El miércoles 10 de septiembre de 2025, en la antesala del Debate Presidencial transmitido por Chilevisión, Marco Enríquez-Ominami quiso hacer algo distinto: para su llegada al estudio, eligió no aparecer acompañado de sus asesores, sino de quienes él llama el Chile invisible — trabajadores, profesionales, personas con discapacidad y ciudadanos comunes*. Fue esa imagen la que dio el puntapié de su presencia escénica: un gesto simbólico que anticipó su estilo de campaña.
Acompañantes y simbolismo
Entre quienes lo acompañaron estaban su hija Manuela, personas en situación de discapacidad, vendedores del retail, abogados, profesionales independientes, mujeres y hombres del país que, según Marco, “no se les pregunta mucho”.
Al ser consultado por la prensa, ME-O explicó:
“El canal había propuesto que trajéramos un grupo de cinco a siete asesores, y yo he tomado la opción de traer al Chile de hoy, al Chile del futuro, al Chile invisible, a quienes no siempre nos preguntan por ellos.”
Y agregó:
“Guillermo, Roberto, Yaris, Nelson, Consuelo… son profesionales, vendedores del retail, son trabajadores, son abogados, son mujeres y hombres del Chile que creo que nos preguntan poco… No se nos pregunta por personas con discapacidad, no se nos pregunta por inmigración… Así que estoy muy contento de que ya partí el debate con una visión de un Chile más nuestro.”
Diferencia respecto de otros candidatos
Mientras otros aspirantes llegaron acompañados de familiares directos, equipos de campaña o asesores, ME-O apostó por visibilizar personas que representan realidades diversas: discapacidad, trabajo informal, profesiones menos visibles en los grandes medios. Esa elección fue percibida como un gesto de empatía y una declaración de campaña: su candidatura no busca solo competir por cargos, sino representar a quienes sienten que sus voces no se reflejan en la política mediática.
La importancia del “Chile invisible”
Este acompañamiento y la frase “Chile invisible” no fueron solo simbólicos, sino estratégicos. Sirvieron para presentar a un candidato que busca reivindicar lo cotidiano, las desigualdades y las realidades que no siempre tienen espacio. Al hacerlo, Marco Enríquez-Ominami marcó el inicio de su participación en el debate con un mensaje claro: su gobierno será para todas y todos, también para quienes hoy no sienten que cuentan.
El gesto fue mucho más que presencia física: fue una forma de decir que en esta elección las miradas deben ser amplias, los problemas reales y las prioridades concretas. Anuncios de campaña, discursos y propuestas pueden tener fuerza, pero este tipo de acto habla del carácter, de la apuesta de inclusión, y de la voluntad de no dejar a nadie atrás.
Lo que dejó el momento
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Una imagen potente: llegar último al estudio acompañado de personas representativas del país real elevó expectativas sobre cómo seguiría su participación en el debate.
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Mensaje consistente con su discurso de campaña: independencia, cercanía, representación de quienes no suelen estar en las primeras filas.
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Un contraste claro frente a los otros candidatos: mientras ellos llegaron con asesores o estilo tradicional, Marco prefirió visibilizar lo humano, la diversidad, lo que no se ve.
¿Por qué importa esta llegada?
Porque en política muchas veces lo simbólico da la tonalidad de lo que vendrá. En ese acto inicial, Marco no solo cumplió un formalismo, sino que impostó un relato: no es solo su candidatura, sino la de todos los que sienten que “no cuentan”. Permitió que el debate no comience solo con propuestas técnicas, sino con un recordatorio de la diversidad del país: trabajo, discapacidad, igualdad de oportunidades.
Este gesto marca una diferencia en una campaña donde muchos hablarán de cifras, de economía, de seguridad. Marco ya empezó hablando de lo humano. Y eso le da sentido a sus propuestas, le da rostro, le da alma.