Beatriz Sánchez declara que la Nueva Mayoría es una agrupación política que no tiene disposición a hacer cambios. La verdad, es que hasta 2013 yo podría haber pensado lo mismo. Mi desconfianza provenía, fundamentalmente, de dos aspectos. El primero, y en el que los progresistas tuvimos razón, fue la reforma tributaria presentada en el programa de Bachelet de 2013, con Arenas a la cabeza, y que era, a todas luces, equivocado.
Era obvio que estaba construido en base a demasiados supuestos, y desde un deficitario análisis del crítico contexto económico mundial en el que estábamos, y seguimos, viviendo. La plata, para las reformas prometidas en el programa de Bachelet de 2013, no iba a alcanzar. Y no alcanzó. Gran error, del cual estamos ahora mismo pagando sus consecuencias.
El segundo aspecto, en el que estaba equivocado: El 2013 desconfié que la Presidenta, en efecto, empujaría las reformas con las que se estaba comprometiendo. La historia decía que, en su primer período, ella prefirió guardar su popularidad y capital político, y no invertirlo en las transformaciones que Chile requería. Pero la Presidenta nos respondió con lo contrario. Esta vez, el Chile que ella nos dejará el 2018, será un Chile distinto. Un Chile sin una democracia maniatada al binominal, sin el CAE, con más derechos para mujeres y comunidades LGBTTTI, enfocado y enfilado en un cambio constitucional, en definitiva, un mejor país.
Lo que pasa es que Sánchez y el Frente Amplio están confundiendo popularidad con pueblo, y política con encuestas mal hechas. El mejor ejemplo fue el del Censo. La Presidenta fue a Renca a censar, y la gente la aclamó. Con su 18% de aprobación, según varios de esos pasquines estadísticos, ella, con ese gesto, se exponía a que esa masa aparentemente enojada, la insultara o quizás qué. Pero no. Todos querían ver y sacarse fotos con Bachelet. ¿En qué lugar del mundo con encuestas políticas decentes, una Presidenta, con un 18% de aprobación, sale a la calle y el pueblo la aclama?
Administrar el poder para tomar decisiones, significa romper huevos para hacer tortillas. Enemistarse con poderes fácticos, resistir sus embates por la prensa (de la que son dueños en un 80%), y esperar a que el pueblo, sin intermediarios, se exprese, en la calle, o en las elecciones. Bachelet le dejará a la centro izquierda un capital político que las encuestas ocultan, y Piñera no tiene la carrera ganada.
Por eso, las críticas de Sánchez me parecen odiosas e insensatas. Sánchez en esta ceguera se une a Piñera, quien, además, tiene la desfachatez de criticar, también por este censo, al gobierno por ineficiente. Piñera y su Gobierno de los mejores, dilapidó cerca de 100 millones de dólares en un censo que quedó en el tarro de la basura. Sánchez nunca ha tomado una decisión política, y acusa de poca convicción al Gobierno. De Bachelet me separan sus caminos y muchas de sus decisiones técnicas. Pero la centro izquierda debiera reconocer en ella su convicción por hacer los cambios que prometió. Quienes aspiran a gobernar tienen que entender que los cambios se hacen entre todos y que, en democracia, requieren del acuerdo de mayorías más que de minorías que prefieren la crítica fácil y dañina, al esfuerzo de construcción colectiva. El resto es dictadura, populista o tecnócrata, pero dictadura al fin.
Fuente: El Mostrador