Marco Enríquez-Ominami enfrenta el desafío de mantenerse vigente cuando la Nueva Mayoría se ha apropiado de muchas de sus consignas. Sus primeras señales apuntan a que extremará sus diferencias con el bloque.
Lo dice con un concepto de ajedrez: “Nosotros como movimiento estamos en un jaque mate”. En medio de los pastos de la Usach, Marco Enríquez-Ominami lleva 30 minutos de la tarde del martes 22 hablando a cerca de 250 estudiantes que se acomodan bajo los árboles junto a cinco perros del campus que duermen la siesta a esa hora. Con esa frase, trata de explicar lo complejo que es para él y el PRO abordar el tema de la reforma tributaria, casi una contradicción vital. Luego dirá que no le gusta, pero que rechazarla es estar del lado de los empresarios. Sin embargo, en el aire, la idea queda dando vueltas. Y la jugada final del ajedrez parece remitir a un tablero más amplio.
En su entorno, el diagnóstico parte desde una lectura común: la Nueva Mayoría se apropió de gran parte de las banderas de Enríquez-Ominami, incluidas las tres reformas estructurales y el nombre de la coalición. Y pese a que las primeras mediciones dan al ex diputado una buena opción de ser candidato el 2017, el riesgo de que el jaque mate del que habló se extienda a su opción presidencial es alto, más si los números empiezan a acompañar al oficialismo. La estrategia, entonces, es doblar la apuesta. Ofrecer más que el gobierno. Diferenciarse.
Al inicio de la conversación, ME-O hizo gala de su capacidad para lanzar frases provocadoras, una tras otra, al hablar de educación: El Simce es una herramienta para “torturar bien” a los alumnos. La orgía de la economía son los rankings. Los colegios particulares subvencionados hacen casting para escoger a sus estudiantes. Las universidades chilenas son las más caras del mundo. “Obama no podría haber sido presidente si no estudiaba con los blancos”, disparó hacia el final. “Y en Chile los negros y los blancos no estudian juntos”. Y apuntó al ministro Nicolás Eyzaguirre por su indecisión: “Avanza en la televisión y se corrige en los diarios”.
Pero el minuto cúlmine fue cuando abordó la reforma tributaria: dijo que sus estimaciones indicaban que “para hacer algo mínimamente potente en Chile”, la cifra inicial a conversar era de US$ 14.500 millones de recaudación. Más de US$ 6 mil millones de diferencia con la propuesta del gobierno. “Nos estamos farreando una oportunidad histórica de cambiar las reglas”, lamentó, agregando que la reforma no planteaba temas como los tributos de las mineras privadas y cambios al sistema de propiedad.
La delgada línea que enfrenta ME-O es que, para llegar a La Moneda, necesitará el apoyo de los votantes de la Nueva Mayoría. Por eso, se cuidó de no criticar directamente a Bachelet, y dijo que las medidas en educación y la reforma tributaria eran “buenos titulares” con muchas falencias.
Pero Enríquez-Ominami fue claro en su apuesta de marcar distancia. Varias veces habló de Concertación en vez de Nueva Mayoría, para luego corregirse, en un guiño que parecía intencional. Habló de que está tratando de hacer lo que él reconoce como la gran deuda de la elección pasada: unir a los partidos de izquierda y movimientos en un bloque que tenga proyección hacia el futuro. Y de que este bloque tiene un horizonte distinto que la actual coalición gobernante. Un ME-O duro y tratando de separarse de la duda que lo persigue desde hace un lustro, una que, curiosamente, apareció en forma de pregunta del público en un papel arrugado seleccionado al azar casi al final de la exposición, y que decía: “¿Usted sería tan crítico con la Concertación si ésta lo hubiera dejado competir contra Eduardo Frei?”.
Fuente: quepasa.cl