“Todos y todas, pero sobre todo los adolescentes y los jóvenes fueron y siguen siendo las principales víctimas de las cuarentenas del COVID, y las secuelas que causó ese encierro en ellos y ellas, tenemos que enfrentarlas como sociedad y con eficiencia. No puede ser un daño silencioso e individual, porque fue una crisis que enfrentamos, para bien y para mal, colectivamente”.
El COVID nos afectó a todos, pero de distinta manera. Probablemente, más que a cualquiera, le pegó a los adolescentes y jóvenes porque tuvieron que saltarse ese momento fundamental de sus vidas, en el que ver a los amigos y compañeros es trascendental para el desarrollo social, la confianza y el crecimiento emocional. El encierro fue una tragedia para todos, pero sobre todo para ellos. Peor aún, fue y sigue siendo una tragedia no contada, una crisis de salud mental y emocional que no ha tenido respuestas claras en políticas públicas de salud mental.
El Gobierno del Presidente Piñera, tenemos que ser justos, reaccionó rápido e impulsó programas sobre salud mental y acompañamiento. Un gesto simbólico y republicano que sirvió para decir a la gente: el Estado está acá no solo para encerrarte, también para cuidarte. Pero fueron medidas tímidas y de baja escala que este gobierno, el del presidente Boric, continuó con menos fuerza aún. Esto, pese a que su promesa de campaña había sido poner en el centro de sus preocupaciones la salud mental. Lo cierto es que las políticas públicas no han estado a la altura de la urgencia psíquica y emocional que vive el Chile de la postpandemia.
Todos y todas, pero sobre todo los adolescentes y los jóvenes fueron y siguen siendo las principales víctimas de las cuarentenas del COVID, y las secuelas que causó ese encierro en ellos y ellas, tenemos que enfrentarlas como sociedad y con eficiencia. No puede ser un daño silencioso e individual, porque fue una crisis que enfrentamos, para bien y para mal, colectivamente.
Este gobierno avanzó, por ejemplo, con el nuevo Programa Nacional de Salud Integral de Adolescentes y Jóvenes, y en la inversión en Centros de Salud Mental Comunitaria. Pero fueron medidas tímidas y desenfocadas de lo más obvio: una respuesta directa a la herida viva del encierro y la desconexión por las cuarentenas. Faltó una campaña nacional y faltó un fondo de emergencia. Faltó decirle a los jóvenes, con hechos, con presupuesto y profesionales: “sabemos que no estás bien y estamos aquí para protegerte y ayudarte a salir”.
Europa, por ejemplo, tuvo y tiene, hasta hoy, bonos psicológicos, líneas abiertas 24/7 de atención gratuita universal para estudiantes. En Brasil, la UNICEF creó “Pode Falar”, una plataforma digital para que jóvenes hablaran con psicólogos en cualquier momento. ¿Y en Chile? Acá, la salud mental de nuestros jovenes se quedó atrapada en planes difusos y tardíos. Yo propongo que la salud mental sea, a partir de mi gobierno, un proyecto de justicia y reparación por el encierro forzoso al que nos obligamos en pandemia.
Por eso propongo un Plan Nacional de Reparación Psicológica Post-COVID especialmente para adolescentes y jóvenes, cuyo objetivo sea el reconocimiento, la visibilidad y la reparación del daño emocional y psicológico causado por la pandemia del COVID-19, garantizando acceso universal, gratuito y oportuno a apoyo en salud mental.
El Plan Nacional “Chile Siente” se articulará en cinco ejes: (1) un reconocimiento político explícito del daño emocional causado por la pandemia, incluyendo una Comisión Psicológica que aquilate el daño a nivel poblacional ; (2) el acceso garantizado y gratuito a apoyo psicológico para jóvenes de 12 a 27 años, mediante terapia directa o bono de atención; (3) el fortalecimiento del acompañamiento emocional en liceos, institutos y universidades, con psicólogos residentes, formación de pares y educación emocional curricular; (4) la creación de una plataforma digital y línea telefónica 24/7 para orientación y contención; y (5) un fondo nacional que asegure cobertura territorial, financiamiento y evaluación psicológica permanente enfocada en este grupo.
Hoy, muchos jóvenes no confían en el Estado y yo propongo que reconstruyamos esa confianza. El encierro y el silencio emocional de la pandemia no puede ser la herencia traumática de esta generación. Chile debe sentir, escuchar y actuar. Por eso “Chile Siente” no es solo un plan: es el primer paso hacia una sociedad que cuida y repara y vuelve a confiar. Si compartes esta visión, si crees que a nuestros jóvenes les debemos algo más que indiferencia, te invito a patrocinar mi candidatura en patrocinantes.servel.cl. Solo necesitas tu RUT y tu clave única.
Fuente: Interferencia