Mucha gente se pregunta si en las próximas semanas aparecerá de nuevo tu nombre vinculado a casos como el de Soquimich.
Yo transparenté el 2 de abril lo que tenía cerca de mí respecto del caso Soquimich, que era un asesor; y sistemáticamente hasta ahora he respondido por lo que está bajo mi control. No tengo problema en responder. Lo que no puedo hacer es responder por cosas que no están bajo mi control. Sobre lo que está bajo mi control puedo asegurar que no tengo ninguna boleta ni ninguna factura con alguna de las empresas que están hoy día singularizadas, ya sea por la prensa o por la justicia.
Pero quisiera hacer dos reflexiones adicionales. Sistemáticamente he sido escrutado, quiero recordar que en cada rendición electoral se me ha objetado, la prensa ha hecho noticias que han quedado en el vacío. Recuerdo la anécdota de que se trató de convencer, con titulares de diarios, que yo tenía maquilladora propia. Se demostró rápidamente que era la maquilladora de la franja y que no era, como se había querido dibujar, un gasto obsceno. Quiero recordar que estuvo el caso “Firmas”, del cual yo mismo fui querellante a través del secretario general del partido, donde se trató de decir que nosotros habíamos tenido una maquinaria de firmas falsas; y ahí está, nosotros fuimos siempre los primeros en denunciar.
Lo conecto con una segunda reflexión, que es más compleja. Yo estoy seguro que cualquier persona que busque, con sospecha y desconfianza, en nuestras campañas, va a encontrar culebras. No tengo dudas que ningún proyecto político hoy día está en condiciones de enfrentar un escrutinio si se hace con desconfianza y con mala fe.
De ahí en adelante, efectivamente, todos los procesos de recaudación de campaña han sido extremadamente complejos y accidentados. Nacimos el 2009 con el 0% en el mes de enero y terminamos con el 10% en junio, 25% en septiembre, bajando a 20% en diciembre. O sea, quiero decir que igual que el 2013, fue una campaña en que hubo que legalizar un partido, poner de pie una candidatura, contra viento y marea; por tanto no tengo ninguna duda que cualquiera que busque con ánimo escrutador, con desconfianza y sospecha, va a encontrar en cualquiera de esos proyectos, probablemente, muchas culebras.
Pero yo le puedo responder de mi empresa, de mi persona, de mi RUT: no hay una sola factura ni boleta a las empresas que usted observa singularizadas.
Pero en términos más amplios, ¿puedes dar garantía de que, no solo con respecto a las empresas ya mencionadas, sino en general, no has realizado cobros políticos?
No solamente sobre las empresas singularizadas, no tengo boletas ni trabajos falsos. Todos los trabajos, asesorías, conferencias, cuando son remunerados, han sido hechos de acuerdo a la ley.
Pero, de nuevo, de lo que se ha tratado es de construir una sombra sobre mi actividad política. Yo quisiera recordar algunos elementos: yo no soy funcionario público, tengo una actividad privada, como la tiene usted, que está de acuerdo con la ley y lo que mi conciencia me permite, que es dar conferencias, clases. Tan solo ahora recibí una remuneración del PRD (Partido de la Revolución Democrática, de México), exponiendo frente a los senadores del PRD públicamente; frente al ITAM, una universidad privada (de México); la universidad Miguel Hidalgo (de México), la universidad de Rosario (de Argentina). Firmé un contrato con una editorial para un libro, remunerado. Escribí un artículo para la OSDE, una revista argentina, que es también remunerado y declarado también en mi rendición. He vendido la serie “Mi vida es una lotería” en distintos países. Rivas y Rivas tiene también una serie de ingresos respecto de la venta de sus series.
Entonces, leo la pregunta con dos intereses. Respecto de la conyuntura misma, yo respondo por las cosas que están bajo mi control. Si usted me pregunta si tengo dominio y control sobre mucha gente que ha adherido a mi proyecto o ha colaborado estrechamente, no tengo control ni dominio. Usted se imaginará que Max Marambio, Paul Fontaine, y cantidad de gente que ha adherido a mí, tienen sus propias vidas y no tengo control ni tuición sobre ellas. Confío en que actuaron de buena fe en las campañas.
LAS REGLAS DEL JUEGO
Interesa entonces preguntar en un plano más general. Hay una forma de obrar de la política chilena que entró en crisis, y hay una ciudadanía que está exigiendo una política distinta, no solo respecto del financiamiento, sino en general en torno a la relación entre las estructuras políticas y las estructuras empresariales, lo que se relaciona con la ética. Pareciera que la clase política debiera reaccionar primero con sentido autocrítico y luego con propuestas.
Tengo varias discrepancias con la pregunta, porque afirma cosas. Primero quiero hablar de la Transición. Hoy está en juego la Transición, que permitió que el aparato comunicacional, productivo y financiero del país quedara en manos de rostros, personas, que tuvieron vinculaciones con el pasado de Chile. No hay nuevos grupos económicos en los últimos 35 años, no hay nuevos emprendedores en el mundo forestal, en el mundo pesquero, en el mundo minero, en el mundo comunicacional. Por dar solo un ejemplo, Edwards es una familia que tiene 100 años y sigue siendo el consorcio mediático más importante de Chile.
Me parece que su pregunta es despolitizada, dice de repente la ciudadanía cambió de estado de ánimo, pero esto no es un estado de ánimo, esto es un asunto del teatro en el que estamos haciendo política, el teatro es uno en que las tres restantes paredes son las de la Transición: una pared financiera, una pared comunicacional y una pared productiva. Rediscutamos sí, y yo por lo menos siempre he estado en profunda contradicción con la Transición chilena. Viví buena parte de ella en mi propia casa, siendo adolescente. Lo segundo, y para deconstruir sus afirmaciones, yo no sé si los chilenos han tenido la oportunidad de conversar, lo que hemos podido es acusarnos mutuamente, acusar al otro, pero conversar no hemos podido. Yo quisiera entender cómo financió Salvador Allende sus cuatro campañas presidenciales, cómo financió Miguel Enríquez su movimiento, cómo financiaron los grandes proyectos rupturistas en América Latina sus proyectos. Yo sí puedo afirmar algo, no fue con bingos solidarios ni con completadas, ni con bailables, ni con cuotas. Lo sé empírica e históricamente.
Entonces, ¿cuál sería el límite de un proyecto de ruptura? Yo creo que el límite son las causas. Lo que hay que evaluar son los proyectos respecto de sus causas, mientras no se compruebe que los financiamientos son ilegales o impropios. Pero en un segundo punto, pongo en cuestión también la relación con el dinero. A mí no me gusta el dinero en la política, a mí no me gusta, a Miguel Enríquez tampoco, y decidió robarlo. Cuentan sus compañeros que se robaban los autos. Quiero contar que esos autos eran de gente de clase media, no eran los autos de los ricos. Quiero contar que en los bancos que asaltaban, los funcionarios encargados de cuidar las bóvedas no eran los dueños del banco, era una clase media empobrecida. O sea, el MIR decidió financiar su causa y el MIR es, para buena parte de la izquierda, un ejemplo, a propósito de una palabra que usted usó, no yo: ética. Entonces quisiera que volviéramos a hablar de las causas.
Respecto del dinero, he sido uno de los que ha legislado. He propuesto que le bajemos el valor al dinero, siempre denuncié a mis contrincantes por un gasto extemporáneo, fuera de la ley, impropio en los montos y obsceno en su exhibicionismo. Siempre estuve en contra. Pero también me parece una gran hipocresía del debate no incorporar el factor del dinero. Su pregunta dice “los chilenos han cambiado”, yo creo que no tanto; porque a la hora de preguntar si están dispuestos al financiamiento público a la política, la respuesta es No. Y aquí entramos a un tercer nivel de discusión, es el gran triunfo del sueño de Pinochet, los políticos completamente desprestigiados, la economía concentrando la energía del debate, y finalmente los intermediarios, los políticos completamente abducidos hacia la judicialización, ese es un debate que Estados Unidos tuvo hace 200 años. Cuando las democracias se judicializan, pierde el progresismo. Porque la justicia, por definición hace juicios sobre el pasado y construye verdades sobre la transformación social, sobre problemas como la dignidad, las jubilaciones y todos eso. Eso no le corresponde a la justicia, le corresponde a la democracia. Entonces creo que hay un tercer nivel del que no hemos podido conversar y lamento que en el tráfago de denuncias que aparecen se pierda la posibilidad de hacerlo. A mí no me gusta esta relación con el dinero, es más, la he denunciado siempre. Tuve que conseguir, y lo he dicho transparentemente. ¿Y usted cómo conseguía plata? preguntan los periodistas. Bueno, lo hacía dentro de las reglas que acepté el 2009. Y aquí va una última reflexión. Sí, yo opté el 2009, cuando decidí romper con el duopolio, y optamos por aceptar las reglas que existían, reglas que nos eran profundamente incómodas, con los aportes reservados de empresas, y recibimos 330 millones de pesos. Pero a diferencia de otros, los pedimos sin transar un ápice nuestro programa de gobierno. Planteamos en todas las reuniones con los grupos económicos, con los individuos, como lo hacemos hoy día con los militantes del PRO –con los que hacemos campañas recurrentes, comidas y todo–, que la ciudadanía colabore con esto de acuerdo a un programa que hemos impreso, que esta escrito y ha sido publicitado.
Por último, pido que en esta entrevista y también a los que han hecho de esto un punto adicional de ataque hacia mi liderazgo o hacia mi figura, que me juzguen por lo que digo y por lo que hago y no por lo que dicen que dije, por lo que se dice que hice. Y agrego un detalle, no tenemos deudas. Lo que también vale la pena decir, porque hay progresistas que también corrieron riegos, que pusieron a disposición sus empresas. Hasta Eduardo Frei quedó con 1 millón y medio de deuda del 2009. Nosotros no tenemos ninguna deuda, no hay un solo proveedor reclamándonos por los diarios. No hemos dejado clavada a gente que adhirió a nosotros.
Volviendo sobre lo otro. Sobre aquellas reglas del juego que estaban vigentes el 2009, que eran en las que se podía hacer campaña. ¿Crees que hay que cambiar esas reglas del juego para avanzar a un proceso político nuevo en este país?
Totalmente. Por eso planteo la asamblea constituyente, por eso he planteado que el plebiscito es la puerta. He planteado una frase un poco provocadora, que la biografía se ha vuelto más importante que la ideología. Porque, como en la monarquía, hay un cargo que es uninominal, no es un primer ministro, es un presidente, y la biografía derrota al programa. La biografía de Bachelet fue mucho más garantía que su programa, la biografía de Ricardo Lagos fue mucho más garantía que su programa, la biografía de Obama fue mucho más importante que su programa, o que el ObamaCare.
Creo que hay que repolitizar y que una puerta en Chile es el voto programático y el voto plebiscitario, que es un voto distinto y que, a propósito, le daría otra forma al dinero. Mi fórmula es: aportes públicos, con más deberes a los partidos. Por supuesto que estoy en contra del aporte de las empresas, como lo denuncié el 2009, siempre estuve en contra.
¿Pero no es una contradicción estar en contra y pedir aportes a las empresas?
Creo que es evidentemente un punto de tensión, pero nosotros decidimos no ser marginales, decidimos impactar en la política y eso es con las reglas legales que no son las que me gustan. Estoy por pelear y tomo reglas que a mí no me gustan, y que no voté. Yo no voté la regla del 2004.
El problema del dinero y la política nos impide ver, más allá de la corrupción, una desigualdad de acceso a la política. No cualquiera puede ser candidato, un dirigente vecinal no puede proponerse ser alcalde o diputado. Más allá del tema del financiamiento entonces, ¿está en tus ideas un cambio sobre la forma en que está organizada la política en Chile? ¿En qué dirección?
Si le doy una entrevista a El Desconcierto es porque me parece importante que hayan medios progresistas o de izquierda, que se planteen el problema de los medios de comunicación. Hay una frase del Subcomandante Marcos: “No hay revolución sin televisión”. Pero hay una pregunta previa, en la televisión, que está fuera del radar de los movimientos de izquierda. No he escuchado a ningún dirigente de izquierda, de los nuevos, a ninguno, una sola reflexión sobre cómo se asigna la publicidad en el Estado, sobre cómo se asignan las concesiones en la televisión, sobre la concentración de la propiedad radial, o los problemas de participación de mercado, etc., que es algo que me parece esencial en una democracia, porque cuando usted me habla de que cualquier vecino pueda ser candidato presidencial, hay una pregunta previa: ¿tiene cualquier vecino acceso a la información? Y eso es lo que hoy no está subvertido por los movimientos nuevos.
A mi juicio en América Latin, la televisión es el agente cultural más importante. Es la gran fogata que reúne a la sociedad latinoamericana. Los grandes liderazgos políticos no fueron construidos vía el dinero; el dedo de Lagos no fue el dinero, fue en televisión con Raquel Correa; el tanque de Michel Bachelet; yo partí con un programa que se llamó “La ruta del voto” en un canal de cable, yo mismo participo como panelista en programas de televisión. No se explican los fenómenos, incluso las marchas del 2011 –y esto no les va a gustar a muchos–, sin el rol de la televisión, que tuvo que cubrir finalmente, por la fuerza, el movimiento. Hasta en los matinales se cubrían las marchas.
Entonces, a mí me parece que esta idea de plantearnos un sujeto político, sin la coordenada cultural que es la televisión, es abstraerse equivocadamente. La gran revolución que está pendiente en Chile, es el debate de la televisión. Y el problema es que América Latina ha sido laboratorio mundial de grandes reformas en los esquemas comunicacionales y todos los gobiernos que han intentado reformar en eso han terminado al menos accidentados: Chávez, Kirchner, Correa.
Entonces, para mí en la idea del sujeto y la política hay un intermediario que es la televisión, los medios. Y siento que ese es el gran pendiente en la discusión del sujeto político. Nos construimos en los medios.
TRANSFORMACIÓN
Pero uno se podría preguntar si la disputa política que usted encabeza tiene también un contenido transformador en torno a la organización de las estructuras de la política propiamente, de democratización, de apertura.
Yo creo que hay dos bienes jurídicos esenciales en la democracia: la libertad de expresión y el acceso a la información. Nuestros padres lucharon por la libertad de expresión, no por el acceso a información. Y en democracias imperfectas como la nuestra, la gran lucha es el acceso a información. El nuevo sujeto político es un sujeto que tiene acceso a información. Se acabó ese monopolio, hay un acceso que reciudadaniza al sujeto. Antiguamente los horarios de la ciudadanía estaban pauteados por los medios. Hoy no hay horarios. Hoy el diario La Segunda ha tenido que ir adelantando, Las Últimas Noticias publica a las 10 de la noche el diario del día siguiente. Hay un hambre de consumo, de combustión de la información, que explica a mi juicio el fracaso de las democracias –aunque no digo que sea el único factor.
Yo fui diputado y creé la primera comisión investigadora, creo, de América Latina, sobre avisaje del Estado. Quiero saber cómo el Estado pone la plata en publicidad.
Ahora, el ciudadano informado es un ciudadano organizado en la medida en que hay canales de participación, que sin embargo en esta sociedad no están presentes.
No estoy tan de acuerdo. Tengo una diferencia teórica si se quiere. Primero está el tema del acceso a la información. La televisión como primer agente, después la radio, los diarios, internet, etc. Si pudiéramos hablar de televisión, ya me parecería a mí una gran revolución. No hay un solo programa sobre televisión en televisión. La televisión habla sobre la política, habla de la corrupción, pero nunca habla de ella misma. Como los diarios no hablan de sí mismos.
Mi madre, (Manuela Gumucio) tiene una fundación que demostró que el 40% de lo que publicaban los diarios los días domingo, hace algunos años, tenían una fuente oculta interesada. Significa que la discusión política se hacía sobre supuestos interesados. Lo que digo es que este es un nuevo sujeto político que se preocupa del acceso a la información como bien jurídico.
La segunda comisión que creé, y que tiene que ver con el sujeto, fue la distribución del poder. Esta segunda comisión, que titulé mal, se llamó “cambio de régimen político”. En realidad era el cambio del sistema político. ¿Por qué hablo de estas dos comisiones?, porque fueron las que creé como diputado, a las que les di prioridad legislativa: avisaje del Estado y monarquía presidencial.
Sostengo que la historia de Chile está planteada desde 1833 de manera irracional; por las armas, con constituciones hechas en el miedo, en la paranoia, y que suponen una subordinación de las regiones al poder central, y una elite que se tiene que reproducir en una monarquía con cortes, vasallos, feudos, y con un parlamento siempre disminuido. En la constitución del 80 y del 2005 con Ricardo Lagos, está también en la idea de la desconfianza hacia el soberano, hacia el constituyente. Pero hay una idea que me tiene obsesionado: creo que los chilenos no queremos vivir juntos. A la misma hora que cantamos el himno nacional y peleamos por la selección, no queremos vivir juntos, no queremos vivir entre nosotros, no nos queremos tolerar; la sociedad es un medio, no un fin en sí mismo. Y el no querer vivir juntos explica el sistema de AFPs, explica el sistema de Isapres, explica el sistema educativo, explica buena parte de las marchas del 2011 también, que eran dirigentes comunistas, valientes y preparados, encabezándolas, y consumidores acompañándolos detrás, pidiendo reducción de tasas. Recordemos el petitorio, en los inicios era la TNE año completo, eran temas de consumidores. Entonces, sobre la estructura de la sociedad, como yo la sueño, creo que primero, en el caso de Chile, está el tema mediático, está el tema de la sociedad en que estamos, que es producto de la televisión y del acceso a la información. Pero los chilenos no queremos vivir juntos. En la semana de los alegatos de La Haya no hubo un solo reportaje, un solo medio, que explicara quiénes son los bolivianos, no hubo un solo medio de comunicación que tratara de explicar en qué Bolivia y Chile tienen interdependencia, no hubo un solo esfuerzo de tratar de explicar que el futuro de Chile está íntimamente vinculado, vía cambio climático, vía narcotráfico, a esos vecinos.
Entonces, el sujeto político que se organiza contra la demanda boliviana que aparece en los medios de comunicación y que luego se refrenda con el artefacto de la encuesta, cristaliza un estado de opinión y establece en la acción política un nacionalismo, a mi juicio, completamente pasado de moda. Y eso termina reproduciendo a presidentes que recurren a la bandera en sus afiches. Entonces esto empieza a tener un continuum híper coherente, y termina el nacionalismo triunfando por sobre el socialismo.
Cuando dices “los chilenos no quieren vivir juntos” ¿está hablando de la elite o de los chilenos en general?
De los chilenos, creo que los chilenos no queremos vivir juntos. Los planteo como una hipótesis o como una duda. Para ser bien preciso: yo no estoy tan claro de que los chilenos queramos vivir juntos. El mismo hecho de que no queramos vivir con los bolivianos, o con los argentinos o con los peruanos también es un elocuente ejemplo de que no queremos vivir juntos. Creo que la crítica al sistema de AFPs se haga sobre el monto de la jubilación y no sobre el mecanismo, es una prueba de que mi duda es razonable. ¿El problema de las AFPs es el monto o es el principio solidario? Yo lo que escucho es que el monto es malo, no veo el problema de la generosidad intergeneracional, no lo oigo, lo que oigo es que el monto es inaceptable. Pero la pregunta es otra. Nuestro programa económico se llama “democracia económica”. Yo estoy en Isapre, pertenezco a ese 18% de los chilenos que nos llevamos el 50% del gasto en la salud. Esto es un problema de democracia, no es un problema de abuso de las Isapres solamente. Lo mismo en el Transantiago. Yo creo que el problema es que la izquierda, cuando ha gobernado ha creado más Estado y no necesariamente “sociedades de socios”; la frase no es mía, es de Mario Bunge. La idea de las sociedades de socios no es lo mismo que crear más Estado, y ahí tiene el problema la izquierda.
¿Y a qué atribuye la responsabilidad?
A la televisión, los medios de comunicación… En Marx, todos somos hijos de las circunstancias. Las circunstancias que se dibujaron en Chile, con la llegada de los Chicago Boys desde la economía, la maximización de la felicidad al menor costo, supone que los valores dan lo mismo. El otro día reparé en algo, no me había dado cuenta que los presidentes de Francia, cuando terminan sus discursos dicen: “Vive la République, Vive la France”, primero la república, después el país. En toda América Latina es: ¡Viva Chile mierda! Lo que quiero decir es que hay un debate que no hemos podido tener, entre lo común y lo público, que son cosas distintas. En Chile los economistas conservadores neoliberales han instalado un mecanismo de razonamiento que no hemos podido subvertir: máxima felicidad al menor costo. ¿Cómo transporto la mayor cantidad de gente al menor costo del Transantiago? ¿Cómo jubilo a la mayor cantidad de gente con el menor costo para el estado o las AFPs? ¿Cómo atiendo a la mayor cantidad de gente en salud sin construir tantos hospitales?
Y eso ha construido un sentido común…
Respecto de lo común, no de lo público. Ese es el problema. Y la política debe poner el sentido en lo público, en la república. Yo creo que el valor de lo público no es lo mismo de lo común. El valor de lo público es la educación pública, laica; una salud pública; un transporte público; espacios públicos, parques públicos. Y mi diferencia con la Nueva Mayoría en su vertiente más de izquierda, que se confundió en la campaña presidencial, es que eso no significa en ningún caso pelearse con lo privado. La república, que no es lo mismo que lo común, puede perfectamente convivir con los parques privados lucrativos, puede convivir con las universidades privadas lucradoras, puede convivir con la clínica privada que lucra, puede convivir con el transporte privado. Mientras exista la república el valor de lo público es vivir juntos, que tengamos valores públicos. Por eso hablo de una segunda república mediante la Asamblea Constituyente, crear otra república. Pero creo que somos minoría. Yo no veo una izquierda que debata sobre el vivir juntos.
PROCESO DE CAMBIO
Volvamos a la hipótesis de “los chilenos no queremos vivir juntos”. En tu razonamiento, se trata del resultado de un proceso por el que el país fue olvidando la república y sus valores. Pero eres candidato y no viene del duopolio político, por tanto el sentido de tu candidatura se relaciona con la posibilidad de cambios. ¿Qué habría que cambiar, cuáles podrían ser los ejes de transformación para que, en tus términos, los chilenos querramos vivir juntos?
La respuesta va a ser insuficiente porque estamos en un momento abierto. He ido cristalizando cada vez más la idea de que se acaba un ciclo en América Latina y que por tanto los procesos de transformación y de cambio tienen que hacerse cargo de seis datos. Uno, Se acabó la década de oro de América Latina. Entre el 2000 y 2010, (si sacas a Brasil y a México te quedas con el 50% demográficamente) la tasa de crecimiento promedio es del 4%. Dos, a pesar de estar mal medida la pobreza, aún así, con los métodos del 88 se redujo la pobreza de un 40% a un 28%. Tres, hubo en esa década control de la inflación como nunca antes en la historia. Cuatro, nunca ha habido tanta democracia junta en América Latina. Cinco, nunca ha habido tantos gobiernos progresistas en América Latina. Seis, existió abundancia fiscal para planes sociales. O sea, eso se acabó el 2012. ¿Por qué?, porque China se desaceleró, porque los sistemas políticos son precarios, porque los liderazgos políticos no son los mismos y porque el mundo conocerá tasas de crecimiento más tímidas.
A mi juicio hay dos fracasos de los gobiernos progresistas: la desigualdad, que no fue abordada lo suficiente, y la dependencia de los recursos naturales. Si hace 40 años la cifra de exportaciones de recursos naturales era el 40% de América Latina, hoy es el 60%. El petróleo, la soja, el litio, el cobre, las maderas, obtuvieron una mayor una preponderancia. Todo modelo político y económico debe hacerse cargo de que hoy esas seis variables no se dan todas.
¿Cuáles son las soluciones?
Primero, insisto en la educación. El gran drama de América Latina es que las estructuras de crecimiento económico no están basadas en conocimiento, están basadas en la producción bajo el modelo rentista; sacar el cobre, pasarlo por agua y mandarlo rápidamente. Otro tema es el sistema financiero. El manejo del capital respecto del trabajo se desbocó. Siempre ha habido una renta del capital sobre el trabajo, pero en América Latina y en Chile, se desbocó de manera completamente atómica. Tercero, en ciencia y tecnología, salvo Ecuador, Bolivia y Argentina, no veo en los demás países esfuerzos sustantivos en Ciencia y Tecnología. Y cuarto, las democracias. Yo creo que hoy las democracias están en una crisis que es mundial. Entonces, sobre la pregunta por los procesos de cambio, creo que primero hay que hacerse cargo del contexto, que viene muy difícil. Creo que a quién le toque gobernar el 2018, lo va a tener muy difícil. Y creo –y esta frase no es mía– que gobernar es decepcionar. Ahí veo a Obama, Hollande, Rajoy, Tsipras, Bachelet, Dilma, Humala. Y a esto agrego un elemento de marketing: creo que las campañas, producto de Internet, están en la híper inflación de las promesas. Entonces la decepción se agudiza con eso. Todo lo que venga va a ser más difícil. Creo que hay dos cosas que modificar. Una, Chile requiere más Estado. Más Estado para construir más comunidad. Necesitas más Estado en el caso de Chile, porque como decía Ricarte Soto, Chile es la Corea del Norte del capitalismo. ¿Cómo construyes más comunidad? Yo creo que el Estado es indispensable para construir más comunidad.
Necesitas más Estado en energía, más Estado en transporte (estoy por estatizar el Transantiago), más Estado en la vivienda (en vivienda, para ser justos hay harto Estado, pero necesitas más); más Estado en la educación, educación pública gratuita laica de calidad; más Estado en la salud, aumentar por lejos la participación de salud en el PIB. Estuve con el primer ministro de Francia el otro día y comparábamos cifras. En Francia, el 50% del PIB es gasto público, en Chile el 20%. Allá tienen 6 millones de funcionarios públicos, Chile está a las antípodas.
Entonces, ¿cuáles son los caminos de solución? Construir una sociedad de socios, revalorizar la república y eso requiere más Estado. Y lo digo a diferencia de una izquierda acomplejada, digo más Estado, al menos, en esas cinco áreas, porque el Estado es una racionalidad pública y ultra necesaria en al menos esas cinco áreas.
Por otro lado, también creo que se requieren mercados transparentes y competitivos, donde no haya colusión, donde haya capacitación permanente a los trabajadores, mercados donde no se reproduzca lo que Chile tiene como dato, que es impresionante: 2 mil mega empresas se llevan el 76% de las ventas y 834 mil empresas se llevan el 24%. Entonces necesitas un mercado transparente y competitivo. Pero todas esas reformas las vas a hacer en un fin de ciclo. Y ese es mi punto, que es lo que dije al principio, América Latina cerró un ciclo.
Otra reflexión. En el proceso del 2017 quisiera también poner en cuestión las alianzas. Chile ha optado por aliados estratégicos en la política, en la cultura, en la tecnología, en el financiamiento, que yo revisaría. Por ejemplo, ¿es China el mejor socio para Chile? ¿Es China el que más nos va a transferir recursos y conocimientos? Otra pregunta: En materia cultural, ¿es China el mejor socio de Chile? Tal vez en materia cultural nuestros mejores socios puedan ser nuestros vecinos. Puede haber una explosión cultural a medida que tengamos otros socios.
¿Hablas de una política exterior de integración regional?
¡Total! Fronteras porosas, que respiren, en materia incluso tecnológica: ¿es Japón el mejor socio de Chile? Quiero recordar que la tecnología elegida por Chile en televisión fue la norteamericana. Pinochet optó por el sistema norteamericano como pago de favores; y en democracia elegimos la norma brasilera o japonesa.
Y esas son solo preguntas. Los socios de Chile han sido los que estoy enumerando. Lo mismo en materia militar: ¿Es Estados Unidos el socio estratégico de Chile en materia militar? ¿Es ese gasto militar el que le corresponde a Chile? De nuevo en la sociedad de socios ¿cuáles son las sociedades con las que nos queremos asociar?
¿Cuáles son las sociedades con las que cree que sería bueno asociarnos?
Aquellas que nos garanticen transferencia de conocimientos, no solo financiamiento.
¿En el plano cultural?
Culturalmente, creo que los socios de Chile están en América Latina. En América Latina hay un nuevo sentido. Y eso es muy complicado porque la prensa chilena ha destruido el sueño bolivariano. Simón Bolívar fue un gran soñador. Para qué hablar de los cubanos, de Martí. Hay grandes referentes que no se leen en Chile. Es mucho más leído Fukuyama, no están presentes nuestros escritores latinoamericanos. Creo que en América Latina hay un socio cultural gigantesco.
¿Esa integración podría tener aspectos económicos también?
Sí claro, el sur peruano tiene superávit energético, el occidente boliviano tiene gas y el norte de Chile paga muy cara la energía. También hay un tema con el narcotráfico. A propósito del modelo de sociedad, del no querer vivir juntos, el narco es también una expresión del no querer vivir juntos. El narco penetra en las sociedades porque no hay repúblicas que respondan. Ahí donde las repúblicas son fuertes, al narco se le hace más difícil. Este es un tema que creo que la izquierda no asume. Porque hablar de despenalización no es hablar de narcotráfico. La despenalización, con la que estoy completamente de acuerdo, es una de las respuestas. Pero el tema de la seguridad, el tema de la autoridad, el tema del resguardo de las fronteras, el tema de la sanción al narcotráfico, está fuera del léxico de la izquierda. Entonces a la misma hora en que marcho con Claudio Venegas, a quien admiro, sobre el tema de la despenalización, sobre los derechos civiles y el derecho a la libertad individual, al mismo tiempo echo de menos una mirada al narcotráfico integrada con Perú y Bolivia, los dos mayores productores de cocaína del mundo, que son vecinos nuestros.
El proceso de cambios de que hablamos se hace con sujetos, con organizaciones. La posibilidad de avanzar en condiciones adversas exige en doble o triple medida una articulación político social. ¿Cómo ves los sujetos de hoy? ¿Cómo ves el mundo social?
Creo que la primera confusión que tenemos en el mundo de nosotros, de nuestros proyectos políticos, es que tenemos un tormento con la democracia electoral, las mayorías electorales se configuran distintas a las mayorías sociales. Una mayoría electoral para tomarse el congreso, para promover una ley, no es la misma que una mayoría para cambiar la agenda de un gobierno. Y aquí yo tengo una doble militancia, que es muy distinta a la de mi padre biológico, él no creía en la democracia electoral, porque decía que el voto solo reproducía la democracia burguesa, de las elites; yo sí creo en la democracia electoral.
¿Pero cree que hay que construir en los dos campos?
La discusión de la democracia social, que está lejos de la democracia electoral, no se entiende y es complejo porque no hay conversación. En la TV no hay conversación, la TV es como Twitter, son réplicas, no hay programas de conversación. Por tanto la conversación de lo social solo se expresa en la protesta, en el rechazo.
¿Cuál es tu sensibilidad sobre la democracia social?
Nosotros el 2009 irrumpimos como un movimiento social, se sumaron sectores sociales que eligieron un proyecto sin institucionalidad, donde concurrieron partidos y movimientos múltiples. Y el 2010 tomé una decisión, junto a un grupo muy pequeño, de institucionalizarnos a través de un partido que nos demoramos 4 años en levantar, y eso ha generado una barrera de conversación. Porque los partidos políticos pertenecemos al grupo de los que tenemos el 3% de credibilidad. Entonces la conversación con el mundo social es muy compleja. Con el mundo de la academia lo hicimos a través de la Fundación Progresa. Con el mundo popular lo hacemos a través del partido.
Creamos dos brazos y nos ha costado mucho. Lo que he tratado de hacer en forma personal con la sociedad organizada es crear lazos, con los sindicatos, con los gremios, con los de Walmart, con los de gendarmería, con los mundos poblacionales, con Ukamau. Pero me doy cuenta que en lo social siempre se produce un problema temporal, por las desconfianzas respecto del tema electoral. Un partido es evidentemente una máquina de poder, no es solamente un movimiento social, es una estructuración piramidal con una gran cita, que es el día de la elección.
El mundo social no reconoce una fecha así. Existe una puntualidad en lo electoral que no existe en la democracia social. Entonces se nos ha hecho muy difícil esa conversación. Pero ofrezco que el partido sea el soporte para muchos movimientos sociales, como lo hemos hecho muchas veces. Movimientos que entiendan que una cosa es la deliberación democrática, la presión social y otra cosa es participar de las esferas del poder decisional, que es el sistema político, donde el partido quiere ser una puerta. Ya lo hizo el 2009, llevando 1200 candidatos a concejales en el 60% del territorio.
Entonces, ¿ves una brecha, una fractura?
Fractura total.
¿Qué hay que hacer con esa fractura?
Programa, yo creo que el punto es el programa. Es la tabla sobre la cual navega el partido, que de hecho se define como un partido programático. Parte de ese programa es la asamblea constituyente, que es la causa principal. Sostengo que la mejor forma de relacionarse con un compatriota para vivir juntos, es el programa, las ideas.
EL CAPITALISMO
Publicaste hace unos días una columna en El Mercurio, que recorría varios temas y contenía una frase: “el sistema capitalista es la base para una sociedad con menos desigualdad y con oportunidades para todos”. Has dicho que ese no es el foco de la columna, pero la frase está ahí, y para el mundo de la izquierda se vuelve particularmente importante. ¿Cuál es su punto de vista sobre el tema?
Me hago cargo. La frase es un llamado a la cordura. La columna era sobre Nueva Constitución, y lo que sostengo es que es ideología vender a la gente el discurso que una Asamblea Constituyente nos va a llevar a un mundo sin capitalismo. Lo hizo la Concertación con lo de la alegría que ya viene, y no quiero que volvamos a caer en lo mismo. La izquierda en el mundo está haciendo esta misma discusión. Los hermanos Castro y Xi Jinping –el Presidente de China– sin ir más lejos. Y acá, a la vuelta de la esquina, Álvaro García Linera, el intelectual latinoamericano más reconocido del último lustro –que se define como marxista clásico– en 2006, en Le Monde, definió la “revolución boliviana” de Evo como un “capitalismo andino-amazónico”. ¡No seamos más marxistas que Marx!
Luego, lo que creo es que esa máxima filosófica que plantea la mayor felicidad al menor costo, pero omitiendo la discusión sobre el capital es ideológica (en el sentido zizekiano del término). Hasta Picketty lo hace. Él no ha pensado la eliminación total del capital, lo que plantea es que hay una desproporción completa entre el trabajo y el capital.
Mi posición entonces es simple: creo en economías mixtas. Estado y mercado. El Estado como el brazo, el mercado como una herramienta. Un Estado fuerte que regule la economía, el sistema financiero y la industria, que sepa extraer los excedentes, y que estos puedan ser redistribuidos con solidaridad y justicia entre los chilenos. Que pueda finalmente hacerse cargo del gran conflicto que tenemos en Chile que es la tensión entre capital y el trabajo.
En todas las sociedades desiguales, como la chilena, el capital tiene un lugar privilegiado respecto al trabajo. Ahí está el problema. No se trata de decir que vamos a superar al capitalismo. Es una linda frase. Pero más voluntarista que real. Lo que sí podemos decir es que vamos a establecer reglas claras para el mercado. Reglas, en definitiva, que equiparen la cancha entre capital y trabajo. Por eso he propuesto, entre otras varias cosas, un impuesto al capital financiero. Creo que hay que poner en cintura al sistema financiero, que es parte de esta sociedad. No se requieren sociedades de mercado, sino sociedades con mercado. Y nosotros tenemos que construir una sociedad con un mercado profundamente “a la chilena”.
Fuente: El desconcierto.cl