Por Marco Enríquez-Ominami
La Concertación nos deja una lección: Un pacto no puede nacer sin un horizonte. La Concertación nació para, aprovechando el empuje de las protestas, terminar con la dictadura cívico-militar e instalar una democracia. Vale decir que, derrotado Pinochet e instalada, bien o mal, la democracia, el sin sentido se apoderó inmediatamente de ella, y sus integrantes se dedicaron más a luchar por sobrevivir individualmente, que por transformar entre todes la realidad. Por eso nunca nadie supo bien cuando terminó la transición. Porque en política, una coalición que no tiene un horizonte de transformación -una utopía- se convertirá, prontamente, en un club.
Unidad Constituyente tiene lo mejor de la Concertación: diversidad y experiencia. El arcoíris y las heridas. Pero, por eso mismo, no se puede permitir repetir el error de no saber fijar desde ya, un horizonte claro que le dé sentido y perspectiva. Nunca más el poder por el poder. Ese debe ser nuestro mantra. No volver a gobernar empujados solamente por la inercia del incrementalismo. No volver a gobernar, de nuevo, «en la medida de lo posible».
Por eso proponemos, primero, que asumamos el error de no haber inscrito primarias legales. Pero también que, al mismo tiempo, sepamos arrancar para adelante y que firmemos un pacto de gobierno de largo plazo. Que mostremos al país que Unidad Constituyente no es un mero pacto electoral, sino que una coalición que tiene una voluntad de poder tal, que se ha propuesto construir todo un ciclo político de transformaciones. Una coalición que sabrá aprovechar la multitud de miradas, de culturas y experiencias que la componen, así como también, que sabrá ser la cantera de nuevos liderazgos y una coalición en permanente renovación. No solo de edades, sino que sobre todo de identidades. Que sabremos no gobernar por otros. Sino que promoveremos que sean los propios habitantes de los territorios los que se representen y se gobiernen a sí mismos.
Entonces, cuál es el horizonte: La equidad de un desarrollo de verdad sustentable, desde los territorios, basado en el conocimiento, y no más en el extractivismo. Esa equidad y ese desarrollo territorial, dependen de un mediano plazo, que es, necesariamente y, en primer lugar, una reforma tributaria, que logre financiar la extensión de los derechos, al menos, en salud, previsión, vivienda, transporte, internet y agua.
En el corto plazo, este horizonte significa apuntalar la Convención Constituyente, que es el lugar donde se está jugando, ahora mismo, el cambio político en Chile. Esto significa, el compromiso de asumir, en primer lugar, el próximo período presidencial como uno instrumental a la convención.
Proponemos por eso, a los partidos y movimientos que integran y quieren integrar desde ahora mismo a Unidad Constituyente, que elaboremos y firmemos entre todes, un documento con, al menos, estos compromisos, como elementos básicos para la acción política para un nuevo ciclo.