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[Publimetro] Marco Enríquez-Ominami y Axel Pickett: “La ruta olímpica”

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La participación en competencias internacionales de nuestros atletas, con sus consiguientes triunfos y derrotas, podios y medalleros, revive los tradicionales lamentos deportivos por falta de apoyo y las repetidas respuestas gubernamentales sobre lo mucho que ha aumentado la inversión en el área. Sin embargo, no se avanza demasiado en la ruta por dejar el subdesarrollo deportivo y avanzar hacia la elite olímpica. Y lo peor: no hay para cuándo.

 

Porque la ruta olímpica (no) definida en la institucionalidad chilena es una seguidilla de caminos de tierra, sin luces de convertirse en una carretera de calidad. Es posible disentir en cuál sería la mejor opción, si no de coincidir, al menos, en la necesidad de que mientras no se defina un solo camino, el avance será solo limitado. Entendiendo que estamos hablando del camino institucional que deben seguir los talentos desde su infancia. Hay ejemplos de que es posible.

En Estados Unidos el camino elegido es el escolar. Las campañas de promoción del desarrollo deportivo suelen ser del tipo Stay in school. Los recursos se concentran allí, y es cosa de conocer la calidad de las implementaciones de los colegios públicos para ver dónde están las prioridades. Los Chicago Bulls no tienen sub 17 ni los New York Yankees tienen escuelas para menores de doce años. Todo ese trabajo de detección, formación y desarrollo de talentos se hace en las escuelas, liceos y universidades. No se permite que un niño debute en lides profesionales. Para jugar en la NBA se exige que haya pasado un año de la salida del colegio para potenciar que los jóvenes entren a la universidad (aunque es cierto que algunos prefieren ir a ganar buenos dólares a Europa por un año y después volver).

Acá cerca, en Argentina, el modelo es diametralmente diferente. Es de clubes, que desarrollan todo el trabajo formativo con apoyos directos e indirectos del Estado (aunque muchos, sobre todo en provincias, se lamentan que no son suficientes). El deporte escolar es más bien recreativo. De hecho en su competencia nacional no puede participar ningún niño que participe en las competencias de clubes a novel regional o nacional. El objetivo de cada instancia está claro.

Por cierto que no todo es blanco y negro. Hay matices. Pero lo común es siempre que los objetivos, las prioridades y los caminos están claros. El tema es que en Chile no hemos priorizado un camino o el otro.

Optamos por la jornada escolar completa, con los niños hasta bien entrada la tarde en el colegio. Pero el desarrollo deportivo se canaliza a través de entidades que no tienen relación con los liceos y colegios. Un niño que sale de clases a las cuatro de la tarde, debe alimentarse a la carrera para llegar corriendo a entrenar hasta las ocho de la noche. Después, hacer las tareas y quedarse luego dormido para tener buenas notas al día siguiente, a las ocho de la mañana. Si el niño vive en Quilicura y el gimnasio está en Ñuñoa, la deserción es cosa de semanas, está más que anunciada.

Los esfuerzos del Estado y de los privados existen, pero, en esta óptica suelen ser accesorios. Apoyos a deportistas ya formados, construcción de instalaciones que están desocupadas la mayor parte del tiempo. En los liceos no hay técnicos capacitados ni infraestructura decente, pero sí están los niños.

Nuestras competencias concebidas para ampliar la base de la pirámide para el desarrollo del deporte son otra muestra de la falta de priorizaciones. El mejor (y peor) ejemplo son los Juegos del Bicentenarios (llamados anteriormente Juegos Nacionales Escolares).

Se desarrollan en prácticamente todas las disciplinas, en tres categorías (menores de 14, 16 y 18 años), damas y varones, en las 15 regiones del país. La primera etapa es la comunal, por lo tanto la rigen las direcciones de educación de cada municipio, con su personal técnico. Luego, se pasa a la etapa provincial, que se disputa de acuerdo a las provinciales del Mineduc. Después viene la etapa regional, donde toma el control el IND, con su personal técnico. Es evidente que no hay centralidad técnica.

Hay que definir un camino de desarrollo y pavimentarlo bien, y no seguir transitando varios caminos de tierras, que generan más gastos y menos resultados.

 

Fuente: Publimetro