El matrimonio igualitario está en el programa de Michelle Bachelet. Sin embargo, su discurso ambiguo, y un historial errático en la promoción de derechos civiles, instalan la duda sobre su real compromiso conla igualdad entre hetero y homosexuales.
En efecto, en su programa de 2005 la entonces candidata propuso “legislar para entregar estabilidad jurídica básica a las parejas de hecho, independientemente de su composición, y regular la adquisición de bienes comunes, derechos hereditarios, cargas y beneficios de seguros, entre otras materias civiles”. En simple, un AVP.
Ese proyecto nunca fue enviado al congreso, lo que es consistente con las declaraciones del entonces vocero de gobierno, Ricardo Lagos Weber, quien dijo a la prensa en 2006: “Las uniones civiles no son prioridad”. Como la excusa agrava la falta, en plena campaña 2013 Bachelet dijo en reunión a puertas cerradas con organizaciones de la diversidad sexual, no haber tenido conocimiento de que sus asesores no habían enviado el proyecto de ley de uniones civiles.
La duda es razonable, pues si bien en su programa de gobierno enuncia la convocatoria a “un debate abierto, con participación amplia para la elaboración y posterior envío de un proyecto de ley en esta materia”, sus entrevistas no hacen más que relativizar dicho compromiso programático. En el programa televisivoLas caras de La Moneda, la Presidenta electa manifestó su intención de “abrir un debate y, si es necesario, legislar” sobre el matrimonio igualitario. El uso del condicional (“si es necesario”) no es, a mi juicio, un accidente lingüístico, sino el reflejo profundo de su ambigüedad al respecto, una suerte de acto fallido que se condice con otras declaraciones en la misma línea. Si a esto sumamos sus dudas sobre la adopción por parte de parejas homosexuales, expresadas en el El informante, podríamos decir que la sospecha está bien fundada.
La pregunta que cae de cajón es: ¿enviará Bachelet un proyecto de matrimonio para todos? Aunque éste es el mínimo esperable, hay que ir más allá, porque las interrogantes más difíciles de responder son otras.¿Será capaz de imponerse a la corriente anti igualitaria de su propio sector, liderada por Osvaldo Andrade? ¿A quiénes invitará a participar del debate abierto prometido en su programa? ¿Cuál es el sentido de ese debate?¿Cuáles serán sus plazos? Y algo mucho más estructural: La igualdad ante la ley, como un derecho humano,¿puede ser objeto de debate?
Si hay algo claro en el sistema de derechos humanos, es que estos no pueden ser interpretados discrecionalmente, o bien, estar sujetos a los vaivenes de elites políticas locales. De lo contrario, la presidenta podría abrir “grandes debates” sobre la inclusión plena de las mujeres, las necesidades de los pueblos indígenas y hasta sobre el perfeccionamiento –o no- del sistema carcelario.
Parte de esto se despejaría si la presidenta electa definiera claramente si el matrimonio igualitario constituye para ella una convicción y, a la vez, una prioridad. Si la respuesta fuera positiva, debería comprometer un plazo para el envío del proyectoy manejar su tramitación por la vía de las urgencias. Mientras eso no pase, seguiremos manteniendo la duda razonable.
Publicado como carta al director en El Mercurio.