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[ larepublica] Marco en Perú: “Es una falla de nuestras diplomacias, todas, que estemos en La Haya”

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En entrevisra con el diario peruano La República, Marco Enríquez-Ominami habló sobre el escenario post Haya, el actual momento de las elecciones presidenciales chilenas y sobre integración entre países vecinos.

 

 

«¿Parezco el Puma?», dice Marco Enríquez Ominami mientras hace un ademán a lo José Luis Rodríguez en el piso 12 del hotel Los Delfines. El candidato presidencial chileno tiene ensayados varias gestos para la cámara. Es experto en marketing político y a veces quiere ser su propio jefe de campaña. Para su suerte, sus colaboradores no lo permiten.

-Chile tiene un empresario en La Moneda. ¿Qué le hace creer que están preparados para poner a un cineasta como usted en el mismo cargo?

Yo creo que la metáfora del éxito, de la ultraconfianza en uno mismo, que es la metáfora de Berlusconi, de Piñera, es algo que en el mundo entero ha ido fracasando, esa idea de que “los políticos son todos mediocres y yo, porque tengo éxito en los negocios, sé cómo hacer esto”. Gobernar es mucho más que gestión. ¿Una niña violada puede ser madre? ¿Esa es una pregunta que se responde desde la gestión, de la economía, de dónde se responde? Y respecto de mí, yo soy un hombre que se ha ido preparando, voy a cumplir 40 en unos días. Efectivamente vengo del cine. Y si se trata de éxito podría mostrar en el cine y la televisión una serie de pergaminos, pero no se trata de eso. Se trata de que un presidente tiene convicciones. Lula no salió de Harvard, ni era ingeniero, era un obrero tornero…

-Y perdió muchas elecciones antes de llegar al poder.

También, pero usted me hizo la otra pregunta, sobre la capacidad para gobernar. También Miterrand perdió elecciones, Allende. Hay una cantidad de líderes que se demoraron en llegar. El mismo Piñera. Pero me encanta la pregunta porque allí está el origen de mi ruptura con lo normal. Hay esta idea normalizada de que gobernar es eficiencia. Y yo conozco un presidente peruano que se llama Alejandro Toledo que también ofreció gestión. Ustedes harán su evaluación.

-Su biografía también señala que es experto en marketing político. Existe la idea de que los marketeros políticos convierten a los candidatos en productos de supermercado. ¿Usted se siente un producto de supermercado?

No. Estudié filosofía. Tengo 39 años y trabajo en la comunicación el grueso de mi vida. El lenguaje para mí es fundante (sic). Somos en el otro. El deseo del hombre es el otro. Y la manera de relacionarnos es el lenguaje y la filosofía. Entiendo a la comunicación como una expresión del lenguaje.

-¿A dónde va con toda esta elaboración de ideas?

A que yo trabajo la comunicación desde allí, no de la lógica del supermercado. Cuando yo defiendo, fíjese, los derechos civiles plenos, una reforma fiscal, la gratuidad de la educación, defiendo medidas que no son muy populares. Y si se trata de eso, cualquiera, desde la comunicación política convencional, me diría: “Por favor, métase usted a otros temas”.

-Le dirían que usted no vende.

Claro.

-¿Trabajó en la campaña del 99 de Ricardo Lagos?

Sí.

-De alguna manera ayudó a la Concertación a llegar al poder, y hoy está en la otra orilla. ¿Tiene sentimientos encontrados por eso?

No, yo trabajé para que la derecha no ganara, que no es lo mismo que trabajar para que ganara Ricardo Lagos. Lo dije, eso está documentado, que mi adhesión no era a él, sino que me preocupaba que ganara Joaquín Lavín, que era la expresión de una derecha muy extraña, pinochetista, que no entiende la disolución entre Estado e Iglesia, que ya es algo muy primitivo. Por otro lado, han pasado 14 años. Yo tenía 25 años cuando fui parte de ese equipo. Han pasado cosas después. Murió Pinochet, fui candidato presidencial, se privatizó la educación en un gobierno socialista, se defendió a Pinochet en Londres en un gobierno socialista.

-Otra campaña en la que se dice que trabajó es en la de Alejandro Toledo del 2000. ¿Ese es un dato correcto?

Yo estuve como ad honórem. Vine aquí, efectivamente, con un grupo de franceses, a colaborar para que Perú tuviera una democracia. Lejos de un trabajo político, lejos de un trabajo electoral, desde la publicidad. Había enorme interés en el trabajo publicitario que habíamos hecho para la campaña de Ricardo Lagos. Y, efectivamente, antifujimoristas me pidieron que mostrara algunos productos publicitarios.

-¿Y qué tal fue la relación con Toledo, si es que la tuvieron?

Muy breve. Yo era director de televisión con un equipo de publicistas que querían escuchar otras miradas publicitarias.

-Disculpe que le insista con el marketing político pero no había visto a un político tan relacionado con el tema.

No, no me molesta para nada. Pero es un mal negocio.

-¿Ah sí? ¿Gana muy mal?

No, no. (Sonríe). Cientos de veces no he cobrado, lo he visto como un tema académico. Pero es un problema cuando uno hace como el médico, que se atiende a sí mismo. Y aquí está mi encargado de comunicaciones: él le puede contar lo difícil que es trabajar para nosotros dos; yo participo de la estrategia de comunicaciones y eso es remalo.

-Una última cosa para terminar con este tema. Se dijo que tomó contacto con Luis Favre, el ex asesor de la alcaldesa Villarán en el tema de la revocatoria. ¿Eso es verdad?

Como trabajo en comunicación política, conozco a muchos, porque he sido parte de agencias de comunicación. Efectivamente, conocí a Favre, lo vi más de una vez, pero no es mi asesor.

-Vamos a las encuestas. En una última, de abril, de la Universidad Diego Portales, la señora Bachelet tenía 43 por ciento de intención de voto, Golborne, que ya no está, 8 y usted 5. ¿No le parece que más contendores son sparrings de la señora Bachelet?

Hay otra encuestadora que nos da 12. Pero en esa encuesta que usted cita tenemos 500 por ciento más de lo que teníamos en el 2009. Y si seguimos esa lógica…

-¿Cuánto tiene ahora en las encuestas?

No sé, no tengo dinero para hacer encuestas.

-¿Pero no las lee cuando salen publicadas?

Pero claro, ¡me las robo igual que usted! Soy como un pulpo. Leí otra que decía que Bachelet había bajado entre 10 y 15 puntos y que nosotros habíamos subido a 12 o 15, pero me gusta la que usted menciona. Siempre me ocupo de la peor. No hay nada peor que la expectativa. Ese es un concepto de comunicación política (sonríe).

-Tiene tres apellidos. Entiendo que el Ominami lo lleva porque usted quiso. ¿Por qué?

La historia es muy larga.

-Hagámosla corta.

Sí, pero no es fácil. Hagámoslo en títulos, pero le pido que sea generoso y no caricaturice mi respuesta. Yo fui exiliado a los 5 meses. Mataron a mi padre cuando tenía un año. A los dos años, conocí en la piscina municipal, en el exilio, en París, a este hombre que se llama Carlos Ominami, de origen japonés. Y, fíjese, yo no soportaba a la figura del padrastro. Todo lo que había leído en novelas o visto en películas hacían que el padrastro se viera como el malo…

-El malo de la película.

Sí, pero yo considero que mi padrastro es un gran padre, que me educó generosamente, que optó por no tener más hijos, y consideré que lo justo era agregar un apellido. Y justamente hay una controversia entre él y yo. Él dice que fue él quien me lo propuso, yo digo que fue mi decisión.

-Usted usa una frase para resumir su decisión: “Yo llevo el apellido del hombre que me dio la vida y del que me la salvó”.

Es eso. Esa frase lo resume más fácil (sonríe).

-Su padre adoptivo y usted repiten otra frase: “Chile se obsesionó con ser el mejor alumno del curso pero se olvidó de ser el mejor compañero”. ¿A qué se refieren con eso?

Yo veo que la nacionalidad de un pueblo no solo son límites, no solo son fronteras, son valores. Y yo aprendí de chico que los niños son particularmente egoístas, crueles, delatores. Las guaguas son profundamente de derecha, ¿está de acuerdo usted? Los bebés no son de izquierda, son de ultraderecha.

-De acuerdo, es gracioso eso de los bebés delatores, pero un bebé no es un país.

Permítame esa metáfora. Yo aprendí de chico a ser progresista porque me educaron. Me dijeron: “Mira, no es bueno que tú les rompas los juguetes a tus compañeros. Tienes que aprender a compartir las cosas”. Aprendí con los años, y me he relacionado en la vida de otra manera con la gente. No soy ningún santo, ni pretendo serlo, pero tengo ciertos valores. Y lo que es bueno para la educación de un niño es bueno para la educación de un pueblo. Yo educo a mi hija, y no veo por qué lo que le pido a ella no se lo puedo pedir a un pueblo. Por tanto, creo que Chile, mi pueblo y su pueblo, valorarían más que cambiáramos el lenguaje, que la idea de la competencia no sea sinónimo de prosperidad. Es importante competir pero más importante es la integración y la generosidad. Esa es una diplomacia distinta.

-Es valioso lo que usted dice, pero, en este momento de campaña electoral en Chile, ¿este discurso de gestos hacia Perú o Bolivia ayuda a conseguir votos?

Pero no todo se trata de ganar una elección. Voy a cumplir 40 años, yo podría ser diputado o senador, créame, y he optado por algo más complejo, que es convencer a mi pueblo de que se necesita un nuevo presidente para un nuevo Chile.

-Estuve viendo algo de televisión chilena. En un programa de humor le hicieron unas cuantas preguntas serias. Concretamente, le preguntaron si le daría mar a Bolivia y usted respondió: “Yo sí creo que se le debe dar mar a Bolivia, pero sin soberanía. La soberanía no depende de nosotros los chilenos, depende de Humala en Perú”. ¿En serio cree que darle soberanía a Bolivia depende del Perú?

No lo digo yo, lo dice el Tratado del 29.

-Pero previamente debería haber una conversación entre Chile y Bolivia.

Mire, ya hay un antecedente. En 1970 y tantos, a Pinochet y Banzer, dos dictadores, se les ocurrió una buena idea, una sola: un canje, una permuta. Perú no ayudó. Y Bolivia, voy a usar una palabra muy subjetiva, se arrepintió de esta negociación. Yo no veo ninguna posibilidad de darle soberanía a Bolivia, se lo he dicho al presidente Evo Morales, sin que ustedes se pronuncien, porque el Tratado de 1929 así lo dice.

-Pero ustedes no tienen ni siquiera relaciones con Bolivia, ¿cómo puede tener responsabilidad el Perú por una cosa así?

Perdón, cualquier Estado tiene el deber de fomentar la integración. Y a mí me encantaría que los presidentes de Perú, Chile y Bolivia se reunieran, en una cumbre en Arica, ojalá que sea yo el presidente que inaugure eso, pero podrían ser Piñera, Evo Morales y Humala. Eso sería un gran gesto simbólico, y lo simbólico en política hace lo sustantivo. Yo creo que es una falla de nuestras diplomacias, todas, que estemos en La Haya. Y repito lo que dije en ese programa, yo soy extremadamente respetuoso del Tribunal Internacional, pero lo hago a modo de provocación: Que unos señores con una peluca, un babero, hablando en inglés, nos digan cuáles son nuestras fronteras ya es una mala noticia.

-En ese programa de televisión también dijo lo siguiente: “El día que Perú vuelva a la mesa de conversaciones, yo le propondré a Evo Morales y a Humala, como presidente, si es que llego, un acuerdo como exige el tratado de 1929″. Ahora, ¿en verdad piensa que el Perú debe volver a la mesa de conversaciones? Tengo acá algunos recortes (se los muestro). Este es de junio del 2007 y recoge lo que dijo el entonces canciller chileno Alejandro Foxley: «No existen asuntos limítrofes pendientes con Perú». Este es de Michelle Bachelet (de enero de 2008): «En materia limítrofe no hay temas pendientes con Perú». ¿Cómo podemos volver a la mesa de conversaciones si Chile nunca se sentó en ella?

Mire, yo hago política sin mirar al retrovisor. Si usted vive anclado al 2007 o a 1874…

-¿Prefiere que no le pregunte sobre esto?

No, yo le respondo todo. Pero como usted no es detective y yo no soy delincuente, usted hace las preguntas y yo le respondo lo que me da la gana, porque este no es un interrogatorio. Si la idea es buscar declaraciones del pasado, yo pesco Google y busco las declaraciones del comandante en jefe del ejército peruano (Edwin Donayre) sobre los chilenos. ¿Puede recordarme lo que dijo sobre los chilenos?

-Prefiero no hacerlo en esta entrevista.

Yo lo puedo recordar. Cómo era (piensa). «A los chilenos los voy a ver pasar muertos delante mío».

-Yo me remito a sus declaraciones. Usted dice que Perú debe volver a la mesa de conversaciones, pero cómo volver si Chile nunca aceptó ese diálogo.

Mire, usted puede leer a Foxley, yo puedo leer al comandante en jefe del Ejército de Perú, podemos competir por cuál es la declaración más desafortunada, y no llegaríamos a nada. Yo le propongo a Perú una relación distinta. Este es mi titular, usted lo titula como le dé la gana: Hay que preparar el escenario post La Haya. Habrá un resultado, espero que sea favorable a mi país. Pero lamento que los nacionalismos afiebrados en Chile, Perú y Bolivia sean mayoría en nuestras diplomacias. Y si se trata de repetir la historia, tiene toda la razón, yo soy un mal candidato. Quien quiera repetir la historia, quien quiera tener en 130 años más una guerra con Perú, no cuente conmigo. Yo vengo a entenderme con Perú a través de su diario. Yo quiero ser presidente y quiero decirle a la comunidad de chilenos acá y a los peruanos en Chile que tendrán en mí a una persona que preparará escenarios de integración máxima.

-Si supera las encuestas y llega a presidente, ¿qué haría con los planes de compra de armas?

Mire, entre un tanque y una escuela, yo prefiero a la escuela. Entre una fragata y un consultorio, yo prefiero el consultorio. Ese es el desafío de Chile y de toda América Latina.

-¿Diría que usted es el candidato de la educación en Chile?

No tengo el monopolio de nada, pero creo en la educación pública gratuita.

-¿Y usted fue buen alumno?

Noooo… Fui muy esforzado. Acuérdese de que soy productor de una ruptura cultural.

-Leí que estaba a punto de leer Cincuenta sombras de Grey.

Noooo… Esa fue una coquetería mía (se ríe). Ahora estoy leyendo Padres tóxicos, que muestra cómo los padres pueden ser venenosísimos sin darse cuenta.

Por: Emilio Camacho
Fotos: Ana Castañeda

Fuente: larepublica.pe