resistencia + reparación + interpretación descendente) es identificable en todos los casos. Los logros alcanzados son estadísticamente innegables, así como la conservación de un apoyo sólido en vastos sectores sociales. Sin embargo, sus derrotas electorales abrieron profundos interrogantes: ¿los problemas estaban situados en la conducta pública- transparencia-lawfare-, en el desencuentro con el ecosistema de medios, en la concertación con las corporaciones económicas? ¿El éxito solo solo se circnuscribe en torno a liderazgos únicos e irremplazables ? ¿La falla se constituyo en torno al diálogo con la globalización? ¿Recuperar el poder supone la construcción de una versión higiénica que incorpore los puntos débiles de la agenda mediática de la derrota?
Las respuestas son múltiples y exceden al nudo de breve ensayo. Pero en nuestro pensamiento tan libre como silvestre, se nos antoja recuperar una explicacion. Tal vez alli podamos encontrar un punto nodal para este presente y su por-venir especialmente en nuestra región.
Somos propensos a pensar que la reparación emancipatoria de vastos sectores sociales no siempre incluyó con claridad y eficacia todas las dimensiones de las demandas de los reparados. En otras palabras, las mejorías materiales no presentaron siempre un camino de salida que se diferencie de la conformación de «nuevas subjetividades neoliberales».
Un político argentino reclamaba perplejo en off, una explicación de por qué las politcias dsitribuitivas no traían exitos electorales. Otro no lograba argumentar la baja aceptación electoral en los adultos mayores cuando las políticas para el sector habían ampliado derechos. Quizás haya que pensar que recuperar el Estado no es suficiente si el programa a proponer responde a viejas «momias conceptuales» como decía Nietzsche.
La pandemia indica que nada volverá a ser igual. ¿Cómo será lo nuevo? Es muy dificil conjeturar y preferimos tomar distancias de las ansiedades editoriales o a la mera expresión de los deseos. Pero algo se manifiesta como claro y evidente: El indiscutible aporte del discurso bio-medico público y colectivo a la nueva política merece atención.
La equilibrada consideración de lo individual y su articulación en lo colectivo no es una verdad tan sencilla de reproducir sin el Covid-19, pero abre un camino profundo nada desdeñable. Este es el dato más sobresaliente del presente. La recuperación del Estado y lo público tan valorado en estos tiempos hasta por ortodoxos economistas encierra una pregunta axial: ¿Qué hay de nuevo para proponer?.
No habrá colectivos que consoliden una nueva ecología de la justicia sin una política que contenga los protagonismos individuales. La vivencia cotidiana es una invitación a despejar los prejuicios. Sucumbe el individuo egoísta y calculador predicado por el neoliberalismo pero también las instituciones colectivas consideradas como sociedades anónimas.
Pongamos un ejemplo polémico para terminar: nuestros mejores médicos estas en el frente de batalla de la pandemia y sin que medie la más mínima protesta y acompañados por aplausos, se anunció un plus salarial para todos ellos en forma de reconocimiento e incentivo. ¿El incentivo es el único motor de la economía? No. ¿Es una forma neoliberal de discriminación? Tampoco.
Es, en este caso, un reconocimiento colectivo a personas que se esfuerzan por un bien valorado por todos…….. La historia recieinte mostró a un Estado que no advirtió la excesiva homogenización de lo común y al mercado que promovió la desintegracion del individuo. He aquí las tensiones del debate de los tiempos por venir.
Fuente: La Política Online