El miembro del Grupo de Puebla y ex candidato a presidente de Chile aseguró que “para Alberto Fernández es trascendental tener de aliado a Lula”.
Pese al triunfo de Lula en Brasil y la ubicación de casi todos los gobiernos del continente del centro a la izquierda del espectro político, para el dirigente político chileno Marco Enríquez-Ominami el escenario social, económico y político de América latina en la pospandemia es sombrío. “Es una región arrasada y todo viene peor: 2023 va a ser monstruoso”.
“Los presidentes han de tener que ser líderes”, subraya, al respecto, el miembro fundador del Grupo de Puebla y candidato a presidente en cuatro oportunidades.
De visita en la ciudad de Santa Fe para participar de la Feria del Libro Nacional y Popular (el mismo evento al que asistió Evo Morales), Enríquez-Ominami mantuvo esta entrevista con La Capital, en la que señala que “Alberto Fernández estaba bastante solo en la articulación regional”, critica la marcha del gobierno de Gabriel Boric y advierte que “la derecha más clásica está siendo depredada por la extrema derecha”.
—¿Qué representa la victoria de Lula para América latina?
—Los problemas de deuda y de precios de las materias primas no tienen solución argentina ni chilena. Vas a necesitar con mucha fuerza un diálogo regional de los 800 millones de habitantes. Nunca antes en la historia de América latina y el Caribe tuviste a los tres países industriales juntos, con los mismos valores: Amlo, Alberto y Lula. Nunca. Si somos ambiciosos podemos meter Colombia: Petro. Si agregamos Venezuela, Bolivia, Chile y Perú, y si a eso le sumamos de Centroamérica a Honduras y Cuba, vamos descubriendo que se podría organizar un diálogo con las potencias de otro nivel.
— ¿Ve posibilidades de avanzar con reformas que no se pudieron concretar en la ola de los 2000? Es un contexto diferente, también.
—Ese es el debate: si estamos frente a un péndulo, que va y vuelve, frente al fin del primer ciclo, el de Néstor, Chávez o Lula, o frente a un nuevo ciclo. Eso se va a definir en las próximas semanas. Para Fernández es bien trascendental tener de aliado a Lula, estaba bastante solo en la articulación regional. La dupla Lula-Alberto, más Arce, más Petro, más Amlo, cambia el panorama.
—¿Cómo analiza al gobierno de Boric?
—Soy chileno, y por tanto en Chile soy más ácido que acá. Creo que un hombre decente, infinitamente más decente y menos corrupto que el anterior. Ahora, la decencia y la juventud no alcanzan para combatir el narcotráfico y la inflación más alta en treinta y dos años. Creo que ha hecho un gobierno insuficiente y espero que corrija. No lo veo bien.
—¿Qué debería corregir, puntualmente?
—Primero, trabajar más. Recién presentaron la semana pasada la reforma del sistema de pensiones, al octavo mes de gobierno. Gobernar es actuar, confrontar, transformar. Es muy lento. Por otro lado, fíjate que acabamos de perder el plebiscito de la manera más estrepitosa y su ministro de Hacienda anunció en los últimos días como una gran noticia que tenía superávit fiscal. Es típico de un ministro de Hacienda de un gobierno conservador: los hogares están mal pero el Estado está bien. No está mal tener las cuentas ordenadas, pero es impresentable que en un momento de post pandemia Chile tenga un gobierno cuyo plan fiscal sea inferior al de Piñera. La derecha tenía planes sociales más ambiciosos y más universales que los nuestros. aclaro que no soy opositor, soy votante de Boric y volvería a votar por él.
—¿Hacia dónde observa que se dirige el proceso de la Constituyente?
—Mal, por ahora no lo veo. Hay que empujarlo, pero está complicado. Estamos en noviembre y no hay novedades. Al igual que en la Argentina, en Chile el verano paraliza mucho. Estamos en un contexto muy antipático y el presidente ha decidido ser más árbitro que presidente. Los árbitros son importantes en algunos momentos de la historia, pero frente a la inflación, el narcotráfico, y una derecha exitosa no se puede ser árbitro.
—¿Ve a los progresismos más moderados, retraídos, y a las derechas más radicalizadas? —No, creo que la derecha más clásica está siendo depredada por la extrema derecha. Son un desastre: Vox en España, Hernández en Colombia, Trump en Estados Unidos, Milei en la Argentina, Kast en Chile, Bolsonaro en Brasil. La derecha insolente hoy en día es muy exitosa. Les propongo a los argentinos este ejercicio: tápense los ojos y los oídos y lean a Milei, no lo escuchen. Léanlo. Es patético. Es una extrema derecha patética. Son ideas primitivas: Hayek era más sofisticado. Quítale la insolencia a Bolsonaro: es un salvaje, nomás. El tipo está diciendo que las mujeres son inferiores a los hombres, es medieval. La insolencia los hace ver audaces, pero son patéticos. En el caso de Chile, la insolencia de Kast lo hacía ver como que representaba mejor el cambio que nosotros. El tipo no cree en la ciencia, sostenía que las mujeres casadas eran mejores que las mujeres solteras. eso es del siglo XVI. Pero claro, para una juventud que valora la insolencia, vota por la insolencia; pero es una insolencia sin transformación. Igual, la hemos derrotado en todas partes: Biden, Petro, Lula, Boric, Macron, Sánchez. Cuando hay confrontación de segunda ronda electoral y entramos al dilema, ganamos.
—Les cuesta construir mayorías.
—Claro. Es cierto que en Italia le fue bien a Meloni, pero sacó el 22 por ciento. La mayoría no quiere ideas medievales. Ahora, insisto: en el mundo progresista la pregunta es si confrontamos la insolencia. El otro día leí que Milei decía que los progresistas éramos una inmundicia, una basura, que éramos un cartel narcoterrorista. Es todo absurdo: ¿qué pasa si yo le respondo que Bolsonaro es un pedófilo de la economía? Eso en las redes sociales es premiado, pero en el debate sustantivo, ¿qué ofrece?
—Hay un debate fuerte en algunos países, como Bolivia y la Argentina, porque el líder más fuerte está fuera del gobierno y el presidente no es el líder del espacio político. ¿Cómo se enfrentan los progresismos a esa cuestión?
—Es una gran formulación, está difícil, qué buena pregunta (piensa unos segundos). A ver, creo que hay una crisis de los Estados, una crisis de medios y no de fines. La pandemia demostró el fracaso de las ideas liberales: todos los que hablaban que había que achicar el Estado, o que los derechos no debían ser universales se vacunaron gratuitamente con vacunas chinas o rusas. El tema es que América latina y el Caribe es un continente arrasado y todo viene peor, este es sólo el inicio del problema: 2023 será monstruoso. Lo importante es -y estoy de acuerdo contigo- que los presidentes han de tener que ser líderes.
—¿Y ve un regreso de los fundadores de los espacios, como Cristina o Evo?
—No tienen que volver porque ya están. Arce no se explica sin Evo, Alberto no se explica sin Cristina y Lula no se explica sin Lula 1. Nunca he visto que estén afuera. Sí han estado bajo asedio, y ha quedado demostrado que hubo una operación, primero de la derecha y después de la extrema derecha, que fue utilizar a fiscales corruptos para sacarlos del sistema político.