Por: Marco Enríquez Ominami
Aquellos que buscamos cambiar las reglas para construir un nuevo Chile, donde el crecimiento conviva con el desarrollo, debemos sumar fuerzas con la Presidenta Bachelet cada vez que ella impulse reformas que avancen al país en esa dirección. Con la misma energía, debemos también empujar a la Nueva Mayoría a correr los límites para crear una institucionalidad donde todos podamos vivir mejor, juntos.
El 17 de noviembre, cuando Michelle Bachelet obtuvo 46,7% en la primera vuelta, anuncié públicamente que en segunda vuelta votaría por la Asamblea Constituyente. Como era evidente que Bachelet ganaría en segunda vuelta, mi decisión de no apoyarla se basó en que si bien había muchas coincidencias entre su programa y el pacto del que formaba parte el Partido Progresista, también había buenas razones para dudar del compromiso de la Concertación de convertir esas promesas en realidad.
En 2009, la obstinación de los líderes partidistas de la Concertación de no hacer primarias presidenciales y parlamentarias me llevó a renunciar al PS y lanzar una candidatura presidencial independiente. Para segunda vuelta, porque quería evitar que ganara la derecha, pero dada la resistencia de esos mismos líderes a implementar cambios en la campaña para la segunda vuelta, terminé dando con pocas ganas—y de forma impropia y equivocada—mi apoyo a Frei en segunda vuelta.
En 2013, en cambio, no había posibilidad de que volviera a ganar la derecha. Pero si había mucho riesgo de que los vientos de cambio se volvieran a encontrar con esa muralla de una derecha y una Concertación temerosas de hacerse cargo de los nuevos desafíos de este país que se ha desarrollado, pero que tiene niveles inmorales de desigualdad. Esa resistencia a construir nuevas reglas de convivencia que permitan avanzar hacia el desarrollo sin dejar nadie atrás, y sabiendo cuándo es bueno competir y cuándo es bueno colaborar, me llevó a empujar los límites en la segunda vuelta. Le queríamos decir a Michelle Bachelet, que ya sabíamos iba a ser la próxima presidenta, que estaríamos ahí apoyándola cuando se animara a hacer las reformas que Chile quería, y que también estaríamos allí para fiscalizar que cumpliera sus promesas de campaña de una asamblea constituyente para una nueva Constitución, de educación universal pública y gratuita de calidad y de una reforma tributaria que permitirá la construcción de un país más igualitario entre otras ambiciosas reformas pendientes.
Hoy, la principal oposición a Bachelet viene desde las fuerzas conservadoras de la Concertación. Los temores que teníamos antes de la segunda vuelta se han visto materializados. Muchas reformas de este gobierno, que apuntan en la dirección correcta, son insuficientes precisamente porque las fuerzas conservadoras las bloquean. Otras son insuficientes porque la propia Presidente Bachelet no se anima a empujar más los límites. Por ejemplo, la campaña por una Asamblea Constituyente. En algunas reformas que apuntan en la dirección correcta, como la reforma tributaria y la reforma educacional, se han equivocado algunas herramientas, las estrategias de comunicación, el orden de prioridades e incluso confundido los objetivos finales. Una reforma tributaria que recaude el 3% del PIB es necesaria, pero insuficiente para cumplir la promesa de educación pública gratuita. Lamentablemente, ahora que se acerca un acuerdo de reforma tributaria, será difícil para el próximo gobierno impulsar una nueva reforma tributaria y la promesa de educación pública de calidad y gratuita para todos será más difícil de cumplir. En la reforma educacional, la estrategia de comunicación ha llevado a muchos a creer que el objetivo es debilitar a los colegios particulares subvencionados y no fortalecer la educación pública y asegurarse que nadie sea discriminado con fondos públicos.
Tengo discrepancias con el gobierno en materia de reforma provisional, ley laboral, política energética e impuestos a la minería. Pero entiendo que este gobierno avanza más decididamente que los anteriores en la dirección correcta. Yo quisiera más avances y más profundos. Pero quisiera que aquellos que se beneficiaron haciendo campaña junto a Bachelet no la abandonen ahora ni frenen las reformas que ella impulsa. Aquellos que compartimos el domicilio ideológico de la centro-izquierda, aquellos que queremos un país más igualitario, más justo y donde todos podamos vivir mejor, juntos, debiéramos sumarnos a los vientos de cambio y no alzarnos como obstáculos que frenen al avance de un país que sueña en grande y está decidido a convertir esos sueños en realidad.