En un diálogo exclusivo con Revista El Sur, Marco Enríquez Ominami no esquiva preguntas, habla de la violencia de la ultraderecha y de la proscripción como forma de hacer política, y se anima también a avanzar a lo largo de una agenda política regional con los pies en la tierra.
Presente en Argentina como observador en la reunión de la CELAC, el fundador del Grupo de Puebla y ex candidato a presidente de Chile por el progresismo, Marco Enríquez Ominami, analiza el nuevo escenario que se abre en la región. Desde el “reencuentro” entre Brasil y Argentina hasta el proyecto de la moneda común; desde los siempre latentes ataques y amenazas a la democracia, hasta la posibilidad de avanzar en una integración real del continente.
-¿Qué perspectiva tiene sobre el proyecto de implementar una moneda común entre Argentina y Brasil, qué podría ampliarse al resto de la región?
-Para empezar a hablar del tema tenemos que entender que, en este deseo de integración de los países de la región, hay algo así como diversos niveles o hipótesis de trabajo. Están los que consideran que hay que crear más institucionalidad; están los que dicen que hay que hacer simplemente cosas concretas y ahí está la idea de la moneda común; están los que creen que hay que hacer la Unasur, es decir, ordenar el sur para entenderse con el norte. Son perspectivas complementarias y la pregunta es cuál debe primar en cuanto a viabilidad y energía, asumiendo que estamos atravesando una enorme dificultad institucionalidad en América Latina. Si te fijas, estamos frente a un escenario y un contexto muy difícil.
-Y muy violento….
-Muy violento, sin dudas. Lo de Brasil ha sido brutal, pero también lo de Perú, lo de Argentina, Colombia, Chile, muchos otros países.
-Volviendo a la pregunta inicial, ¿cómo se imagina la implementación de esta moneda?
-Bueno, la primera cuestión es que no se trata de una moneda única sino de una moneda común. Eso es un dato clave, que suelen confundir los analistas. Ahora bien, la pregunta provocadora es: cómo se explica que dos países, los más industrializados de América del Sur, que a su vez comprenden demográficamente dos tercios de la población de América Latina y el Caribe, que importan y exportan de manera muy intensa y muy importante… ¿cómo se explica que tengan que comerciar en una tercera moneda? ¿Dos países vecinos comercian en una tercera moneda cuando ambos tienen soberanía monetaria? Esto tiene un conjunto de consecuencias en la práctica. Es algo que venía planteando Fernando Haddad antes de ser designado ministro de Lula. Por eso este debate que se da es muy importante para la integración de esas dos economías y resulta clave para la integración regional, por ser los dos mercados más importantes de América Latina y el Caribe.
-¿La idea es que esta moneda común -y no moneda única- sería simplemente utilizada para el comercio exterior?
-Exacto. Es una moneda común para comerciar con más soberanía. Los países mantendrían su soberanía monetaria y no dependerían del dólar. Ahí tienes un viejo debate respecto de la moneda: Ecuador está dolarizado y paga hasta hoy los costos de no tener una moneda propia, ya que se queda sin una herramienta clave de la economía.
-¿Y cómo se imagina el camino para avanzar en ese rumbo?
-El primer paso, y es el que se ha dado, es que se retomen las conversaciones. Por más obvio que parezca. Aparte del delirio que significó la derecha en los gobiernos de Argentina y Brasil, está el tema de que boicotearon ni más ni menos que las conversaciones entre ambos países. Argentina y Brasil no tenían diálogo. A ese nivel se llegó. Por eso el primer paso está dado con ver a los dos jefes de Estado reunidos. Ahora son ellos los que tendrán que ver y marcar el ritmo de esta integración.
-¿Y cómo se para el resto de la región frente a esta alternativa, empezando por Chile?
-Es difícil de responder. Primero, yo partiría con estas dos economías, que son las que comercian juntas. Por eso propongamos ir por parte. Las demás economías son muy distintas. Chile no es un país industrializado, entonces sus realidades son diferentes. Pero, como sabes, ese debate ha tenido mucha fuerza a nivel mundial, y hasta Elon Musk y otros líderes mundiales han estado comentándolo.
-¿Por qué nos queda la sensación de que esta edición del encuentro de la CELAC se parece muy poco a las anteriores?
-Creo que lo de Brasil ha sido muy impactante. Lo del intento de golpe en Brasilia produjo un impacto político a nivel región y también a nivel mundial. Con lo cual el encuentro se dio en un momento de mucha intensidad. Si le sumas lo de Perú, lo de Venezuela, lo de Cuba, lo de Haití, nos damos cuenta de que estamos con cinco países de la región bajo una crisis institucional aguda. Es muy impactante. Fíjate que en Perú ya tenemos más muertos que en todas las protestas de Chile, que a su vez fueron las más grandes de su historia. Entonces, estamos frente a controversias muy complicadas y hay una necesidad de unificar los esfuerzos.
-Un escenario muy desafiante para las democracias de la región…
-El contexto es muy duro y muy complicado. Hay una parte entristecedora. Imagínate que después del golpe en Bolivia, las protestas y la crisis institucional en Colombia, en Chile, en Ecuador, entre el 20 y el 21… cuando se creía que ya estaba terminado, ahora vemos un segundo contexto adverso. Y lo de Brasil impacta mucho, porque era algo que estaba inadvertido.
-El hecho de que se haya aplacado ese golpe en Brasil, que lo hayan rechazado al unísono casi todos los gobiernos del mundo, y que se esté investigando a los instigadores, ¿le da algo de tranquilidad al gobierno de Lula, o es todavía un peligro latente?
-Yo no lo daría por resuelto. Es una amenaza que sigue estando abierta y que habrá que tomar muy en serio. Porque ya lo sabemos: la extrema derecha no es democrática. No reconoce sus derrotas. Fíjate que nosotros, en el mundo progresista de la región, siempre hemos dicho que Lula fue encarcelado injustamente, ¿verdad? Pero nunca hemos dicho que en Brasil había dos presidentes, nunca dijimos que Lula era presidente, así como lo era Bolsonaro. Y ahí está la diferencia y el comportamiento antidemocrático de estos sectores. La barbaridad de Guaidó, al que todavía se lo consideraba presidente de Venezuela, es la evidencia de eso. Y no tienen límites. Con lo cual en Brasil no hay que dar por cerrado el episodio institucional. Es una democracia sólida porque Lula es sólido y porque los brasileros han demostrado tener vocación democrática. Pero igual yo sería cauto.
-¿Por qué en Latinoamérica nos cuesta tanto la alternancia política? ¿Somos una región muy pendular?
-Hay como dos visiones: una quiere creer que América Latina enfrenta sus demonios; y otros consideramos que todavía no supera demonios como los de la alternancia. Un escritor europeo decía que la alternancia en su continente era aburrida, y que en América Latina es simplemente cuestión de vida o muerte…
-Tal vez tenga razón. ¿Por qué es así?
-Porque lo que está en disputa en América Latina es el ultrafondo de los derechos sociales, condiciones que no se discuten en Europa. Ellos no discuten la educación pública y gratuita. Nosotros estamos en un debate ideológico todavía. Allá la derecha continental ha logrado imponer la idea del subsidio a la demanda y no a la oferta. Ya nadie discute el hecho de negarle el subsidio a la oferta, pero eso aquí es diferente.
-Si hay un país donde la alternancia ha sido aburrida o al menos de baja intensidad, ha sido justamente el suyo, Chile. ¿Cuál es la razón?
-Bueno. Eso ha sido así hasta 2019, porque después el país explotó. Con lo cual, te diría -y esto lo he escrito y lo he pensado- que Chile quiso arrancarse de América Latina, vendiéndose a sí mismo esta imagen de que era una buena casa en un mal barrio. Y hoy Chile está de vuelta en América Latina. Por buenas razones y también por malas razones. Buenas, porque necesitamos la energía y el gas boliviano, ponernos de acuerdo con el cobre peruano y con la pesca peruana. Buenas porque necesitamos del turismo argentino. Y malas porque ya nos parecemos también en los demonios de América Latina: la inmigración desregulada, el narcotráfico, y ciertos tipos de delitos que nosotros no conocíamos. Con lo cual estamos entrando en un espacio…Yo lo digo de manera más pretenciosa: vivimos nuestro “come back to América Latina”.
-Volver, con todo lo malo y también con todo lo bueno que significa…
-Pues claro.
-Volviendo a la reunión de la CELAC, más allá de que hubo una gran cantidad de países representados, dio la impresión de que Brasil y Argentina “se robaron el show”. ¿Qué hubo más allá de eso?
-Hay muchísimos temas en la agenda regional. Como dijimos: Perú, Venezuela, Cuba, Haití. También el tema de la presidencia pro tempore, porque se viene una cumbre con la Unión Europea. Pero está claro que lo central ha sido la agenda bilateral. Todos sabemos que, coordinados, Argentina y Brasil son imbatibles.
-¿Es tan así?
– Sin dudas. Es muy relevante lo que estamos conociendo en estas horas. Nos cuesta dimensionar este rencuentro entre Brasil y Argentina, que es emocionante, porque Lula y Alberto son dos demócratas que representan sectores muy maltratados por la ultraderecha.
-Da la sensación de que Lula parece dispuesto a quebrar lanzas para que no vuelva la derecha a gobernar Argentina. ¿Coincide con esa impresión?
-No es nuestra intención interpretar qué es lo que Lula piensa. Pero sí es evidente que a cualquier jefe de Estado demócrata que tenga que conducir el destino de un pueblo le importa mucho si llega la extrema derecha al gobierno. O si llega simplemente una derecha incompetente, como la que ya conocimos: Moreno, Duque, Piñera, Cartés, que fueron desastrosos para América Latina.
-…por no mencionar a Bolsonaro y a Macri.
-De eso no han quedado dudas.
Fuente: Revista Sur.