En política, representar significa mucho más que ese “poder simple” que le dejamos a un amigo para que haga un trámite en nombre nuestro. En política, representar implica que el político que se atreve a pedir tu voto debe hacerse responsable por ese llamado que hizo a que confiaras en los ideales, propuestas, dichos y proyectos que se comrpometió a liderar, en tu nombre, en nombre de tu bandera y con tus impuestos. Representar, como sostiene Hannah Pitkin, es un pacto de responsabilidad entre electores y elegidos, que implica rendir cuentas materiales y morales.
Rendir cuentas es difícil, especialmente para gente como yo, que lleva tanto tiempo en política, o como la alcaldesa Evelyn Matthei, que lleva más tiempo todavía, y que ha sido también más veces que yo candidata, porque es imposible, después de tanta agua bajo el puente, de tantas circunstancias, no haber cambiado de opinión aunque sea un poco, para no pasar por testarudo por último. Yo, por ejemplo, todavía creo que es importante cambiar la constitución de 1980, por su ilegitimidad democrática- de hecho fui el único candidato presidencial que se atrevió a llamar a marcar su voto con una “AC”. Sin embargo, después de los chascarros constituyentes del último lustro, creo que a ese sueño lo jubilaron las circunstancias y al menos por ahora, no estoy disponible para dar esa batalla. Cambié de opinión.
Qué decir de las contradicciones, si son hasta el fundamento del pensamiento científico. Recuerdo a un profesor de filosofía de la ciencia que tuve en la Universidad de Chile, que nos explicaba que los fotones eran “partículas sin masa”: ¡Claro! —me contestó todo suelto de cuerpo cuando le pregunté que cómo era eso posible, y continuó— De qué otro modo sino, podrían moverse a la velocidad de la luz. Yo tampoco entendí mucho, pero su explicación me sirvió como lección de vida: Dar cuenta de las contradicciones es requisito indispensable para viajar en el tiempo, concluí.
Por ejemplo, yo soy admirador de mi papá Miguel, reconozco y celebro de él, el haber dado su vida por luchar en contra de la dictadura, el haberlo sacrificado todo por hacer la revolución, al mismo tiempo, reivindico, sin embargo, para mí, un camino político que es el opuesto, transformador, por cierto, pero no revolucionario, audaz, claro, pero tranquilo y democrático. Un proyecto burgués, me hubiese dicho él. Sin duda, le hubiese dicho yo.
Lo cierto es que he rendido cuentas materiales, ideológicas e históricas toda mi vida, y eso que no he sido funcionario público desde hace casi 20 años, cuando fui diputado, por allá a comienzos del milenio. Porque a un político que además es funcionario público, hay que exigirle el triple, y en eso, la alcaldesa Matthei ha fallado de manera contundente.
Lo cierto es que he rendido cuentas materiales, ideológicas e históricas toda mi vida, y eso que no he sido funcionario público desde hace casi 20 años, cuando fui diputado, por allá a comienzos del milenio. Porque a un político que además es funcionario público, hay que exigirle el triple, y en eso, la alcaldesa Matthei ha fallado de manera contundente.
Partamos por el final: la alcaldesa hizo acusaciones graves. Dijo que tenía pruebas de políticos que estaban vinculados al narcotráfico. Bueno, si tiene pruebas, es su deber denunciar ese delito, porque, además, Ud. es funcionaria pública y como tal, no puede sacarle el cuerpo al bulto, es su deber, le dijimos. Su respuesta fue otra: “No, para qué, si todo el mundo sabe”. La cosa fue más allá todavía porque, cuando le pedimos, junto al diputado Araya, que aprobaran el proyecto de ley para romper el secreto bancario, cuando la investigación policial arroja sospechas de platas de narcotráfico, se volvieron a negar, porque: ¡viva la libertad, carajo!
Esta irresponsabilidad en Matthei no es nueva. Ha sido el cemento de su carrera. Por ejemplo, hace algún tiempo dijo que nunca había sido pinochetista y que criticaba al General por nunca haber dado la cara sobre los Derechos Humanos. Pero pocos años antes, y mientras llamaba a acosar a los diplomáticos españoles e ingleses, porque esos países habían detenido al General en Londres, se declaraba, la alcaldesa, una agradecida admiradora. Eso es cinismo, no arrepentimiento, menos rendición de cuentas.
Si eres de derecha y asumes que Pinochet actuó con violencia y violando DDHH, debes admitir que las medidas económicas que tomó mientras regía, fueron o forzando o engañando a la gente. No basta con decir: “nunca fui pinochetista”, menos decir: “hubo excesos, pero mira la economía”. Rendir cuentas significa hacerse responsable de ese cambio de valores, por ejemplo, decir: “Fui pinochetista, y si bien sigo siendo de derecha, acepto que el sistema de AFPs fue un engaño, fue instaurado por la fuerza, que la plata no es de la gente, que eso siempre fue mentira, y que debiéramos, por tanto, no solo reformar sino indemnizar a la gente a la que le hemos sacado, por esa ley de la dictadura, plata todos los meses para que hagan negocios con ella ese puñado de banqueros, que ya son dueños de casi todo”. Al revés, la alcaldesa, que además aspira a ser presidenta prefiere decir: “No, en las encuestas eso a la gente no le interesa”.
Si no vamos a dar cuenta y a promover la transparencia, si no vamos a ser responsables políticamente, entonces no nos quejemos de que la gente ande abúlica. Si vamos a denunciar por la tele y no ante los tribunales el narcotráfico. Si no nos vamos a arrepentir -sin tirar la pelota al córner- de haber apoyado a una dictadura, de haber llamado a acosar diplomáticos y empresarios, por ejemplo, no hagamos gárgaras cuando los jóvenes salgan a marchar para conquistar derechos o denunciar un genocidio: —¡Miren al presidente Boric! ¡qué irresponsable, dijo que iba a hacer A, pero hizo Z! —dice la derecha a cada rato. Puede ser, claro, pero ¿Cómo andamos por casa?
Fuente: Interferencia