El chileno, que también es cineasta, afirmó que «la política es el espacio de mayor creatividad en América Latina y el Caribe.
El político y cineasta chileno Marco Enríquez-Ominami intervino en un nuevo Foro Nueva Revista en la Universidad Villanueva el pasado 20 de febrero conducido por el periodista, exdirector de El País, Javier Moreno. Ominami trazó un panorama de la situación de América Latina, de la que, dijo, está en el caos, más que en la crisis. «Estamos conociendo algo que es más grave que la crisis, que es el caos. Yo creo que América Latina está probablemente en uno de los peores momentos de su historia; en inflación, pobreza, desigualdad —afirmó—. Creo que América Latina y el Caribe estamos en un momento muy crítico. El Covid nos golpeó mucho más duramente que a Europa. Fuimos la región más golpeada por el Covid en materia de deuda. Tenemos una crisis tan trágica como que hay países del Caribe que pagan el 2 por ciento del PIB en intereses, no en pagar la deuda. Somos un continente que conoce miles y miles de muertos por el narcotráfico, por el crimen organizado, que tiene una inmigración desregulada, trágica. Es un continente que conoce hoy día una desintegración, que ni siquiera se parece a los inicios de la Unión Europea. No hay un pacto económico que funcione».
A preguntas de los asistentes, como es habitual en el formato de los foros Nueva Revista, Ominami prosiguió su diagnóstico: «Somos un continente muy fragmentado, con agendas muy disímiles. El problema de la deuda del Caribe, no es el problema de la deuda chilena; el problema de la inflación argentina no es el problema de la inflación peruana, y así sucesivamente. No logramos encontrar una agenda común. Y creo que hay un elemento que desde Madrid tiene sentido subrayar: donde tenemos una dificultad para entendernos europeos y latinoamericanos y caribeños, es en el concepto de la violencia. Para nosotros, la violencia es parte de la democracia. Después del Holocausto, vino un estado de bienestar consensuado de izquierdas y derechas europeas que permite contener la violencia, un cierto tipo de violencia. Nosotros estamos, vivimos en la violencia. Colombia hasta hace poco tenía el 40 por ciento del territorio que no se podía transitar, ya sea por narcotráfico o por el conflicto con las FARC. Todas nuestras fronteras son fronteras calientes. La frontera mexicano-norteamericana, la colombiano-venezolana, la ecuatoriana-colombiana; son fronteras muy difíciles Piensen en la frontera de Paraguay con Brasil. Es un mundo que desde Europa se vuelve incomprensible. Entonces, creo que la violencia hay que ponerla en la conversación. No se puede pretender hablar de América Latina y el Caribe y de nuestros sistemas democráticos sin incorporar nuestra democracia, que responde también a una violencia permanente, cotidiana, que ustedes ni de cerca imaginan».

Opción por la política
«Hay pocas cosas comunes. Pero otro elemento común en toda América Latina es el descontento generalizado de la población por lo que perciben como fallos sistemáticos de los gobiernos, tanto de derechas como de izquierdas a lo largo de décadas; la cantidad de promesas incumplidas, de ocasiones perdidas, de riquezas nacionales dilapidadas. Eso se ha ido acumulando durante décadas y ha creado un descontento social que sí creo que es bastante transversal», añadió Enríquez-Ominami.
«Hoy día hay que entender el fenómeno del trabajo informal», dijo, poniendo el dedo en otra llaga. «Por ejemplo, en Argentina y en Ecuador, corroboré los datos hace poco, usted tiene 50 por ciento de trabajo informal. Vale decir, para el 50 por ciento de los trabajadores de Argentina y de Ecuador, el Estado no significa nada. No conocen lo que es una prestación social, un derecho social; lo que se denomina la uberización de la economía es un fenómeno de la mitad del país. Argentina tiene doble moneda, peso y dólar como si fuera completamente normal».
Acerca de su propia evolución, que le ha llevado de los medios audiovisuales a participar directa y activamente en política, explicó: «Vengo de una familia de artistas y de políticos y opté por la política. Finalmente, creo que es el espacio de mayor creatividad en América Latina y el Caribe. Debo decirlo, todos mis colegas artistas me fusilarán, pero el arte no cambia nada. Al final, lo que cambia es la política, y por eso ese cambio de lado. El arte es fundamental. A mí, todas las novelas, las películas, me han cambiado la mente. Creo que el arte es muy importante, pero en mi caso, creo que la voluntad de poder transforma más el mundo, y siento que puedo participar más en la construcción de mi sociedad desde la lucha por el poder, la política, el debate público, que desde el arte».

La contradicción de un independiente
Su evolución política está marcada por el paso del Partido Socialista a su participación como independiente, con la etapa intermedia del Partido Progresista, del que él mismo fue fundador. «Una de mis contradicciones —explicó, a propósito de esa evolución— es que creo que los partidos son fundamentales, que las democracias requieren un grupo organizado, que la historia de la humanidad es la historia de la organización, el sueldo mínimo, el fin de la esclavitud. Todo lo que se ha logrado es por la organización. Y, efectivamente, es una contradicción que yo tengo, porque también soy extremadamente crítico de los partidos políticos. Creo que hoy día son instituciones vetustas, son agencias de empleo. Son un desastre y son trascendentales para el debate público, y vivo en esa contradicción. Después de ser socialista 19 años, fundé un partido que duró 13 años, el Partido Progresista, y hoy día soy un independiente y debo decir que me siento muy cómodo, pero es una contradicción».
Fuente: Nueva Revista