El ex diputado chileno Marco Enríquez-Ominami cree que uno de los elementos que explica las elecciones regionales tiene que ver con una ola impugnatoria contra el Estado y la democracia. “En el mundo progresista nos volvimos conservadores, se nos fue la insolencia”, expresó en Modo Fontevecchia, por Net TV, Radio Perfil (AM 1190) y Radio Amadeus (FM 91.1).
Marco Ominami es coordinador del Grupo de Puebla. Fue diputado del Partido Socialista chileno, candidato a presidente en dos ocasiones y creador del Partido Progresista de Chile. Además, es un representante del progresismo en nuestra región y uno de los amigos del expresidente Alberto Fernández. Ayer, la ciudadanía de Chile volvió a rechazar un nuevo cambio a la Constitución, se trata del segundo plebiscito presentado por el gobierno de Gabriel Boric.
¿Podríamos hacernos un repaso de lo que está sucediendo en Chile? ¿Por qué votan en contra de una reforma constitucional? ¿Cuál es el clima de época?
Chile es un país pequeño. Ya pasaron más de tres décadas de que se derrotó, por la vía democrática, a una dictadura muy cruel. El 2019 enfrentamos una protesta inédita, un momento prerevolucionario, y en los últimos cuatro años tuvimos ocho procesos electorales y dos procesos constituyentes, algo que durante 200 años no habíamos conseguido.
Chile es el país que más ha progresado en América Latina, más ha reducido la pobreza y más ha crecido económicamente, sin embargo el pueblo chileno tiene una enorme disconformidad, ¿no es así?
Lo que planteo es que lo que pasó ayer es una mezcla de patetismo y un sinsentido. Terminamos fumándonos 250 millones de dólares en procesos electorales para terminar exactamente en el mismo lugar donde estábamos cuando fue el estallido social del 2019.
Hay dos lecturas posibles de este 55% de chilenos que votó en contra del texto de la extrema derecha: simplemente que no quieren a la extrema derecha o que haya una ola impugnatoria contra el Estado y la democracia.
Y esa ola impugnatoria hace que le pongas una urna a un chileno y te voten en contra. Este es un gobierno impopular y paralizado en un país que está a la deriva. De hecho, somos el que menos está creciendo: este año vamos a crecer 0,1%, el año que viene 1 punto cuando Latinoamérica crecerá 2 puntos. Somos los más mediocres de los mediocres.
Perdimos nuestros motores, pasamos de ser el mejor alumno de América Latina a tener los problemas que caracterizan a la región: narcotráfico, inmigración desregulada, inflación, etc. Por eso sorprende que, pese a seguir a la deriva, rechace a la extrema derecha.
¿Esa ola impugnadora de que le pongas la boleta que le pongas siempre van a votar en contra, explica los resultados de otros países de la región y, especialmente, del caso argentino?
Sí, hay muchas aproximaciones. Una es que en el mundo progresista nos volvimos conservadores, se nos fue la insolencia, porque defendemos valores como el Estado y la democracia. Y efectivamente, hay pueblos que son incorruptibles y geniales, pero que el Estado no les permite ser fantásticos.
Por eso es que los Milei, los Trump, las Meloni parecen insolentes y nosotros los rígidos defendiendo la convivencia. La otra lectura es que efectivamente el Estado y la democracia no están resolviendo los problemas gruesos de parte de nuestros pueblos.
Por caso, en Chile, el 27% no tiene contrato. El 90%, récord de nuestra historia, tiene miedo de que lo asalten. Para muchos de esos chilenos el Estado significa poco y nada. El cambio se impuso en toda América Latina, el que gobierna pierde. En 2024 va a cambiar, porque creo que se va a contradecir con la elección mexicana, la de República Dominica y, con todas sus complejidades, la de Venezuela. En 2023 Latinoamérica voto por el cambio en todos los escenarios.
Lo cierto es que Chile confirma la regla, los incumbentes son castigados y el país no ha querido desbloquear su problema constitucional, y nos quedamos con la Constitución de Pinochet.
Me llamo Marco Enríquez-Ominami y tengo un apellido compuesto, porque tengo dos padres que estuvieron presos, asesinados o torturados. Ayer yo mismo voté, y mi madre me insultó, porque siente que voté por Pinochet. A mis 50 años, tuve el dilema de votar o por la Constitución de Pinochet o por la del hijo de Pinochet. Y durante semanas, lo puedes ver en mi red, recorrí mi país para convencer a mi pueblo de votar contra la Constitución de una extrema derecha.
Pero debía reconocer que al votar contra José Antonio Kast, el mejor amigo de Milei, estaba votando la Constitución de un dictador con la que yo luché toda mi carrera política, que no es tan larga, son 15 años. Básicamente, para votar en contra de una Constitución de ultraderecha tuve que votar por la Constitución de Pinochet.
Pero lo que quiero plantear es que el dilema en el que estamos es patético. Estamos en un sinsentido, y hoy corresponde que el Gobierno se dedique a enderezar la economía y no a seguir transformando el país, porque ya no lo va a poder hacer. Ya no lo hizo el primer año y no lo hará nunca, por más que el Gobierno sea bien intencionado.
Fuente: Perfil