Por: Marco Enríquez-Ominami
El filósofo esloveno Slavoj Zizek cuenta un chiste sobre un paciente que va al psiquiatra, porque ve un cocodrilo hambriento bajo su cama. El psiquiatra le explica que eso es una alucinación paranoica y con el tiempo lo acaba curando, gracias a lo cual el paciente deja de ver al cocodrilo.
Tiempo después, el psicoanalista se encuentra en la calle con un amigo del paciente y le pregunta por él. Este le responde: “¿A quién se refiere? ¿Al que murió comido por un cocodrilo hambriento que se escondía bajo su cama?”.
Las élites empresariales deben dejar de confiar en el Gobierno de Sebastián Piñera que, como el psicoanalista del chiste, dejó de ver lo real y trata de hacer desaparecer la verdadera razón del estallido social en Chile. No son ni las brisas bolivarianas, ni los rusos, ni los cubanos. Tampoco son los cantantes de trova, ni los coreanos del K-pop.
La gente se movilizó, simplemente, por la desigualdad. La injusticia de la desigualdad. El Gobierno de Piñera es un mal psicoanalista. Es, en realidad, un sobreideologizado economista que siente que si sus ideas no se corresponden con el mundo, peor para el mundo. No puede entender ni aceptar que su manual de economía haya dejado de funcionar. El problema es que ese psicoanalista dogmático es el presidente de Chile y que arriba de la cama estamos todas y todos los que no queremos que nos siga comiendo el hambriento cocodrilo de la desigualdad.
Por eso es que si estamos de acuerdo en que hay que echar a andar un pacto social, que se expresará en una nueva Constitución, también lo debemos estar en que ese pacto debe anclar las relaciones en todos los niveles. No es solamente un pacto de convivencia. Eso es lo que cree Piñera, que no quiere ver el cocodrilo escondido debajo del catre.
Se necesita también un pacto social con el sector empresarial. Se requiere, en efecto, de un nuevo acuerdo fiscal. Cobrar más impuestos directos, más impuestos al sector financiero, al mismo tiempo que bajar los impuestos indirectos (como el IVA) y todos aquellos que por ser regresivos solo empeoran la situación.
En síntesis, necesitamos un nuevo contrato social que derive en un nuevo modelo, ni tan distinto al anterior. Es hacer crecer la torta, pero, al mismo tiempo y no después, hacer crecer también la cuchara con la que se reparte esa torta. Un país más justo necesita ser más desarrollado. Esa relación, es el progreso.
Fuente: Sputnik