Felipe Contardo
El debate político actual en Chile no solo se ha polarizado más de lo que habíamos visto en los últimos años, sino que su profundidad está lamentablemente en la superficie de los problemas y no en los fondos, prueba de esto son las recientemente debatidas reformas tributaria, laboral, educacional y constitucional, donde el nivel del debate no solo dejó mucho que desear, sino que finalmente se resuelven en retoques, pero no reformas. Seguimos, al parecer atrapados en los fantasmas de “los acuerdos” o “en la medida de lo posible”.
Prueba de lo anterior aparece hoy una tardía, innecesaria pero a su vez reveladora crítica a estas alturas de Gonzalo Navarrete, futuro presidente del PPD, indicando que “El principal error de la Nueva Mayoría fue impulsar un programa sin debatir sus contenidos” y ahonda más, agregando que “Tuvimos un programa de gobierno que tuvo mucho título, mucha aprensión y mucho matiz, y terminó siendo como lo definió la DC: un acuerdo programático más que un acuerdo de coalición con visión estructurada”.
No nos engañemos, no creo que sorprenda a nadie a estas alturas estas declaraciones, pero sí nos debe llamar la atención que muchos quienes propusimos y propusieron este debate de fondo, de debatir contenidos y no de títulos, de votar por programas de gobierno reales, pensados, con visión de país, de futuro, con propuestas sólidas y concretas no fuimos mayoría. Aún más, no fuimos mayoría incluso entre la minoría que fue a votar.
El nivel de la política no se debe al nivel de políticos que tenemos, parafraseando aquel dicho que un país se merece a sus gobernantes, sino que el nivel de política que tenemos se debe a nuestra desidia, por votar, por informarnos, a nuestro bajo nivel de cultura cívica (ayudado en demasía por una educación totalmente desenfocada en lo social), a nuestro interés en debatir sobre el pasado con una mirada de empate y no de aprender sobre lo realizado, a no transparentar intereses y en general a una entrega que como sociedad hemos realizado a intereses ocultos a cambio de un clientelismo desatado que la actual legislación, incluso modificada, no solo ampara sino que promueve.
Así, mientras como sociedad no exijamos un debate real, mientras no exijamos una declaración de intereses, de ideas, de propuestas, una visión de futuro, de construcción de país, seguiremos entrampados en un debate inerte de lucas más lucas menos como ahora vemos en Chiloé, pero que ya vimos en Freirina, en Ancud, en Calama y en todo nuestro país…