La unión de los países de los países latinoamericanos y del Caribe, necesariamente, debe fundamentarse en la independencia respecto a políticas que nos son ajenas y que, afortunadamente, estamos dejando de lado para construir unidos, en cambio, una patria grande.
En Cali, Colombia, se reunieron los Presidentes de México, Colombia, Perú y Chile para acordar la profundización de los acuerdos firmados en 2012 en Lima. La presidencia pro tempore fue entregada del Presidente chileno, Sebastián Piñera, al mandatario colombiano, José Manuel Santos. En la apariencia, esta Alianza del Pacífico es –fundamentalmente– comercial; sin embargo, Santos deslizó algunas ideas políticas que diferenciarían esta institución de otras similares existentes hoy en América Latina.
La iniciativa de integración de estos países, en una somera mirada, parece un paso positivo; sin embargo, debemos recordar las frases del Secretario de Estado Norteamericano John Kerry, quien recordó la concepción sobre América Latina como “patio trasero”, que se basaba en la teoría de James Monroe, “América para los americanos” que, con razón, criticara en sus tiempos el ministro chileno Diego Portales, escribiendo en sus cartas: “Salimos de un imperio feroz para entrar a otro peor”.
La Alianza del Pacífico la integran los Presidentes Enrique Peña Nieto, de México; Ollanta Humala, de Perú; Juan Manuel Santos, de Colombia y Sebastián Piñera, de Chile, quienes coinciden, con algunos matices, en una concepción marcadamente de derecha y diferente a la de los gobiernos de izquierda y progresistas de América Latina (Ecuador, Argentina, Venezuela, Uruguay, Brasil y Bolivia).
Uno de los grandes avances en nuestro continente es la creciente independencia respecto de los Estados Unidos en el campo de las alianzas internacionales y al país del norte sólo le restan organismos como la OEA, su verdadero ministerio de “colonia”, como lo llaman algunos, cuyo Secretario General, en la actualidad, es el chileno José Miguel Insulza.
El extinto Presidente de Venezuela, Hugo Chávez, tuvo entre sus logros la creación de Alianzas de países afines –no participaban naciones como Estados Unidos y Canadá– y que constituyen la antítesis de la doctrina Monroe: en 1991 se fundó, en Asunción (Paraguay), el MERCOSUR; en 2004, la Alianza Bolivariana para los pueblos de nuestra América, el ALBA; en 2005, la Unión de Naciones Suramericanas, la UNASUR; y en 2010, La Comunidad de Estados Latinoamericanos y del Caribe, CELAC, cuyo presidente pro tempore es el cubano Raúl Castro.
La Alianza del Pacífico ha sido mirada con recelo por parte de las dos potencias principales de América del Sur, Argentina y Brasil, que visualizan el afán divisionista y la nueva forma de penetración militar y económica de la Secretaría de Estado Norteamericano en un continente que, cada vez, es más esquivo, dado el predominio de gobiernos progresistas y de izquierda que fomentan la unidad latinoamericana bajo los ideales de Simón Bolívar y José Martí, entre otros libertadores de nuestro continente.
Marco Enríquez-Ominami
Publicado en El Mercurio, 04 de Junio de 2013