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Columna | Una política de fantasía – por Marco Enríquez-Ominami

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Milei se ve a sí mismo como Wolverine; el presidente Daniel Noboa de Ecuador se cree Batman; y Elon Musk Iron Man. Una corte inverosímil de superhéroes que tiene algo en común, ninguno de ellos trabaja. Sus fortunas, al igual que las teorías económicas que profesan sus fan políticos, parecen caer del cielo, venir de la nada, como por arte de magia. Estos superhéroes no tienen necesidades; ya sea por herencia o por mutación, viven para siempre como esos niños a quienes sus padres les compran todos los juguetes que desean.

Sin embargo, estos héroes y estos políticos, se conectan con la gente. Hay, en su discurso inverosímil, algo que resuena en las personas, que me parece es eso que también tienen laspromesas que están de moda hoy en día en las redes sociales, en las que se ofrece a la gente hacerse millonario en pocas semanas: “No te saltes este video. ¿Quieres saber cómo funciona el trading? ¿Quieres conocer eso que todos los poderosos saben pero no te quieren contar? Quédate, y te explicaré cómo puedes hacerte millonario de la noche a la mañana, solo con una inversión mínima”.

Conectan estos políticos, porque su promesa es seductora, simple, instantánea y sigue el cánon de la autoayuda pero de manera bizarra. Si en la autoayuda depende de uno salir adelante y querer es poder (esa es su falacia), en la autoayuda de la política a lo DC o Marvel, las personas no salen adelante porque hay alguien que se los impide: No te saltes este video, ¿quieres saber por qué no surges? ¿Por qué no sales adelante? ¿Sabias que tu eres un genio en ciernes, un premio novel incipiente, un millonario en potencia? En realidad, tú eres Elon Musk, entonces, ¿Por qué nadie te reconoce y sigues viviendo en la pobreza?: Porque hay un burócrata que te lo impide.

El cuento es atractivo porque tiene algo de verdad. En efecto, siempre hay un burócrata, y unos pocos se han convertido en una élite que irrita y cansa. Se heredan los puestos a través de contactos y partidos, habitan el poder como aves en un nido, ganando sueldos millonarios, enviando a sus hijos a estudiar al extranjero con dinero de todos, a veces partiendo de la nada, pero siempre para convertirse en una tropa de engreídos. Pero la mayoría de los burócratas son trabajadores como cualquiera, con sueldos promedio, que sufren las mismas dificultades que el resto.

Lo que pasa es que estos superhéroes y sus representantes, lo que quieren es que veas el conejo y no la mano del mago. Quieren que te enojes con el Estado, pero que no veas que la captura de ese Estado es obra de ellos mismos, y que las élites y las castas burocráticas son, en el Estado, simplemente los que les atienden el negocio.

Se identifican, sus seguidores, con el éxito de estos superhéroes y políticos, pero ya no con la mecánica del éxito -el esfuerzo o el mérito-, porque esa ha dejado de funcionar en estos tiempos. El éxito hoy es algo dado, pero que no se ha manifestado. Inverosímil, tanto como cuando tratan de convencernos también de que es un fantásma el que mueve los precios en el mercado. Es parte de su fe. Entender el truco del mago, mirar sus manos y no el conejo, a sus seguidores les importa poco.

Mientras las derechas se pelean por creerse superhéroes vagos, en la izquierda, pareciera que lo que se busca es representar super héroes equivocados. No puedo dejar de pensar en el presidente y en Spiderman, Peter Parker, que es un hombre de buen corazón, pero que yerra permanentemente en el sentido de su lucha. Primero, deja que maten a su tío Ben porque no detiene al ladrón que había robado unos pocos dólares en una Pyme, y después deja a su tía May en permanente indefensión y hambre, mientras se dedica a perseguir, gratis, a los ladrones que amenazan a los bancos y a las supercorporaciones… a los supervillanos. El guionista de Chile es diligente en su ironía.

En conclusión, la política de la fantasía nos ofrece un relato atractivo pero peligroso. Nos invita a creer que podemos ser héroes sin esfuerzo, que el éxito llega sin trabajo ni mérito, que las limitaciones son fruto no de las injusticias, sino que de enemigos-monstruos, especialmente del Estado y sus trabajadores. La libertad para ellos no es una realización. Como son millonarios, la libertad es que los dejen hacer lo que quieran, odian que les pongan techos, y el Estado, cuyo rol es precisamente poner, material y simbólicamente pisos y techos, les irrita. Es hora de despertar de esta ilusión y reconocer que el verdadero heroísmo está en el esfuerzo colectivo, en construir juntos un mundo más justo, donde las oportunidades sean para todos y el éxito sea fruto del mérito y la colaboración. Los verdaderos héroes no son aquellos que vuelan por los cielos sin preocupaciones, sino quienes, con los pies en la tierra, trabajan día a día por un futuro mejor para todos.

Fuente: Interferencia