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Marco Enríquez-Ominami: Carta abierta para la unidad

extra29

Hace un tiempo me contaron este cuento. Es sobre un viejo sabio chino que antes de morir pidió un deseo. Quería ver el infierno y el paraíso. Y como había sido una buena persona, el deseo le fue concedido. Primero fue llevado al infierno, donde había mesas repletas de deliciosos manjares, pero los comensales, sentados a dos metros de ella, se veían enojados y hambrientos. Tenían que comer sentados usando unos palillos muy largos, y por más que lo intentaban, no lograban llevar bocado alguno a sus bocas. Luego fue llevado al Paraíso, y ahí la escena era la misma. Así es, dijo al regresar: las mismas mesas, la misma comida, la misma distancia de las mesas y los mismos palillos, pero en el Paraíso los comensales se veían felices y satisfechos. ¿Por qué? le preguntó alguien. Porque se alimentaban los unos a los otros.

Chile se está pariendo a sí mismo de nuevo. Pero ahora, no como el imbunche individualista y miedoso de la dictadura. El nuevo Chile que está naciendo es uno que sabe perfumar todos los espacios de solidaridad. Ese es el modelo que debemos seguir. El de la unidad. El de la dignidad que se construye, solamente, si no dejamos que nadie se queda atrás.

La discusión sobre la unidad del progresismo no pasa por «quién» liderará ese cambio, ni por el viejo antipinochetismo que nos unió en los noventa, ni tampoco por la simple idea de imprimir una nueva constitución que se pueda vender en el Paseo Ahumada. Hoy es por la dignidad. Es por un pueblo que quiere encontrarse consigo mismo, ahora, no como barbarie, sino que como persona. Hoy es tiempo de ponernos todos y todas tras esa nueva idea de «nosotres», que será el nuevo Chile del que estamos siendo testigos y del que intentamos ser parteros.

Por eso creo que es fundamental que, los movimientos y partidos políticos del espectro progresista chileno, nos unamos y logremos un consenso amplio. Porque no fue Chile el que fracasó, no fue la gente la que fracasó, ni tampoco fuimos nosotros y nosotras, que, desde hace lustros venimos pregonando y proponiendo cambios. Acá el que fracasó fue Piñera y todo lo que él representa: Ese infierno que ha hecho de Chile un socialismo de Estado, pero que funciona solamente para el 1% rico. Porque lo que decía Martin Luther King para los Estados Unidos en los sesentas, funciona perfectamente para el Chile de 2020: «Este país tiene socialismo para los ricos y un resistente individualismo para los pobres». Por eso debemos actuar juntos y juntas. Para escribir una constitución con reglas nuevas, para que el Estado trabaje ahora, para el resto de los chilenos y chilenas.

Será, sin dudas, para todos y todas, una unión difícil, porque culturalmente también nosotros y nosotras, finalmente, somos hijos e hijas de ese mismo Chile del individualismo. Pero la historia nos exige hoy, que aprendamos a comer como en el paraíso del cuento chino: juntos, ayudándonos. Lo sé, toda unión política es dolorosa porque en el pacto se esconde, es nuestro trauma, la idea de traición y de derrota. Pero hoy no tenemos excusas para no hacerlo.

No solo por la urgencia -en pocos días comienza una secuencia de plebiscitos y elecciones que definirán la correlación de fuerzas con las que enfrentaremos esta historia-, sino que, sobre todo, porque lo que hoy nos une es tan fuerte, que no hay espacio para que nuestras convicciones puedan salir trasnochadas.

He hablado con mucha gente de los diferentes grupos de nuestro sector -no seré candidato, hoy soy un simple militante, y eso me da libertad para moverme en todos los espacios-, y me atrevería a decir que, al menos, en estos puntos coincidimos: en el plebiscito votaremos todos y todas por el apruebo; la Convención Constituyente la queremos todos y todas totalmente electa por la gente; en que queremos primarias abiertas para todos los cargos en las elecciones que vienen; y en que Piñera se convirtió en un atentado para nuestra democracia.

El contexto obliga. No tenemos excusas. Debemos actuar articuladamente para lo que viene, y yo trabajaré incansablemente para lograr eso. Es verdad, todo acuerdo implica siempre el riesgo de traicionar nuestros principios. Pero ese miedo no puede inmovilizarnos. La política, sobre todo para los y las progresistas, es acción. Es la transformación del mundo. Luego, no hacer nada por miedo a perder nuestras convicciones, inmediatamente, nos hará perderlas. No tenemos derecho a restarnos.

Por eso quiero, con esta carta, llamar a los militantes y activistas de todo nuestro sector, a todos nuestros movimientos políticos, a los y las de lo que fue la Concertación, a los y las de lo que fue la Nueva Mayoría, a los y las del Frente Amplio, a los y las que ahora corren con sus colores propios, a mi propio conglomerado, la Unidad para el Cambio, a que hagamos fuerza juntos para lograr un acuerdo amplio, que sea el cimiento político en el que se enclave el nuevo Chile.

Para eso, debemos lograr ganar con ventaja lo electoral que se viene: el plebiscito, la elección de la convención constituyente, las elecciones municipales, las de gobernador, y las presidenciales, y para ganar, debemos armar cuanto antes un plan y un calendario de trabajo. Hacer que marzo sea el mes de la unidad, que abril el de la campaña plebiscitaria, y mayo el del triunfo y la esperanza. Necesitamos, además, que se junten cuanto antes los y las presidentes de partido, junto a sus encargados y encargadas electorales, para armar una lista única para la constituyente, otra para alcaldes a través de primarias, otra para gobernadores, y también listas de sub-pactos para concejales. Por nuestra parte, estoy seguro que mi partido, el Partido Progresista de Chile, estará disponible para apoyar en la articulación. Yo no seré candidato a nada -porque el poder que busco es el poder de cambiar Chile- pero volveré a recorrer Chile para explicar el para qué y el cómo de la unidad.

Las banderas son fundamentales, pero hoy deben ser las banderas que nos unen las que se icen más alto. Roque Dalton, el gran poeta salvadoreño, decía que los menos fascistas entre los fascistas también son fascistas. Es una gran verdad. Y por lo mismo, debemos decir que los menos progresistas entre los progresistas, también son progresistas, y que debemos buscarnos y encontrarnos, todos y todas.