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Biografía

Mi infancia

Soy hijo del cofundador y secretario general del Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR), el médico Miguel Enríquez y de la periodista, socióloga y productora de televisión Manuela Gumucio. Nací en Santiago de Chile el 12 de junio de 1973, en medio de un país convulsionado que vivía por entonces los últimos meses del gobierno de la Unidad Popular, liderado por Salvador Allende.

Tan sólo dos meses más tarde se produciría el Golpe de Estado que obligaba a mi madre, y a mí -en su vientre-, a pasar a la clandestinidad, y a exiliarnos en Francia. Recuerdo el difícil ambiente de mi primer colegio; a cada niño en Francia se le asigna la escuela que corresponde a su barrio, y el mío era uno popular. Sin embargo, tuve una grata infancia marcada por la multiculturalidad dada por mis amigos del barrio y mis compañeros de colegio.

El 20 de agosto de 1983, el gobierno de facto chileno dio a conocer una lista con más de 1.200 nombres de exiliados, quienes desde ese momento contaron con la autorización correspondiente para poder ingresar otra vez a su país. Estaban los Gumucio, algunos tíos, mis abuelos, mi abuelo Rafael Gumucio y también Carlos,  mi papá. Pero yo no aparecía.

Tiempo después, con tan solo 13 años recuerdo la dura despedida de mis amigos. No conocía otro país para vivir pero regresé al que se convertiría en mi pasión: Chile.

Vivir en el exilio

A los cinco meses de edad, fui expulsado de Chile por un decreto militar junto a toda mi familia, situación que se mantuvo por más de una década. Mientras conseguía un lugar fijo para vivir en París, mi madre obtuvo un trabajo en una productora audiovisual encargada de elaborar programas educativos infantiles para televisión. Yo, por mi parte, comencé a aprender francés como mi primera lengua en la guardería estatal a la que acudía, a la par del castellano que escuchaba todo el tiempo en mi casa.

Pese a la austeridad de mi hogar, siempre fue un lugar muy digno. Mi madre hacía malabares para combinar sus largas jornadas laborales, típicas del mundo del cine y la televisión, con mi cuidado. Manuela se mantenía siempre en contacto con lo que sucedía en Chile y la comunidad creciente de exiliados en Francia. Fue una lucha permanente, llena del sin sabor de vivir lejos de tus seres queridos y limitaciones económicas, pero marcada por un entorno fraterno. Mi familia me hablaba todo el tiempo de Chile, me decían que era hermoso, a pesar de la dictadura.

El colegio

Realicé mis estudios primarios en el Lycée Victor Hugo de París, un liceo fiscal del Barrio 14 de la capital francesa, en el cual fui parte de un nutrido grupo de estudiantes que compartieron el valor del pluralismo. Tras mi regreso del exilio, me matriculé en la Alianza Francesa de Santiago. Finalmente, mis dos últimos años de secundaria los hice en el Saint George’s, del cual egresé en 1990.

El colegio en Francia fue tal vez una de las mejores épocas para mí, debido a los valores que encarnaba el Liceo Victor Hugo. Victor Hugo fue un escritor y político francés que dedicó su vida a la producción intelectual sobre la lucha social y su batalla contra la miseria. Bajo esos conceptos, recibí mis primeras instrucciones escolares. Gitanos, inmigrantes árabes y yo, un chileno, formábamos nuestro grupo de amigos, muchos de ellos, hasta hoy.

En Chile, al cursar tercero medio sufrí una fuerte hepatitis, que me dejó seis meses en cama. Aunque no fuera el estado ideal, durante este tiempo conocí lo que sería mi gran pasión. Mi madre Manuela fomentó en aquellos meses el cine tradicional y me llevó todas las películas posibles, con las que vi nacer una afición que después ejercería profesionalmente: el cine.

Mis estudios

En 1991 ingresé a la Facultad de Filosofía y Humanidades de la Universidad de Chile para estudiar Lengua y Literatura Hispánica, pero no fue lo que esperaba. Necesitaba comprender el mundo, comprender Chile y decidí estudiar Filosofía, en la misma facultad, de la cual me titulé en 1996.

Antes de salir del colegio tenía claridad de que quería estudiar en una universidad estatal. Sociología, Antropología y Filosofía estaban entre mis opciones.

Inicios políticos

Mi participación en la política comenzó cuando yo era muy joven. Ya estando en Chile, ingresé a los 13 años en las filas de las Juventudes Socialistas. Ya en la universidad fui elegido como vicepresidente del Centro de Alumnos de la carrera de Filosofía. También participé de las elecciones internas para elegir al candidato a Presidente de la FECH durante 1993, donde resultó elegido mi compañero Freddy Ponce.

El cine, mi pasión

Cuando finalicé mis estudios superiores, en 1996 regresé a Francia para realizar un taller intensivo para directores de cine en La Fémis (Escuela Nacional Superior de los Oficios de la imagen y el sonido) de París. Allí fui docente del área de Producción Cinematográfica y Cine de la Universidad Arcis en Santiago, y entre 1997 y 1998, profesor en el Centro de Extensión de la Pontificia Universidad Católica del Perú.

El mismo año cofundé el semanario chileno The Clinic, y asumí como director ejecutivo de la productora Rivas y Rivas, donde trabajé como productor, guionista y director de cortometrajes, largomentrajes, reportajes, comerciales, videos musicales, videos institucionales y telefilmes. Entre algunos de mis trabajos recuerdo Cuentos chilenos, Cuentos de la ciudad y la serie de televisión La vida es una lotería, que se transmitió durante cinco temporadas entre 2002 y 2005 por TVN y entre 2006 y 2007 por Mega. Más tarde, en 2008, estrené la película Mansacue basada en esta serie y dirigida por mí. Entre 2000 y 2003 fui presidente de La Factoría, un consorcio de empresas audiovisuales chilenas.

Mi familia

En 2003 años conocí a la Karen, que ahora es mi compañera. Yo dirigía la serie más exitosa de TVN, «La vida es una Lotería» y ella tuvo que entrevistarme para el matinal por la promoción del capítulo de esa noche. Ahí supe que era periodista como mi mamá, que criaba sola a su hija Fernanda y que no sólo era linda y querida, sino también inteligente y con convicciones.

También supe que quería compartir mi vida con ella. Criar a la Fernanda fue un privilegio, a veces difícil, como es hacer familia, pero fascinante, siempre primó el amor. Hoy ya es una mujer adulta, valiente, comprometida, solidaria y jugada por las causas más justas. Es un orgullo que me haya transformado en su papá.

También tenemos a Manuela, nuestra hija menor. Una joven amable y de convicciones. Son geniales y practican a diario la enseñanza de la Karen que afirma que el amor nunca sobra, que hay que excederse, amar sin límites y apoyarse siempre, en todo.

A mí me toca poner los límites, y no solo a ellas, sino a Benito y Loló, nuestros dos perritos que adoptamos (el tercero, Meo, partió al cielo en 2020), que son parte de nuestra familia y representan el compromiso de cambiarle el destino a un animalito de la calle. Esta es mi familia, mi amor, mi refugio y mi fortaleza.

Estoy convencido de que lo que importa en una familia no es la forma, es el fondo. Lo que nos une y tenemos en común es el amor.

Quiero cambiar Chile

Decidí ser candidato a la presidencia de la República en los comicios de 2009-2010. Ante la negativa del PS para dilucidar quién sería el candidato único de la Concertación, me presenté como candidato independiente y ese mismo año inscribí mi candidatura ante el SERVEL.

Gracias al apoyo de diversos partidos y la ciudadanía, el díscolo, como algunos me llamaban, y contra todos los pronósticos y encuestas, obtuvo el 20,13% de los votos, logrando el tercer lugar en la contienda electoral.

Junto a grandes compañeros y compañeras, en 2010 fundamos el Partido Progresista (PRO), con el que me presenté nuevamente como candidato a las presidenciales de 2013, siendo el primer candidato oficial de dichas elecciones, así como el primero en dar a conocer su programa presidencial.

Educación gratuita para todos; un cambio radical en la reforma tributaria; una nueva Constitución, en reemplazo de la Constitución de 1980, reformada a través de Asamblea constituyente; y la desconcentración de la economía, fueron algunas de mis propuestas, que en su gran mayoría se mantienen vigentes hasta hoy.

En 2013 también presenté el libro Por un nuevo Chile: Propuestas para un debate ciudadano, un documento de 163 páginas elaborado por diecisiete asesores del PRO, en donde formalicé mis propuestas de gobierno para la elaboración de una nueva Constitución. Meses más tarde lanzaba «El Problema no es la economía, es el poder» que realicé en coautoría con mi tío Rafael Gumucio, y el libro «Si tú quieres Chile cambia», que contiene propuestas para un programa de gobierno progresista y solidario.

La suma de todos estos libros colaboró a entregarle densidad de ideas y programática, no solo a mi candidatura, sino también al proyecto país desde una mirada progresista, que hasta hoy necesita Chile.

En 2017 fui candidato porque consideré que era importante sostener la voz por la Asamblea Constituyente y una alternativa a las grandes coaliciones.

Ahora, en 2021, me presento por cuarta vez como candidato, no como capricho personal como algunos afirman, sino porque después de un camino político claro, lleno de aprendizajes y experiencia, tras el estallido social y con la conformación de la Convención Constitucional, estoy convencido de que hay que defender el proceso constituyente conquistado por el pueblo de Chile, porque creo en la ciudadanía, en el pueblo, en las mujeres, en las y los jóvenes. Y creo en el cambio, porque el cambio es hoy.