El sistema de Administradoras de Fondos de Pensiones (AFP) chilenas nacieron de la semilla de un fraude y crecieron en el jardín de la hipocresía. La prueba más clara de esto, y lo ha denunciado recientemente el diputado Jaime Araya en el Congreso, es la forma en que el sistema, en su fundación, excluyó deliberadamente a los militares, quienes conservaron un régimen previsional estatal y solidario. Esta exclusión no fue una casualidad ni un error, sino una decisión estratégica y calculada para proteger a las Fuerzas Armadas de las deficiencias y riesgos inherentes al sistema de AFP.
Durante la implementación del sistema de AFP, Pinochet mismo dejó en claro la intención de camuflar esta exclusión para no aparecer ante la ciudadanía como excepciones privilegiadas. En sus propias palabras, Pinochet expresó: «Que no figure que somos excepción… de lo contrario, vamos a aparecer muy mal ante la ciudadanía». Esta declaración no solo revela la manipulación y la falta de transparencia del régimen, sino que también subraya una hipocresía fundamental: mientras el resto de los chilenos fueron forzados a adaptarse a un nuevo sistema de ahorro individual, los militares continuaron beneficiándose de un sistema solidario y más seguro.
Hoy, figuras políticas de la ultraderecha como Evelyn Matthei y José Antonio Kast, ambos conocidos por su admiración a Pinochet, se presentan como candidatos defendiendo un legado patriótico que ha perpetuado la desigualdad y la inseguridad para millones de chilenos. ¿Qué patria defienden ellos? La del sistema de AFP, que no solo es un tributo a un pasado autoritario, sino una perpetuación de las injusticias estructurales que han afectado a generaciones de trabajadores y pensionados en Chile.
El sistema de AFP ha demostrado ser insuficiente para garantizar pensiones dignas. La mayoría de los jubilados recibe pensiones que están muy por debajo del salario mínimo, obligándolos a depender de familiares o a seguir trabajando en la vejez. Esta realidad contrasta fuertemente con el régimen previsional de los militares, que sigue siendo financiado por el Estado, asegurando beneficios mucho más generosos y estables.
Recordemos que no fue una elección democrática el ingreso de la gente al sistema de AFP. Fue un cambio estructural impuesto sin consulta, diseñado para favorecer al sector financiero privado a expensas de los derechos de los trabajadores. Esos pocos bolsillos son su patria.
Los defensores actuales del sistema de AFP, incluyendo a Matthei y Kast, deben ser cuestionados y desafiados. Su apoyo a un sistema que claramente beneficia a unos pocos a costa de muchos es una traición a la patria, que es el bienestar de los chilenos y chilenas.
En un país donde la desigualdad sigue siendo una herida abierta, es inaceptable que continuemos con un sistema que perpetúa la inseguridad y la injusticia. La reforma del sistema de pensiones es una necesidad urgente. Debemos exigir un cambio que garantice pensiones dignas para todos, sin excepciones ni privilegios ocultos. La demanda por un sistema previsional más justo y solidario no es solo una cuestión de política económica, sino de dignidad humana.
Fuente: El Ciudadano