Los cuatro puntos cardinales son tres, el norte y el sur, decía Huidobro, en una progresión política que dentro de un año podría leerse así: Los cuatro últimos presidentes de Chile han sido tres, Bachelet y Piñera. Los últimos cuatro fueron tres, porque Bachelet fue una presidenta muy distinta a la de 2006.
Se posicionó desde la izquierda y desde los cambios, y puso, con aciertos y errores, su capital político a disposición de la gente. Y tal vez hoy no se valore, pero en poco tiempo más, la historia dedicará un capítulo importante a sus reformas al sistema binominal, al fin del CAE, a su impulso a la discusión constitucional, a favor de la diversidad de género, de la mujer(etc.).
Pero en 2018, los últimos cuatro presidentes podrían ser dos, porque la nueva versión de Piñera es idéntica, pero peor, a la del 2010. Sus posiciones se han vuelto cada vez más radicales y conservadoras. Su discurso ha rayado en la xenofobia, al tratar de cristalizar en la inmigración el problema de seguridad ciudadana, una receta populista fracasada, como bien lo demuestran las últimas elecciones francesas. Como el mismo lo ha insinuado, Piñera quiere llegar a la presidencia para desarticular los avances sociales y políticos logrados por Bachelet, relegándolos a un simple ” paréntesis” de la Historia. Es no sólo desconocer que los chilenos sí esperan del Estado un rol de garante de derechos fundamentales, sino demostrar que no aprendió nada de la revolución pingüina y de cuanto el mismo debilitó la institucionalidad chilena durante su gobierno, en episodios como Barrancones. El ego de Piñera lo supera y lo traiciona. Así como le juró a los chilenos el absurdo de que en veinte días haría más que lo realizado en veinte años, hoy parece desear que la Historia comience con él. Y por lo mismo, intentará, nuevamente, destruir todo lo que lo precede.
Pero el orden de los factores si altera el producto. Quizás, en vez de escribir “La historia no se repite, pero rima” – célebre sentencia de Mark Twain- debiésemos decir que “la Historia rima, pero no se repite”, forma de entender que hoy tenemos que asumir la responsabilidad que significa cambiar la Historia. La unión de la centro-izquierda está a la vuelta de la esquina, y tenemos que instalar, desde ya, y más allá del área chica en la que siempre jugamos, el imperativo de un amplio acuerdo de responsabilidad política, que implique, al mismo tiempo que un pacto parlamentario, uno apoyo mutuo presidencial para la segunda vuelta, dentro de los márgenes de la centro-izquierda.
Por razones que ya todos conocen, la primera vuelta se transformó, para la centro-izquierda, en la primaria. Es momento de debatir propuestas, programas y dialogar, entre todos, por la unidad y bienestar de Chile. La línea del tiempo juega siempre a favor del progreso en la Historia. Y los que creemos en su avance, los que somos de centro izquierda -porque en esto los jóvenes no tienen potestad exclusiva-, tenemos que empujar juntos. Esa es nuestra gran responsabilidad. Debemos lograr que la historia no se repita, tenemos que sacar a Chile del síndrome de la marmota, tenemos que desanclar la historia. Porque ya lo decían los antiguos -que de entropía sabían mucho-: el agua cuando se estanca se pudre, y es la piedra que rueda, la que no junta musgo.
Marco Enríquez-Ominami
Fuente: El Ciudadano